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Los servicios de seguridad nacional y de espionaje de Estados Unidos han señalado con claridad cuáles serán sus objetivos prioritarios en este año. En la National Intelligence Strategy 2019 (que podría traducirse como la Estrategia Nacional de Inteligencia 2019) se identifican, entre otros, cinco antagonismos: Rusia, China, Irán, migrantes y ataques cibernéticos.

Donald Trump logró hacer pasar sus fobias como asuntos de seguridad nacional y objetivos prioritarios de los servicios de inteligencia de su país. Bueno, no es que sean sólo suyos. En realidad, son de la clase y sector social que representa y que ocupa la mayoría de los centros de poder en esa nación.

El documento señala que el entorno estratégico está cambiando rápidamente. Advierte que Estados Unidos se “enfrenta” a un mundo cada vez más complejo e incierto, en el que las amenazas, por muy diferentes que sean, están interconectadas. El riesgo que se observa en la Estrategia es que la “comunidad de inteligencia” de ese país permanece enfocada en una serie de “desafíos convencionales”, como el narcotráfico y el terrorismo tradicional.

Reconoce que la política de seguridad nacional estadunidense está determinada por quienes considera sus “adversarios” y por los avances tecnológicos en diferentes campos, como el cibernético y el militar. “El carácter cada vez más complejo, interconectado y transnacional de estas amenazas también subraya la importancia de continuar y promover la divulgación y la cooperación de la comunidad de inteligencia [estadunidense] con socios y aliados internacionales”.

Observa que durante el presente año los desafíos de tipo tradicional continuarán creciendo en el mundo. Señala que continuará el debilitamiento del orden internacional erigido luego de la Segunda Guerra Mundial. También continuará la amenaza al predominio de los “ideales democráticos occidentales” y se aguzarán las disputas económicas.

Los “adversarios” reconocidos por Estados Unidos –según el documento– significan para la potencia “desafíos dentro de las esferas militares, económicas y políticas tradicionales, no tradicionales, híbridas y asimétricas”.

De Rusia, señala que los esfuerzos para “aumentar su influencia y autoridad” continuarán en 2019. Lo anterior podría implicar que rusos y estadunidenses entren conflicto “en múltiples regiones”.

Con respecto de China, el documento destaca que la modernización militar de este país y su “permanente búsqueda del dominio económico y territorial en la región del Pacífico” son las razones de que represente una amenaza.

El otro país “adversario” es Irán. De esta nación menosprecia su compromiso con un programa de desarrollo nuclear pacífico en 2015. Lo acusa de albergar a grupos terroristas y militantes contrarios a los intereses de Estados Unidos.

Señala que “varios de estos enemigos continúan buscando capacidades para infligir daños potencialmente catastróficos en Estados Unidos”, a través de la adquisición de armas de destrucción masiva: biológicas, químicas y nucleares.

Los tres países –señala la Estrategia– han aprovechado cada vez más los rápidos avances en tecnología para plantear amenazas nuevas y en evolución. Los estadunidenses se han visto sorprendidos particularmente en los ámbitos del espacio, el ciberespacio, la informática y otras tecnologías emergentes y disruptivas. El documento advierte que los avances tecnológicos permitirán a una gama más amplia de actores adquirir capacidades sofisticadas que antes sólo estaban disponibles para los Estados ricos.

Las amenazas cibernéticas ya hacen sentir inseguros al público “en nuestras instituciones globales, gobierno y normas, e imponen altos costos económicos a nivel nacional y mundial”. Los ataques cibernéticos son un verdadero desafío para la infraestructura crítica, la salud, la seguridad pública, la prosperidad económica y la estabilidad estadunidenses.

“Las tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial, la automatización y la computación de alto rendimiento son capacidades cibernéticas avanzadas que pueden ser económicamente beneficiosas, pero estos avances también permiten capacidades militares y de inteligencia nuevas y mejoradas para nuestros adversarios.”

Explica que la “democratización” de estos avances tecnológicos, aplicados en las comunicaciones, “han empoderado a actores no estatales y continuarán expandiendo exponencialmente el potencial para influir en las personas y los eventos, tanto a nivel nacional como mundial”.

El peligro de esto, según la comunidad de inteligencia de Estados Unidos, es que se mine la autoridad y control de las instituciones tradicionales. “Este empoderamiento de grupos e individuos está incrementando la influencia de las fuentes de identidad étnicas, religiosas y otras, cambiando la naturaleza del conflicto y desafiando la capacidad de los gobiernos tradicionales para satisfacer las crecientes demandas de sus poblaciones, aumentando el potencial de mayor inestabilidad”.

Finalmente, el aumento de la migración y la urbanización está restringiendo, a decir del documento de la inteligencia estadunidense, las capacidades de los gobiernos de todo el mundo. Lo anterior probablemente devendrá en una mayor fractura de las sociedades, lo que podría crear un caldo de cultivo para la “radicalización”.

“Los puntos de presión incluyen la creciente afluencia de migrantes, refugiados y desplazados internos que huyen de las zonas de conflicto; áreas de intensa escasez económica o de otros recursos; y áreas amenazadas por cambios climáticos, brotes de enfermedades infecciosas u organizaciones criminales transnacionales.”

Zósimo Camacho

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