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La nota sobre el debate entre las redes sociales y la prensa escrita, oral y audiovisual, es la que nos proporcionó el reportero Juan Cruz, desde Madrid, España, con motivo de la cuestión puesta sobre la mesa de la discusión, por la direc­tora del periódico El País, Soledad Gallego-Díaz, la primera mujer en un diario de idioma español en conquistar ese cargo, donde el patriarcado domina las direcciones, sobre todo del periodismo impreso. Ella ha sostenido que las redes: Twitter, Facebook o Instagram, parecen estar asfixiando al periodismo escrito; o sea, una especie de dialéctica entre la prensa de papel y la comunicación digital.

Y es que por todas partes, fundamentado o no, hay un desesperanzado temor de que estemos asistiendo a la agonía de lo que prácticamente nació con la revolucionaria creación de Johann Gutenberg (1388-1468): la imprenta, con la que fue posible el periodismo impreso de tipo “periodismo-gacetero que triunfó como informativo a principios del Siglo XVII (Josep L Gómez Mompart y Ebric Marín Otto, editores de la Historia del periodismo universal, edición Síntesis, l999). Esta investigación la iluminan los ensayos: “Antecedentes de la conquista de la libertad de expresión”; “Conformación de la moderna prensa informativa (1848-1914)”; “Las agencias de noticias”; “Guerra y comunicación”; “El periodismo de los nuevos medios: Cine, Magazine y la Radio”; “La información televisiva y la influencia del periodismo singular”; “De los nuevos reporteros al periodismo digital”.

La tecnología ha creado, pues, el periodismo digital en las llamadas redes que, por su rapidez, compite ventajosamente sobre la prensa escrita y es lo que la directora de El País llama la “asfixia del periodismo” impreso. Es, ciertamente, una verdad pero relativa. Y es que con todo eso que es innovación al servicio positivo de la humanidad, las redes son, asimismo, un medio para otra clase de fines que causan daño y que se está combatiendo para reducir sus efectos negativos.

En cuanto a la competencia al periodismo escrito, por la radio y televisión, no deja de ser una entre rivalidad y concurrencia para la difusión de información, opiniones, divulgación de hechos, mentiras y ataques indudablemente con más oportunidad por la velocidad de las redes. Esto es innegable. Y la asfixia citada, empero, no ha llegado a alcanzar completamente a los medios de comunicación tradicionales; e incluso la prensa escrita sigue librando combates exitosos por las libertades de pensamiento a través de su información veraz sustentada en los hechos, opiniones, análisis y comentarios sobre todo lo público y todo aquello privado que salta al escenario para su divulgación.

Es una gran verdad que las redes asfixian al periodismo tradicional, pero aun así éste ha logrado seguir respirando el oxígeno de los hechos que le ha permitido, si así se quiere decir: sobrevivir y liberarse de ese difícil trance. Porque hay que hacer mención de que antes y después de la existencia de las redes de la moderna tecnología como nuevo medio de comunicación, los medios de comunicación han sobrevivido durante su larga existencia a no pocas “asfixias” (tal y como lo testimonian los ensayos aparecidos en la fabulosa Historia del periodismo universal, de los editores Josep L Gómez Mompart y Eric Marín Otto; publicado por la editorial Síntesis, 1999), saliendo airosos de todos sus desafíos y manteniéndose con vida. Para esto, hay que seguir compitiendo desde la prensa conocida, apretando el paso y cumpliendo con el deber de la defensa, ejerciéndola, de la libertad de palabra, de crítica, de veracidad en la información y divulgación plural de las opiniones.

La exposición de la directora de El País, Soledad Gallego-Díaz, es una oportuna llamada, una advertencia y reflexión, por demás bienvenidas y motivo para que el periodismo combata esa asfixia, innovando a su vez su trabajo. Dejándose acompañar por las redes y compitiendo racionalmente por ofrecer a los lectores –incluso de las mismas redes–, un periodismo contemporáneo con visos de modernidad en su presentación. No son tiempos fáciles para la prensa escrita, de la radio y televisión; pero no son tampoco para dejarse asfixiar y menos aceptar que como decreto se declare la muerte del periodismo. Les sobra capacidad a los periodistas en todas sus modalidades, para sobrevivir para seguir viviendo con sus medios y fines con informaciones completas, opiniones al respecto y su facilidad para ofrecer su material con la precisión de los hechos.

Por lo que esa asfixia no es una disputa a muerte. Se trata de continuar participando en una alianza con la tecnología para que nos “sirva para dar noticias sobre la vida, sobre los derechos de los ciudadanos, para que éstos tomen decisiones libres” –según palabras de doña Soledad Gallego-Díaz–. Agregando el relato de cómo el periodismo ha evolucionado desde que irrumpió en la historia y venció toda clase de asfixias; por lo que puede y debe permanecer como tribuna para alimentar la variedad periodística. Y con esa variedad ventilar discusiones y ser, invariablemente, un contrapoder contra las élites que ostentando un poder económico y/o político, deben ser objeto de opiniones, críticas y todos los quehaceres que deben llevar a cabo la prensa, la radio y televisión, para mantener esos canales de comunicación con la base de la democracia directa, que son, en este caso: los lectores.

Álvaro Cepeda Neri

[OPINIÓN][DEFENSOR DEL PERIODISTA]

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