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Miradas criminales

Miradas criminales

Con la campaña “El último acoso”, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) anuncia una iniciativa de ley para tipificar y sancionar el “acoso sexual callejero” con 3 años de prisión, 40 días de multa o 48 horas de capacitación del “presunto agresor”, dependiendo del delito. Llamada “Tolerancia cero”, la iniciativa intenta tipificar, entre otras cosas, “las miradas lascivas” cuando vayan acompañadas de cualquier acto sexual, como “tocamientos y rozones”. La senadora Dolores Padierna ha dicho que “lo difícil de describir son las miradas lascivas y demostrarlo. Por eso la propia iniciativa comienza con una penalidad prácticamente baja, pero en la idea de que se inscriba como delito…” Entonces, las mujeres podrán denunciar: “¡Me miró con lascivia, lo acuso por su mirada!”, después de identificar entre decenas o cientos de miradas aquellas que profanaron su ropa, desnudaron su cuerpo y regocijaron la mente del pervertido mirón, para llevarlo al “patíbulo social” y condenarlo por sus atrevidas pupilas.

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Cuando Paloma Castañón manifestó: “Hoy damos banderazo a la campaña ‘El último acoso’. Busca plantear la problemática desde un punto de vista más sentimental”. Su iniciativa de ley mostró su intención: buscar afectos electorales entre las feministas y no está mal. Pero esa “tolerancia cero” para agresiones sexuales implica censura de pensamiento y sentimiento –para el hombre– y es una brutalidad, pues nada dicen de las mujeres que nos dirigen miradas “de dudoso pensamiento” a las nalgas y la entrepierna o a nuestras manos deseándolas, aún sin nuestro consentimiento.

El “respeto” está mal enfocado cuando segmenta y diferencia aún más a hombres y mujeres. Ellas ya cuentan con espacios exclusivos en el transporte público y con rutas especiales. Ya que –mis sentimentales senadoras– hombres y mujeres sienten, desean y tienen pensamientos lujuriosos y así miran, con ansiedad, deseo y amor; llenándose de belleza los ojos y el alma. Ahora ellas, ustedes, tendrán el derecho y la “capacidad” de decidir qué significan nuestras miradas. ¿No les parece peligroso, represivo e inquisitorial?

Dice Padierna, enredada en las intencionalidades de los pensamientos que puedan detonar las “lujuriosas miradas”: “Ciertamente, se trata de expresiones algo subjetivas cuando se trata de miradas lascivas que sólo quien las sufre puede describirlas… [por lo que] se requiere una redacción de tal manera que se entienda que cuando la víctima siente esa agresión, la pueda denunciar y describir.”

Tiene razón, la redacción es fundamental y debería serlo para quienes intentan escribir sobre situaciones subjetivas y ambiguas, como tipificar una “mirada criminal”, usando un lenguaje ambiguo y enredado, acaso reflejo de su pensamiento. Describir una mirada implica riesgo de error por la diversidad de éstas y de las interpretaciones de una acción generada por uno o muchos sentimientos y pensamientos (mirar).

Una mirada no desvela sus intenciones a través de las pupilas; lo que me recuerda una canción de Joan Manuel Serrat: “No hago otra cosa que pensar en ti / Por halagarte y para que se sepa / tomé papel y lápiz y esparcí las prendas de tu amor sobre la mesa. /…Miré por la ventana y me fugué / con una niña que iba en bicicleta. / Me distrajo un vecino que también / no hacía más que rascarse la cabeza…” Poeta y vecino miran a la niña. El primero piensa en otra mujer, vaya usted a saber qué piensa el de a lado. ¿Quién puede saberlo? ¿Qué pasaría si la madre los ve mirar a su hija, y decide (imagina) que eran “miradas lascivas” y denuncia, describiendo las “criminales miradas” del poeta y el vecino? Mujeres y hombres pueden fantasear a partir de una mirada sin delinquir, pero la tipificación de “miradas lascivas” puede convertir una miramiento en un crimen sobre el que observa, sin que en sus ojos haya existido lascivia, y aunque así hubiera sido, la lujuria sin consumación es sólo un deseo. ¿Entonces, quieren tipificar deseos? La iniciativa de reforma del Código Penal Federal que proponen podría castigar a un enamorado sólo por que la observada “sienta o imagine” lujuria y no devoción en la mirada. ¡Cuídense poetas que contemplan para escribir su arte, que la política de las senadoras perredistas acusará su sucia imaginación!

Aunque, sobre la capacidad de los ojos masculinos de delinquir sobre mujeres con pensamientos libidinosos, Padierna sentenció: “No se está considerando todavía como delito grave; pero en la medida de que esto se afiance entre la sociedad, vamos a convertirlo a delito grave”. De progresar la iniciativa perredista, nuestras miradas nos podrían llevar a prisión. Tendremos que camuflar las miradas cuando una mujer nos atraiga y nos invada con deseo, mientras ellas seguirán ejerciendo “libertad de mirada”. Las senadoras han mencionado que “93 por ciento de las mujeres de 15 a 35 años de edad ha sufrido acoso en transportes o vía pública, desde miradas lascivas o piropos”, además de otros datos de víctimas de “acoso callejero” mediante tocamientos y “otros abusos sexuales”. No objetaré las agresiones físicas y los “otros abusos sexuales” que deben ser castigados. Pero sobre el 93 por ciento de mujeres víctimas de miradas criminales, ¿entonces hay que mandar a “reconversión de pensamiento” o a prisión a 90 por ciento de los hombres? Deben las senadoras leer Un mundo feliz (1932) de Aldoux Huxley y Farenheit 451 (1953) de Ray Bradbury. Novelas de ciencia ficción futuristas que muestran a legisladores que controlan pensamientos, deseos y sentimientos, deshumanizando a hombres y mujeres con restricciones de orden sentimental. Justo como es intentar tipificar “miradas lascivas”, un absurdo intento de reprimir pensamientos y sentimientos.

Senadoras, mirar no es delito y no debe serlo. Enfóquense en legislar para castigar a los verdaderos criminales, para que no salgan de prisión cuando rara vez son capturados, en hacer respetar la ley que ya castiga los delitos sexuales, hagan eficiente el sistema judicial. Por favor, no ficcionalicen leyes fascistas de tipo “vidente o adivinatorio”, pues nos van a condenar a todos –los hombres– por sentir, pensar y desear con la mirada.

Roberto E Galindo Domínguez*

*Maestro en ciencias en exploración y geofísica marina, arqueólogo especializado en contextos sumergidos y buzo profesional, literato, diseñador gráfico. Cursa la maestría en apreciación y creación literaria en Casa Lamm. Miembro del taller literario La Serpiente

[OPINIÓN]

Contralínea 513 /del 07 al 12 de Noviembre 2016

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