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La guerra contra Siria, un plan largamente preparado

La guerra contra Siria, un plan largamente preparado

Damasco, Siria. El flujo de armas, municiones y apoyo logístico junto a miles de mercenarios y extremistas fue como nunca antes en el Oriente Medio, la aplicación de un plan largamente elaborado contra Siria.

Fue aplicado desde los centros de poder occidentales, especialmente alentado por Estados Unidos y en contra del derecho internacional y el escamoteo de decisiones o resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

A fines del 2011 y en el transcurso de los siguientes, se organizó un enorme tráfico de armas de todo tipo, el entrenamiento de terroristas a cargo de la otrora Blackwater, hoy Academi y con larga experiencia como contratistas privados de militares irregulares o retirados en Libia, Somalia, Iraq y Afganistán.

Por esa época los puestos fronterizos de Siria con Turquía, Líbano, Jordania e Irak, unos 3 mil kilómetros en total, salieron de control del gobierno de Damasco y a lo que se sumaron los ubicados en las Alturas del Golán ocupado por Israel, bajo supervisión de los Cascos Azules de Naciones Unidas, a cuyos efectivos atacaron más de una vez el entonces Frente Al Nusra, entre otros.

A principios de 2012, la ONU reconocía el creciente contrabando de armas, el cual por entonces sobrepasaba los 500 millones de dólares, según documentos revelados por la Red Voltaire, la periodista búlgara Dilyana Gaytandzieva o el diario croata Jutarnji List, entre otras fuentes.

Desde ese año y hasta más allá de la mitad de 2015, 90 mil terroristas, de ellos cerca de 17 mil (el 18 por ciento del total), de 80 nacionalidades diferentes, con asesoramiento de especialistas estadunidenses, franceses y británicos, en lo fundamental, estaban dislocados en 15 de las 14 provincias del país, menos la de Tartus, en el Mediterráneo sirio.

De manera simultánea, los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Reino Unido e Israel colaboraban con el plan mencionado a mediano y largo plazo y en un proyecto denominado el Nido del Avispón, datos expuestos por el especialista de la Agencia Nacional de Seguridad estadunidense, Edward Snowden.

El objetivo definido era desmembrar a Siria como país, eliminarla como Estado que defendía soberanía e independencia política y económica, al tiempo de restarle toda posibilidad de enfrentarse al régimen sionista de Tel Aviv.

Todo se conjugaba junto a una vasta desinformación mediática, el corte de medios de comunicación, incluso los satelitales y un bloqueo en todos los órdenes nunca visto en la región del Oriente Medio.

Contribuían con sustanciales aportes financieros, estimados en más de 20 mil millones de dólares las monarquías del Golfo Pérsico, utilizadas como telón de fondo e intentar disminuir el activo papel de los centros de poder occidentales.

Los detalles del plan

Figuras claves en el plan estadunidense fueron el exdirector de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), David Petraeus, quien posteriormente asumió y amplió tales “responsabilidades” como director Ejecutivo de la firma Kolhberg, Kravis, Robert (KKR), con sede en New York, una multinacional administradora de fondos de inversión y capital de riego.

También la asesoría de Jan Egeland, director del Centro noruego para refugiados, y Volker Perthes, al frente del Instituto alemán de Asuntos Internacionales y Seguridad, y autor de más de cuatro libros sobre Siria de marcado carácter injerencista.

De acuerdo con las más diversas fuentes, esas labores siguen en marcha y el papel “privado” de Petraeus es avalado por altos funcionarios vinculados a  la administración de Donald Trump, como Jeffries Feldman, secretario general adjunto de Naciones Unidas para Asuntos Políticos, o el exdirector de la CIA y actual secretario de estado, Mike Pompeo, y justo cuando entre 2012 y 2016 las exportaciones de armas estadunidenses hacia el Oriente Medio crecieron en más del 20 por ciento.

Este último, cuyo nombramiento fue criticado, alegando que estaba a favor del espionaje masivo y de los líderes extranjeros, afirmó que Edward Snowden debía ser juzgado y eventualmente condenado a muerte, y es partidario de una CIA más “agresiva, brutal, despiadada e implacable”, según sus propias palabras.

La guerra se impuso a Siria pero los principales compradores de armamento son, en la región, Arabia Saudita, con un aumento del 211 por ciento, y Qatar, que llega al 245, según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri) y que abarcan las fechas mencionadas.

Pero el subterfugio se hizo evidente porque una buena parte de esas adquisiciones, sobre todo en armas ligeras y pesadas, municiones y logística fueron a parar a manos de las organizaciones terroristas en Siria e Irak, fundamentalmente y a través de un bien organizado contrabando.

