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José Antonio Meade

La historia reciente nos revela que una regla en política es eliminar al antecesor (despedir o cesar) como una forma de borrar el pasado y poder gobernar sin lastres que estorben. Y en contrario, el funcionario saliente siempre buscará dejar como sucesor en el cargo público al más incondicional de sus colaboradores, para mantener el poder y asegurarse la impunidad necesaria ante cualquier investigación o denuncia en contra.

José Antonio Meade

Esto sucede en cada sexenio con el cambio de gobierno y el más claro ejemplo fue cuando Carlos Salinas de Gortari deja Los Pinos y hereda la silla presidencial a su incondicional Ernesto Zedillo Ponce de León, quien al llegar al poder se alía con la oposición de derecha y le entrega la Procuraduría General de la República al Partido Acción Nacional (PAN), concretamente al grupo encabezado por el Jefe Diego, a cambio de que metieran preso al hermano incómodo, Raúl Salinas de Gortari, y quitarse de encima al expresidente Carlos Salinas.

Sin embargo, esta regla que se había aplicado cada sexenio obedece a que el país había sido gobernado por políticos, pero hoy estamos ante uno de los grupos que aspiran al poder en 2018, conformado sólo con tecnócratas y aquello de eliminar al antecesor podría cambiar.

Me refiero al grupo no priísta que aspira por el PRI a suceder a Enrique Peña Nieto, quien desde que asumió el poder ha sido influenciado en todas sus decisiones por su alter ego Luis Videgaray (asesor, amigo y canciller), hasta en la decisión de José Antonio Meade como candidato presidencial priísta que busca ganar las próximas elecciones en 2018, ante un fuerte y consistente rival como es el morenista Andrés Manuel López Obrador.

Aunque cada gobierno tiene sus propios matices, lo que diferencia la forma de gobernar, hasta ahora no ha sido el presidente en turno quien lleve las riendas del poder –algo parecido a lo sucedido con Vicente Fox, cuyo gobierno manipuló a su antojo Francisco Gil Díaz–, de tal manera que la influencia ejercida por Luis Videgaray en Los Pinos, hasta para designar al sucesor de Peña, terminaría en convertirse en una amenaza real para el propio Meade de llegar éste a la Presidencia de la República, porque la injerencia de Videgaray sería grotesca y ostentosa.

Por lo tanto tocaría a José Antonio Meade decidir si se sacude a su amigo y compañero de universidad Luis Videgaray o le sigue permitiendo que continúe involucrándose en las principales decisiones que se toman en Los Pinos, como actualmente ocurre con Peña Nieto.

El antecedente es ya preocupante. Algunos cercanos a Meade aseguran que en las secretarías de Estado en donde el aspirante presidencial priísta se desempeñó en el actual gobierno, la intromisión de Videgaray fue tal que causaba gran malestar entre el equipo de trabajo, al punto que hasta Meade se quejaba de ello, por lo que se prevé que si llegara éste a la silla presidencial, el rompimiento con su promotor sería inminente si quiere gobernar con libertad.

Según esas versiones, tanto en Hacienda como en Relaciones Exteriores la influencia de Videgaray era absoluta e incluso dicen que operaba aún sin consultar al propio titular del ramo, como ocurrió con todo lo relacionado con la política exterior, principalmente en la relación con Estados Unidos, en donde Videgaray decidía lo que se hacía.

Por ello si Meade lograra imponerse en las elecciones del próximo año, Videgaray podría ver finalizado su futuro como titiritero político y como servidor público. Aunque, como señalamos al principio, los tecnócratas son distintos de los políticos y pudiera ser que gobierne el país alguien que no ocupe la silla presidencial.

Los precandidatos

En espera aún de declinaciones, alianzas y muchas frustraciones de los aspirantes presidenciales propuestos por partidos políticos y otros independientes, son en realidad dos precandidatos que ya se perfilan para alcanzar la Presidencia de la República.

A escasos seis meses del proceso electoral, el mejor posicionado según todas las encuestas es Andrés Manuel López Obrador, de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), y en segunda posición está el recién ungido por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Antonio Meade Kuribreña.

Después siguen los demás: Ricardo Anaya por el Partido Acción Nacional (PAN); Miguel Ángel Mancera por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), aunque ambos negocian y pelean candidatura única por el Frente. También están los independientes Margarita Zavala, esposa del expresidente Felipe Calderón y recién renunciada al PAN, y Jaime Rodríguez, el Bronco. Otra aspirante significativa porque representa a las olvidadas y menospreciadas comunidades indígenas del país, María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, de quien se espera logre alcanzar las firmas que le permitan aparecer en la boleta electoral.

En el caso del aspirante priísta Meade, en su currículum no le faltan grados académicos, tampoco cargos públicos, pues si de algo presumen sus seguidores y él mismo es de haber ocupado cuatro secretarías de Estado en dos gobiernos distintos (PAN y PRI), como si sola esa condición de saltinbanqui le asegure llegar a la Presidencia de la República y pueda resolver los grandes problemas que agobian al país.

Pero una prueba de la destreza de los aspirantes presidenciales se verá en los tres debates que el INE ha dispuesto antes de las elecciones de 2018 y allí podremos observar a un aspirante morenista con gran capacidad para el debate y la pelea callejera, un candidato priísta serio y educado pero sin cualidades políticas, un joven panista bronco con ganas de pelear con quien sea y un perredista con muchos argumentos jurídicos pero poca imaginación para enfrentar a su exjefe.

Miguel Badillo

[Oficio de papel]

 

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