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Adiós a especies de peces comestibles

Adiós a especies de peces comestibles

La pesca real es mucho mayor a la reportada. La humanidad acaba con los peces de arrecife y va por los de mar adentro. Muchas especies están incluso cambiando de hábitats

Christopher Pala/IPS

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Washington, Estados Unidos. La captura mundial de pescado es mucho mayor de lo que se creía y su declinación es mucho más rápida, según un nuevo estudio realizado por la canadiense Universidad de Columbia Británica que reconstruye las cifras de 1950 a 2010.

El estudio concluye que la captura mundial en ese lapso fue 30 por ciento mayor de lo que los países han declarado a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) desde 1950.

En el Caribe, la captura real duplicó con creces a la declarada y disminuyó a un ritmo 60 por ciento más rápido que las cifras oficiales, destaca el estudio canadiense.

“Esta tendencia debe revertirse con urgencia, de lo contrario una gran cantidad de personas que dependen del mar como fuente de proteína asequible habrá de sufrir. Y el cambio climático sólo agravará las cosas”, advierte Daniel Pauly, el científico que dirigió el estudio financiado por la organización ecologista Pew Environment Group, y en el cual participaron más de 400 colaboradores durante más de 1 década.

Desde 1950, los países deben declarar a la FAO su captura de pescado y mariscos. Los descartes –peces capturados involuntariamente y de escaso valor comercial– quedaban fuera de la obligación, porque el programa fue concebido originalmente para supervisar el desarrollo económico y no la pesca excesiva.

Pero se sospechaba desde hace tiempo que algunos países sólo declaraban la captura industrial de los buques más grandes porque estos pagan tasas fáciles de supervisar y descargan lo que capturan en pocos lugares y, por lo tanto, son más fáciles de controlar.

Se creía que la captura de subsistencia de quienes pescan para sus familias, la artesanal de los pescadores con pequeñas embarcaciones y la de recreo realizada por pescadores aficionados era mayor que la declarada, pero se ignoraba hasta qué punto.

Por su parte, la FAO no dio indicaciones sobre la precisión de sus cifras. Dirk Zeller, el coautor del estudio, dice que casi todos los países mezclan habitualmente números duros con estimaciones y que podrían “calcular las incertidumbres relativas a los datos que declaran si así lo desearan, pero nadie lo hace”.

El número exacto de la cantidad de peces que se captura es vital, pues cientos de millones de personas dependen del mar como fuente de proteína asequible, destaca. “Las poblaciones de peces son como una cartera de acciones. Antes de decidir cuántas venderá, usted quiere saber exactamente cuántas tiene y cuánto está creciendo o disminuyendo”, explica.

A partir de 2002, Pauly y Zeller decidieron reconstruir la captura mundial de 1950-2010 y corregir las deficiencias del conjunto de datos de la FAO, la base de las políticas pesqueras mundiales. Una tarea que “sólo unos dementes considerarían”, bromea Rainer Froese, un científico alemán. “Y ahora lo han logrado”, añade.

El resultado, publicado en la revista británica Nature Communications, muestra que la captura real fue un tercio mayor que la informada por la FAO.

La agencia de la ONU señala que la captura mundial alcanzó su máximo en 1996, con 86 millones de toneladas, y bajó a 77 millones de toneladas en 2010, aunque el estudio canadiense coincide en que la cantidad máxima ocurrió en 1996, asegura que ascendió a 130 millones de toneladas y luego bajó a 110 millones de toneladas en 2010.

Según el estudio, el descenso en la captura triplicó la cantidad reportada por la FAO, que recientemente consideró que el monto capturado es “básicamente estable”.

Marc Taconet, jefe de estadísticas de pesca de la FAO, confirmó la validez de sus datos y “expresó sus reservas” ante nuevas conclusiones que discrepan con los informes de la agencia, los cuales indican la estabilidad de la captura a lo largo de los años, aunque se negó a profundizar al respecto.

En el Caribe, dice Pauly, los investigadores hallaron que los funcionarios reguladores de la pesca se dedican en gran parte a informar sobre capturas de especies para las que las flotas extranjeras pagan derechos de licencia, como el atún, el picudo y el tiburón. “Por lo general, se olvidan de la pesca local”, asegura.

Incluso en Bahamas, donde la captura de recreo se descarga en los principales puertos que son de fácil acceso para los turistas, los resultados fueron sorprendentes. La investigadora Nicola Smith descubrió que las autoridades no tenían ni idea de la magnitud de la captura de peces de aguas profundas, como marlines, atunes y mahi-mahi. Smith concluyó que ese tipo de captura incluso superó a la comercial, y que eso no se informó a la FAO.

“Cuando le dije al director de recursos marinos (de Bahamas) quedó muy sorprendido”, relata en una entrevista.

“Es increíble que un país que depende del turismo para más de la mitad de su producto interno bruto no tenga idea de la magnitud de la captura que tiene un papel central en atraer a los turistas”, observa Smith, nacida en Bahamas.

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En general, el estudio concluye que la captura en el Caribe creció de 230 mil toneladas en 1950 a 830 mil en 2004, antes de caer a 470 mil toneladas en 2010.

“Y eso no es todo. Lo que sucedió es que a medida que se agotaban los peces de arrecife como el pargo y el mero, los isleños se alejaban más de la costa en busca de atún, cuya captura pasó de 7 mil toneladas en 1950 a 25 mil toneladas en 2004”, explicó.

Pero las poblaciones de atún, durante mucho tiempo fuera del alcance de los isleños, merman constantemente debido al interés de las flotas europeas, asiáticas y estadunidenses, muy subvencionadas.

Aunque cada vez más isleños pretendían sustituir sus peces de arrecife con el atún, la captura de éste descendió a 20 mil toneladas en los 6 años del periodo de 2004 a 2010, según el estudio.

Por el contrario, la captura de meros y pargos se redujo en un tercio en el mismo lapso.

El cambio climático también afectará al Caribe de varias maneras, afirma Pauly. La elevación repentina de la temperatura del agua, que mata al coral, es cada vez más frecuente, lo que le deja menos tiempo para recuperarse. La población de herbívoros, como los peces loro, de los cuales depende el coral para mantener a raya a la población de algas, también ha sido diezmada.

Por último, añade William Cheung, un ecólogo marino de la Universidad de Columbia Británica que trabaja con Pauly, el calentamiento de las aguas del Caribe aleja a la vida marina del ecuador. “Estimamos que el centro de gravedad del ámbito de algunas especies se desplazará 50 kilómetros por década”, sostuvo.

Para contrarrestar estas tendencias, los países del Caribe necesitan con urgencia recabar mejor información sobre la cantidad de peces que tienen y cuánto se está capturando, y luego imponer límites de captura realistas, exhorta Pauly. También deberían crear reservas marinas donde la pesca esté vedada, como ocurre en Bonaire y Barbuda, recomienda. (Traducción de Álvaro Queiruga)

Christopher Pala/IPS

[BLOQUE: INVESTIGACIÓN][SECCIÓN: LÍNEA GLOBAL]

 

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