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La expresión: “es la economía, idiotas” se hizo célebre en 2004, escrita en un pizarrón por el asesor-estratega James Carville para concientizar a los integrantes del equipo del entonces candidato Bill Clinton, que divagaban sobre las posibles soluciones a los problemas estadunidenses. Aquí también son las políticas públicas y privadas de la economía las que están causando crisis sociales por empobrecimiento, desigualdades y empleos mal pagados. Pero, a su vez, es la política, o sea la manera de gobernar que ha generado ingobernabilidad e inestabilidad institucional. Es, asimismo, la cuestión electoral que se mueve entre la amenaza del fraude priísta, la agresiva campaña de Anaya y el anuncio de medidas no bien explicadas de López Obrador, lo que ha creado incertidumbres, que hacen titubear a los ciudadanos que vayan a votar y los que se abstengan.

También es la impunidad. ¡Y la corrupción! Pero el factor común es la violencia homicida contra mexicanos que quieren sobrevivir en paz; de la que también son víctimas los  periodistas. Ahora sumándose a la lista el caso del editor del servicio de noticias del matutino El Universal, José Gerardo Martínez Arriaga, privado de la vida por la violencia de asaltantes que roban y matan. Esos delincuentes lo asesinaron para robarse los juguetes que salió a comprar.

Así que desde el sexenio de De la Madrid, ¡Salinas!, aunque agudizada en los de Calderón y Peña se contabilizan más de 1 millón de homicidios cometidos a cualquier hora del día por esa violencia terrorista, que ha dejado familias moralmente despezadas porque, además, no hay impartición de justicia contra los asesinos. Al periodista de El Universal lo ejecutaron en la Ciudad de México, que es ya la segunda entidad más sangrienta. Y con el resto del país, la inseguridad tiene a los mexicanos, turistas e inmigrantes al borde de las tumbas, incluso clandestinas, mientras sobreviven en la angustiosa incertidumbre de perder sus vidas y la de sus familiares y amigos. O de simplemente enterarse de los cuantiosos homicidios; de los cuales, quizá el 20 por ciento, son llevados a la información.

En una nota al respecto (El Universal, 6/ de enero de 2018), el reportero Eduardo Hernández da cuenta de la trayectoria profesional y personal del periodista asesinado. ¿Por ser periodista, o sumado a la violencia que domina la vida colectiva del país? Y que ha hecho insoportable la convivencia de una Nación que reclama que en el último año del peñismo, sus integrantes actúen para detener la siembra de cadáveres. Y no esperen a que nuevos actores, tras las elecciones, intervengan con mejores estrategias.

A esa violencia sangrienta que ejercen todos tipo de delincuentes, hay que sumar la que han dado en perpetrar algunas tribus perredistas, nacidas a la sombra del chuchismo tras la desbandada de auténticos militantes de centro-izquierda, que persisten en atacar furiosamente a los adversarios de lo que queda de ese PRD. Como ha sido el caso del reportero Ángel Bolaños, del periódico La Jornada, quien fue víctima de la pandilla de la delegación de Coyoacán; la que ha estado más de 20 años en poder de Mauricio Toledo y Valentín Maldonado. Quienes se han turnado en los cargos de “representación”, como delegados y asambleísta, e incluso en una diputación federal, siempre con el herraje de un PRD que hoy ha de ponerse de tapete del PAN para sobrevivir.

Y es que en estas vísperas electorales, esa pandilla se ha dedicado a sabotear a golpes, patadas y toda clase de violencia, a los seguidores y candidatos del partido Morena. Así que en un mitin donde se presentó López Obrador y dos de Claudia Sheinbaum, esos perredistas con sus guaruras, agredieron salvajemente a los presentes. Y atacaron salvajemente a los periodistas que cubrían el acto para informar en sus medios de comunicación, donde la peor parte la sufrió Ángel Bolaños, quien tuvo que ser llevado a un hospital para ser atendido. En la denuncia que se presentó se prueba con fotografías y nombres de empleados de esa pandilla que sirve a los intereses corruptos que incuban Maldonado y Toledo,  que estaban entre los agresores el día 3 de enero; y que rompieron sillas, desgarraron mantas y lo más grave: golpearon a los presentes con la furia de lo que fue una barbarie,

Ángel Solanos fue asaltado y tumbado al suelo, donde sus atacantes lo patean y le lanzan sillas, como lo consigna el video que el mismo Bolaños logra captar y que fue publicado en La Jornada. La salvaje embestida en pandilla también ha sido un ataque a las libertades de prensa. Pues el delegado de Coyoacán extendió el permiso para los tres mítines y no cumplió con garantizar la paz de los eventos políticos; dejando o hasta ordenando que sus pandilleros sabotearan los actos, con la indiferencia del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, ya que tampoco sus fuerzas del orden estuvieron presentes.

Así que en una clásica maniobra delincuencial, Maldonado, Mancera y Toledo dejaron que fueran atacados los candidatos en esos eventos, y quisieron hacerlo ver como una autoagresión. Ya se las han tomado contra el mensajero las huestes delincuenciales. Y es contra los reporteros contra quienes constantemente enfocan sus baterías, imaginando que impedirán que la prensa, sobre todo escrita y por las redes sociales, publique los hechos de corrupción, robos, asaltos y todo lo que exige tener conocimiento la opinión pública. Cuando aún al precio de homicidios y agresiones, los periodistas han de cumplir con su deber profesional. Y ni las pandillas, estilo las que sirven al perredismo más corrupto, lo impedirán.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE: OPNIÓN][SECCIÓN: DEFENSOR DEL PERIODISTA]

 

Contralínea 577 / del 12 al 17 de Febrero 2018

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