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Palestina: ¿protestas en Jerusalén o albores de una Intifada?

Palestina: ¿protestas en Jerusalén o albores de una Intifada?

La Habana, Cuba. Los disturbios de finales del mes de julio en Jerusalén, alrededor de la Explanada de las Mezquitas, revivieron el espíritu de la Intifada palestina, la famosa  guerra de las piedras de 1987 y 2000.

Sin dudas lo que ocurrió en aquellos años enconó al máximo las percepciones entre las dos partes, como era de esperar que fuera entre el ocupante y el invadido, en un tipo de enfrentamiento en el cual no existe reposo y cuando en el caso árabe-israelí este estuvo en el horizonte en 1994, nada se concretó.

Cincuenta años después de la Guerra de los Seis Días, que evidenció los intereses geopolíticos de Israel respecto al espacio árabe y en especial referente al territorio palestino, los sujetos cambiaron pero persisten los componentes esenciales de la realidad política de junio de 1967.

En estos años ocurrió el advenimiento de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y la presencia como gobierno en la Franja de Gaza del Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamas), productos con patentes distintas.

Esos dos elementos de la ecuación política palestina, pese a sus diferencias sufren un común las agresiones de Israel; en el caso cisjordano se dirigen al desgate sistemático de sus estructuras y población mediante constantes represiones, y en cuanto a Gaza fueron  graves los bombardeos aéreos contra objetivos civiles en 2016.

Si bien transcurrió medio siglo de la Guerra de los Seis Días, sólo pasaron 30 años de la Intifada (en árabe levantar la cabeza, campaña de resistencia), en tanto el pensamiento sionista continúa con el nivel de agresividad sublimado y eso deja claro que nunca hubo una cena para dos.

Migajas de paz

Es un asunto de principios y del derecho a la defensa, plantean los palestinos mientras Tel Aviv se acoge al pretexto de una seguridad a ultranza -realmente muy poco amenazada en las condiciones actuales, cuando recibe cada vez más garantías de Occidente y en especial de Estados Unidos.

Los recientes acontecimientos muestran el cariz de la ideología sionista que blande la derecha empoderada en Tel Aviv, la cual causó cinco palestinos muertos y 450 heridos en las demostraciones callejeras de la vieja urbe contra las medidas impuestas por la policía de ocupación en la Explanada de las Mezquitas.

Tropas especiales israelíes invadieron el perímetro de Al Aqsa, uno de los lugares sagrados para los musulmanes, en Jerusalén, Al Quds Al Sharif para los creyentes; el templo y sus alrededores fueron escenarios de choques entre manifestantes árabes y los antimotines.

Durante 12 días, miles de palestinos rezaron en las calles próximas a ese lugar, tras las autoridades religiosas pedirles que no entraran a ese sitio como expresión de protesta contra la decisión israelí de instalar detectores de metales en los accesos de este espacio sagrado.

La situación de conflicto se dio en un ámbito ya cargado en la región, donde transcurren dos guerras, una en Siria y la otra en Yemen, y algunos gobernantes occidentales se complacen en agregar leña al fuego, como hizo el presidente estadounidense, Donald Trump.

Trump llamó en Riad, Arabia Saudita, a liquidar “el extremismo islamista”, calificó la lucha contra el terrorismo de batalla entre “el bien y el mal” y  se pronunció más alto cuando reclamó: “Expúlsenles. Expúlsenles de sus lugares de culto. Expúlsenles de la Tierra Santa”, y  después de reunirse con los árabes marchó a Israel.

Así no puede haber paz, sino migajas de esta.

La práctica

Tel Aviv trata de imponer unas reglas de juego con las que pretende hacer ver que resguarda su seguridad, aunque a costa de la inseguridad de los otros, y la guerra contra el terrorismo declarada por Washington encaja perfectamente en la gestión de la élite sionista, que identifica a todos los árabes y musulmanes como fanáticos suicidas.

Esa práctica expone una doctrina de dominación cuando crea situaciones políticas coyunturales difíciles de digerir, o cuando sus servicios secretos enrarecen y ensangrientan el ambiente, o cuando su torpeza ideológica le impide avanzar derecho, como ocurrió en el dilema de la Explanada de las Mezquitas.

El pasado 14 de julio dos árabes mataron a dos policías israelíes, lo cual “justificó” que Israel instalara detectores de metales y otros dispositivos de seguridad en esa área, una medida que enfureció a los musulmanes, quienes interpretaron eso como un intento de ampliar el control sobre el recinto.

Sin dudas con ese arranque policial Tel Aviv trató de crear una nueva realidad en la Explanada de las Mezquitas, pretendió cambiar el panorama político haciéndolo ver como una disputa confesional y cumplir así el macabro proyecto de legitimar la ocupación y desplazar a los palestinos, para lo cual va secuestrando Jerusalén Este.

Hamas opina

Al Aqsa es uno de los tres lugares de culto más importantes de los musulmanes, con las ciudades de La Meca y Medina, en Arabia Saudita.

Para el  Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamas) lo ocurrido en la Ciudad Santa tiene varias lecturas, y una es que se avanzó en la beligerancia contra la causa palestina. Consideró una victoria histórica la retirada israelí de los dispositivos de seguridad de la Explanada, pero indicó que la contienda por la mezquita continúa.

En un comunicado desde la Franja de Gaza, Hamas llamó a los palestinos de Cisjordania y Jerusalén a que se dirijan al lugar para reforzar ese “gran logro” y reafirmó que: “Nuestra batalla por Al Aqsa no ha terminado aún”.

Al resumir la situación en Jerusalén, medios de prensa opinaron que las tensiones persistirían debido a la conducta generada por las medidas de monitoreo y vigilancia implementadas por Israel en la Explanada de las Mezquitas, con su intención de dar legitimidad a la usurpación que es, en definitiva, el objetivo final de esas escaramuzas.

La ocupación de la Ciudad Santa tiene un claro contenido político y es demostrar que Israel puede situarse por encima del derecho internacional –recuérdese que la Resolución 181 (II) de la ONU, de 1947, recomienda la creación de dos Estados: uno palestino y el otro judío, con Jerusalén como ciudad bajo régimen internacional.

Julio Morejón/Prensa Latina

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]

 

 

Contralínea 552 / del 14 al 20 de Agosto de 2017