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Cambio climático, último llamado a la especie humana

Cambio climático, último llamado a la especie humana

Roma, Italia. Los bosques absorben el equivalente a unos 2 mil millones de toneladas de dióxido de carbono al año, un freno el aumento del CO2 en la atmósfera y el cambio climático.

Hasta una quinta parte de las emisiones mundiales de ese compuesto químico obedecen a la tala y quema indiscriminada de árboles, acción de los hombres que devuelve a la atmósfera todo el CO2 acumulado en ellos y además provoca empobrecimiento del suelo, expuesto a la erosión y la evaporación del agua, por ende mayor sequía.

Por ello, la deforestación, que lleva un ritmo anual de 3.3 millones de hectáreas, es de hecho, después de la quema de combustibles fósiles, la segunda causa del cambio climático con casi el 20 por ciento de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, más que todo el sector de transporte mundial.

Diversas son las razones para comprender que los bosques son un recurso natural de importancia excepcional en la respuesta mundial al cambio climático en términos de adaptación, mitigación y resiliencia.

Así fue formalmente reconocido en el Acuerdo de París sobre Cambio Climático (diciembre 2015) cuando se destacó la función decisiva de los bosques y árboles para determinar la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Asunto relacionado con evitar superar el aumento de temperatura 2 grados centígrados, con la adopción de medidas como la reducción de la deforestación, la plantación de nuevos bosques y el manejo adecuado de los existentes.

Además de esa esencial función de los bosques, ellos albergan más de las tres cuartas partes de la biodiversidad terrestre del mundo, en tanto cerca del 40 por ciento de la población rural afectada por la pobreza extrema, unos 250 millones de personas, vive en zonas boscosas y sabanas.

Más de 2 mil millones de habitantes del planeta, uno de cada tres, utilizan leña para cocinar sus alimentos y dar calor a los hogares, los cual evidencia la contribución de la energía maderera a la seguridad alimentaria, la nutrición y su apreciable utilidad social. Hoy día la madera como combustible representa el 40 por ciento del suministro mundial de energía renovable, el equivalente, según expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), a la energía solar, hidroeléctrica y eólica juntas, con una demanda en alza de la bioenergía.

Datos de la propia FAO indican que el planeta pierde cada año más de 3 millones de hectáreas de superficie forestal, pero igualmente compara que más de 20 países en desarrollo mejoraron sus niveles de seguridad alimentaria a partir del mantenimiento y el incremento de la cobertura forestal.

Ello demuestra que “no es necesario cortar los bosques para la agricultura con el fin de reducir el hambre” al contrario, alerta FAO, gestionarlos de manera sostenible permite continuar recibiendo de ellos bienes y servicios y su insustituible apoyo a la agricultura, la ganadería y la producción pesquera.

Adecuadamente tratados, los bosques aportan la principal materia prima para la fabricación de papel, pero debe tenerse en cuenta que es material está reconocido como del más reciclado del mundo. Unas 225 millones de toneladas de toda la fibra utilizada para la producción de papel hoy son producto de la recuperación.

Acciones a favor de los árboles y los bosques

Pero, se está acabando el tiempo para los bosques del mundo, cuya superficie total disminuye cada día, advierte un informe de la FAO presentado en la vigesimocuarta reunión del Comité Forestal (COFO) realizada en esta capital. Reunión donde quedó demostrado que trabajar a favor de los árboles y bosques representa hoy una opción insoslayable para preservar la vida en el planeta.

Identificar acciones que contribuyan a detener la deforestación, lograr una gestión más sostenible de los bosques, restaurar los degradados y hacer crecer el área arbórea mundial, fueron identificadas en ese encuentro como las medidas más urgentes para preservar ese vital recurso de la naturaleza bajo constante amenaza.

“Hoy contamos con más pruebas de la gran importancia que revisten los bosques para los medios de vida”, escribió José Graziano da Silva, director general del organismo internacional de las Naciones Unidas, en el prólogo al informe El estado de los bosques del mundo 2018.