A esos hechos se agregan que el proyecto contra Siria involucró a naciones del este europeo como Bulgaria y Rumania o de la exrrepública soviética de Azerbaiyán, miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tan pronto fue desmantelado el socialismo en esas naciones y en cuyas fábricas de armamentos se producían fusiles AK, lanzacohetes RPG, morteros y municiones afines.

Por lo tanto era un equipamiento bélico no esencialmente estadunidense al principio de la crisis y permitía escabullir las compras y contrabando en violación de las regulaciones internacionales al respecto.

Detalles de esa enmarañada trama fueron revelados por la reportera búlgara Gaytandzieva, quien tras la liberación de Alepo comprobó la existencia de un centro coordinador de los terroristas dirigido por sauditas y nueve alijos de esos tipos de armas.

Bajo constantes amenazas de muerte, reveló indicios de los vínculos búlgaros con la europea Security Insurance Company, vinculada al contrabando y tráfico de armamento y con nexos con la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) y la empresa contratista privada Blackwater o Academi.

Otra entidad de carácter social y política, no comprometida con los traficantes, la Balkan Investigative Reporting Network, indicó que desde finales de 2012 Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos pagaron más de 500 millones de armas para los terroristas.

Datos en ese sentido fueron también expuestos por Pierre Balamin, de Asia News, los reporteros turcos Yoruk Isik y Alper Beler o el expiloto al servicio de la CIA, Robert Tosh Plumlee, entre otros.

En los tiempos actuales

A partir de la solicitud de Damasco para la asistencia militar de Rusia, de acuerdo con tratados establecidos legalmente, en septiembre del 2015, la situación en el terreno comenzó a variar a favor de las Fuerzas Armadas sirias.

Vías de contrabando como la utilizada por la estadunidense, como la naviera Liberty Global Logistic entre los puertos de Livorno, Italia, Aqba, Jordania y Jedda, Arabia Saudita, fueron limitadas para evitar escándalos públicos o atenuar los impactos en la opinión pública.

Las tácticas variaron y los lotes de armas hacia Raqqa, la que fuera capital del Estado Islámico, Daesh, en Siria, también encontraron obstáculos, así como la entrega de camionetas tipo Hilux, de la Toyota japonesa, ideales para el terreno desértico sirio y de amplia y continua utilización por los yihadistas.

Si de 2012 y hasta 2014 los centros de entrenamiento regenteados por Academi en la frontera turco-siria prepararon pelotones de 12 a 15 integrantes para irrumpir en territorio sirio a un costo de 15 mil dólares cada uno para una guerra irregular, tácticamente Estados Unidos y sus aliados de la Coalición Internacional decidieron establecer más de una docena de bases en las provincia sirias de Hasaka, el norte de la de Deir Ezzor y la de Al Tanef, junto a la frontera sureña con Jordania e Irak.

Asimismo, Turquía dislocó no menos de 20 mil efectivos en el norte de Alepo y en enfrentamientos con milicias kurdas y de las llamadas Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), respaldadas por Washington y en menor medida, enfrentadas con remanentes del Daesh.

Todas esas acciones fueron a contrapelo de las Naciones Unidas, sin respaldo jurídico alguno y en contra de las posiciones de Siria y Rusia, cuyos gobiernos, sin embargo, han tratado de negociar límites a esas operaciones o han denunciado maniobras y operaciones contraproducentes que violan las llamadas líneas rojas en un conflicto militar, las cuales son constantemente irrespetadas por el régimen sionista de Israel.

En la actualidad los éxitos en el terreno del Ejército sirio y milicias aliadas como el movimiento de resistencia libanés, Hezbolá y palestinas, junto al aporte decisivo de Rusia tras 4 años, permitieron la liberación de 3 mil 929 localidades y el regreso a sus lugares de origen de más de 1 millón y medio de desplazados y que conforman el 96 por ciento del territorio nacional bajo el control de Damasco.

De igual forma, las operaciones de desminado y rastreo de unidades del Ejército sirio permitieron en las áreas desalojadas de terroristas, el hallazgo de miles de pertrechos, incluidos armas pesadas, misiles tipo Tow, insumos médicos y equipos de comunicación equivalentes según estimados al equipamiento de varios batallones de efectivos y en su mayoría de fabricación israelí, estadunidense, británica y francesa.

El extenso y largo plan contra Damasco no ha variado en lo esencial, solamente recurre ahora a nuevas tácticas y operaciones aún mas encubiertas o abiertamente injerencistas como el respaldo de Estados Unidos al régimen de Israel para anexar el territorio sirio ocupado desde 1967 en las Alturas del Golán.

Igualmente el saboteo a cualquier negociación que ponga una detente a la guerra impuesta a esta nación del Levante que ha costado casi medio millón de muertos y mutilados, pérdidas económicas por cerca de 500 mil millones de dólares y el desplazamiento tanto hacia el exterior como al interior del país, de casi 10 millones de personas.

Pedro García Hernández/Prensa Latina

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