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Respuesta a una carta de amor ante la promesa incumplida de Analí de ser musa

Respuesta a una carta de amor ante la promesa incumplida de Analí de ser musa

I. El pasado terremoto puso mis libreros por los suelos, provocando el desorden de los libros, obligándome a colocarlos como fueron levantados y en ese intento poniendo en mis manos la edición de 1971 de lo que el abogado maderista por la causa de la Revolución de 1910: Ramón López Velarde (1888-1921) escribió; y sobre la marcha de esos y personales acontecimientos escribe sus versos-poesías, convirtiéndose en un creador admirable de esa literatura, inspirado por su amor a Fuensanta: Josefa de los Ríos. En posterior Ex Libris volveré a dar un repaso de su obra inmortal. A lo que voy ahora es que en esa edición de 1971, encontré una carta-respuesta a otra Fuensanta de nombre: Analí. Ésta debió haber enviado la suya a quien solamente firma con la letra: K, para recordarle a ella que no cumplió su promesa de ser su musa, una vez que la tal Analí había recibido algunos poemas, y seducida por esos versos, le dijo que quería ser, pues, su musa.

II. “Esto –le dice él a ella– no es un reclamo, tras haberte entregado mis ramos de versos, que han estar, si los conservas, tan secos como los pétalos de las rosas que también te di, y que al no haber sido regados con tus lágrimas, permanecerán olvidados en pedazos o ya perdidos si los tiraste, para olvidarte de tu compromiso. Resulta que un día nos encontramos, tú sacudiéndote tu cabellera cortísima, que te daba un aire de coquetería, lo que me atrajo. Iniciamos una amistad, luego un coqueteo. Tu voz tan sensualmente cautivadora, completó mi atracción de tu cuerpo: de pies a cabeza, tu andar ni apresurado ni lento. Tus vestidos, tus ojos, tu cara tan discretamente maquillada que te hacía parecer casi al natural con piel blanca. Delgada toda tú. Te vi ir y venir por ese pasillo. Bajar las escaleras. Subirlas. Un día te sentaste junto a mí, donde yo leía no sé qué libro. Se perlaba discretamente tu frente, como si vinieras de tu ejercicio matutino. Y la sequé suavemente. Me lo agradeciste, tomando el dorso de mi mano con la palma de la tuya, del brazo izquierdo. Fue cuando al darme las gracias por los versos que te entregaba de vez en cuando, me dijiste que serías mi musa. Te levantaste y me pareciste la rama de un rosal, sin darme cuenta de sus espinas y recordé cuando adolescente publiqué mis versos con el seudónimo de: Kardos. Volvía a verte, encontrarte, varias ocasiones. Me brindas tu sonrisa. El buenos días. Te miraba hermosa como un imán que me jalaba… y te ibas, dándote cuenta de esa atracción, pero te alejabas, para desaparecer misteriosamente”.

III. “Y así aparecías todas las mañanas, mientras yo leía. Te entregaba mis versos. A veces un libro. Una flor. La Ana de Tolstoi. Y ya no recibiste la Alicia de Carroll, al clausurar mis obsequios con un ya no me regale nada. Nos dejamos de encontrar seguido, como si intencionalmente hubieras cambiado de horario. Luego una que otra vez, tú muy distante… y ya no volvió a ser lo mismo de antes. No me devolviste mis versos. Nos mirábamos. Te seguías de paso. Me regresaba al libro que leía. Y dejaste de ser mi musa, mi Fuensanta. A veces nos encontramos y me acuerdo de Neruda: ‘Ya no la quiero pero cuánto la quise’. Esta carta es una respuesta a la que nunca me enviaste. Para recordarte que no cumpliste lo de ser mi musa. Lo serás de otro. Y obtendrá de ti más de lo que me diste, tan efímeramente, que son recuerdos que se han ido desvaneciendo. Luego desapareciste. No sé de ti. Sé que no sabes de mí. Ya todo eso no importa. Y solamente me duele el que no hayas cumplido tu palabra. Dejaste de ser mi musa. ¿Te arrepentiste? A la mejor fue lo tuyo una simple llamarada que se apagó. ¿Te dignarás conservar cariñosamente mi recuerdo, como escribió López Velarde en una de sus cartas?”. Encontré la carta a la musa que dejó de serlo en donde se halla la del ilustre zacatecano. Casi como una invitación para darse a la lectura de este libro de López Velarde, donde Fuensanta sigue siendo su musa: “Y pensar que pudimos/enlazar nuestras manos/y apurar en un beso/la comunión de fértiles veranos”.

Ficha bibliográfica:

Autor:        Ramón López Velarde

Título:        Obras

Editorial:    Fondo de Cultura Económica

Álvaro Cepeda Neri

[MISCELÁNEO] [EX LIBRIS]