En ese sentido, da Silva destacó la existencia de una mejor comprensión sobre las compensaciones recíprocas y “una confirmación más exacta de que los bosques sanos y productivos son imprescindibles para la agricultura sostenible”.

El documento dirigido a los encargados de formular políticas para lograr la seguridad alimentaria, reducir la pobreza y conservar el medio ambiente, muestra la interacción entre los bosques y varios objetivos y metas de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible.

Esas interrelaciones y políticas en el sector, trascienden el Objetivo de Desarrollo Sostenible 15 (ODS) sobre la Vida en la Tierra, pues contribuyen al logro de muchos otros objetivos y metas.

La preservación de la especie humana exige una mayor interacción entre los individuos y los árboles, las comunidades y los bosques; y aprender a conocer que son algo más que sombra, frutos, madera y fuentes de energía. Ellos apoyan de manera decisiva a fortalecer los medios de vida, suministran aire y agua limpios, ayudan a proteger la biodiversidad y ofrecen una respuesta eficaz para enfrentar el cambio climático.

En perentorio, según los expertos, encontrar la manera de aumentar la producción agrícola y mejorar la seguridad alimentaria sin reducir la superficie forestal, además de gestionar la agricultura y los bosques de manera conjunta en la formulación de políticas nacionales.

También a bosques se les reconoce su importante aporte a los ODS relacionados con aspectos de la agroforestería, las oportunidades de empoderamiento de la mujer, el empleo juvenil, la gestión sostenible del agua, el turismo, las ciudades sostenibles, así como la lucha contra la degradación de las tierras y la pérdida de biodiversidad.

El turismo de naturaleza, por ejemplo, tiene un ritmo de crecimiento tres veces más rápidamente que la industria turística en su conjunto y representa alrededor del 20 por ciento del mercado mundial. También se insiste en el fortalecimiento de los marcos jurídicos que reconocen y garantizan los derechos de acceso a los bosques y árboles de las comunidades locales y los pequeños productores, vitales para poner fin a la pobreza y lograr la sostenibilidad.

De igual modo se valora como esencial invertir en la formación, la creación de capacidad y el establecimiento de organizaciones de productores dirigidas a convencer a los jóvenes a apreciar el valor de dedicarse a la actividad forestal y resistirse a una migración incierta.

Otras de las estrategias identificadas son atraer al sector privado hacia actividades en pro de la sostenibilidad y asegurar compromiso con la buena gobernanza para avanzar en la aplicación eficaz de las políticas.

Contribuirán en gran medida a la erradicación de la pobreza y la inseguridad alimentaria las políticas a favor de los derechos a la tenencia de la tierra de las personas pobres y vulnerables, en particular los pueblos indígenas, los agricultores sin tierras, las mujeres y los jóvenes del medio rural.

Invertir en estos agentes de cambio impulsará la gestión sostenible de los bosques, que sean sanos y productivos que a su vez aseguran una agricultura también sostenible. Las políticas deben estar orientadas a incentivar a las empresas y los pequeños productores, a enfrentar los posibles obstáculos a la inversión y a eliminar los motivos de la tala indiscriminada.

Igualmente, la FAO y los expertos advierten que los encargados de diseñar las ciudades sostenibles y los paisajes periurbanos del futuro, tengan en cuenta árboles, parques y bosques en sus proyectos urbanísticos.

Para los servidores forestales y expertos existe al más alto nivel una idea clara sobre las amenazas a las que están expuestos los bosques y cómo enfrentarlas. En cambio en el ámbito de la familia, la escuela y la sociedad falta mucho por entender –algo que más directamente corresponde a los gobiernos nacionales– cuánto cada quien puede hacer para salvar ese vital recurso natural para la vida.

Silvia Martínez/Prensa Latina

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