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La Ley de Seguridad Interior viene a profundizar una transformación de las Fuerzas Armadas Mexicanas. Una transformación para mal, que las degrada, las desarticula como defensoras del Estado mexicano. Vaya que en Estados Unidos habrá funcionarios que festejaron al ver cómo otro país latinoamericano se quedaba sin Fuerzas Armadas verdaderas, capaces de representar una garantía de resistencia ante una intervención armada.

Los militares mexicanos hoy adolecen de identidad incluso. ¿Qué son? ¿Policías de elite? ¿Persecutores de delincuentes? ¿Agentes de investigación? ¿Muro de contención frente a movimientos sociales y armados? ¿Guardianes de una clase política-empresarial enriquecida de manera corrupta e impune? ¿Neoliberales avergonzados de su muy remoto origen revolucionario?

Ya nos ocupamos en otra entrega de las consecuencias para los derechos humanos de la Ley de Seguridad Interior. Y en varios espacios hemos podido leer análisis claros, contundentes, del retroceso que se le ha impuesto al país en materia democrática. Pero poco se ha dicho de las consecuencias de tal ley para las propias Fuerzas Armadas. ¿En qué las están convirtiendo?

Al mando supremo, al alto mando y a los mandos superiores –que no a las tropas de soldados y marineros– les urgía la Ley de Seguridad Interior. Por supuesto, esta nueva disposición legal no inaugura los cambios. Sólo viene a profundizar el rumbo que de facto y de manera ilegal ya habían tomado.

Los militares mexicanos no se preparan para defender a la nación. Se preparan para desplegarse y ocupar el territorio del pueblo que se han negado a defender. Algunas claves para ver hacia dónde van los miliares mexicanos podemos verlas en el más reciente índex de Ejércitos del mundo de la Global Firepower.

México aparece como la segunda fuerza militar de América Latina. El índice de la Global Firepower reconoce a Brasil como la primera entre las latinoamericanas.

Siguiendo a este umbrío sitio web –citado por medios de todo el mundo–, la potencia conjunta de las tres Fuerzas Armadas Mexicanas coloca al país como el número 4 de todo el Continente Americano (debajo de Estados Unidos, Canadá y el ya citado Brasil) y el 34 de todo el mundo.

En el 2017 Military Strength Ranking, publicado a mediados del pasado diciembre, la Global Firepower señala que la “fortaleza militar de México” –es decir, sus capacidades militares y potencia de fuego– es la número 34 de las 133 consideradas en la evaluación que realiza año con año.

Poco explica esta organización de cómo llega a tal clasificación. Sólo dice que se basa en más de 50 factores. “Nuestra fórmula permite que las naciones más pequeñas, aunque tecnológicamente más avanzadas, compitan con las más grandes y las menos desarrolladas”, asegura. Además, toma en cuenta las capacidades de las naciones para realizar una campaña prolongada de guerra, como sus recursos naturales y las características de su población (vieja, joven, con trabajo o sin él, por ejemplo). Dice que a los más de 50 factores observados les aplica su “fórmula interna” para calcular la potencia de fuego.

Más allá de las dudas que pueden advertirse sobre los resultados de su ranking, el estudio de la Global Firepower sirve para informarnos de asuntos que las Fuerzas Armadas Mexicanas ocultan a su población. Muchas veces, nuestros militares están más dispuestos a entregar información a sus contlapaches extranjeros que a los ciudadanos mexicanos.

Empecemos con que los efectivos de las tres Fuerzas Armadas Permanentes hoy suman casi 400 mil. Entre soldados del Ejército Mexicano y la Fuerza Aérea Mexicana y marinos de la Armada de México, el total de personal militar con el que dispone el país es de 383 mil 575 efectivos.

Pero además de estos recursos humanos y de armas largas y cortas para cada uno de ellos, ¿con qué juguetes cuentan nuestras instituciones militares, hoy premiadas con una Ley que les permitirá meter sus narices donde quieran? Recordemos que en México las Fuerzas están repartidas en dos secretarías de  Estado: la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Secretaría de Marina (Semar). Vayamos por partes. Veamos qué dice el informe de cada Fuerza.

Para referirse al poder aéreo, la Global Firepower nos dice que incluye a las aeronaves de ala fija y de ala rotatoria (helicópteros) de todas las ramas del servicio, es decir, no sólo a las de la Fuerza Aérea sino también del Ejército y la Armada. Hace bien, porque en países como México la Fuerza del mar rivaliza y pretende superar en aeronaves a la formal Fuerza del aire.

Los militares mexicanos (soldados y marinos) cuentan con un total de 452 aeronaves. Se trata de 42 aviones de ataque, 249 de transporte, 160 de entrenamiento y 209 helicópteros. México no tiene aviones ni helicópteros de combate.

Con respecto de la Fuerza terrestre, el Ejército y la Armada cuentan, en conjunto, con 695 vehículos de combate blindados, 12 vehículos de artillería autopropulsada y 375 vehículos de artillería remolcada. México ya no cuenta con tanque de combate alguno. Claro, tampoco cuenta con lanzamisiles.

La Fuerza del mar cuenta con 143 activos navales. De ellos, seis son buques de guerra fragatas; tres buques de guerra corvetas y 11 minas navales. Los 131 restantes son patrullas (tanto costeras como interceptoras). La Armada de México no cuenta con portaviones, buques de guerra destructores ni submarinos.

Como puede advertirse, las Fuerzas Armadas Mexicanas no se preparan para defender a la nación de alguna agresión externa. En realidad sus aviones, naves y vehículos están pensados para combatir a los “enemigos internos”. ¿Los narcos?

Con el tipo de equipo que cuentan parecen poco capaces de enfrentarse a otro Ejército regular. Por lo que se ve, se han preparado para ocupar el territorio nacional, investigar, perseguir, capturar y eliminar a sus enemigos. ¿Sólo delincuentes?

Zósimo Camacho

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ZONA CERO]

Contralínea 573 / del 14 al 20 de Enero 2018

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