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Niños y adolescentes de Estados Unidos: bajo el peligro de las balas

Niños y adolescentes de Estados Unidos: bajo el peligro de las balas

Washington, Estados Unidos. Con preocupante frecuencia se leen en la prensa estadunidense historias como la de un niño pequeño que mató a su hermano con la pistola de su padre, o la de dos muchachas alcanzadas por el fuego cruzado de un tiroteo.

La alarma ante esos casos, que a veces aparecen como sucesos aislados en diarios y televisoras, se encendió mucho más con la reciente publicación de un informe en el cual se concluyó que el país registra anualmente unos 1 mil 300 fallecimientos por armas de fuego entre menores de 17 años.

El estudio, publicado el 19 de junio en la revista Pediatrics, arrojó además que unos 5 mil 790 infantes y adolescentes son atendidos cada año por heridas de bala.

Tales cifras significan que diariamente pierden la vida poco más de tres menores, mientras otros 15 son tratados de emergencia a causa de alguna lesión de ese tipo.

Tragedias en cifras

Para realizar ese reporte, los investigadores de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades analizaron datos sobre lesiones y muertes por disparos en niños de 0 a 17 años.

En ese estudio recopilaron información de tres bases de datos nacionales que rastrean detalles tales como lesiones no fatales, certificados relacionados con la violencia armada, registros de médicos forenses, informes de cumplimiento de la ley, entre otros aspectos.

De ese modo, concluyeron que de 2012 a 2014 murieron como promedio 1 mil 287 niños y adolescentes cada año, lo cual coloca a Estados Unidos como el lugar donde ocurren nueve de cada 10 decesos de ese tipo que se reportan en los países desarrollados del orbe.

Los hechos vinculados con armas de fuego provocan más fallecimientos entre esos grupos etarios que los casos de anomalías congénitas pediátricas, las enfermedades cardíacas, la influenza o la neumonía.

Según la investigación, la mayoría de las muertes corresponde a niños de 13 a 15 años, y los homicidios representan el 53 por ciento de los eventos reportados, con la mayor cantidad de víctimas entre infantes afronorteamericanos.

Los estados con las tasas más altas de asesinatos por armas de fuego en esas edades se concentraron en gran parte del sur (Alabama, Florida, Georgia, Luisiana, Mississippi, Carolina del Sur y Tennessee).

También hubo números elevados en territorios del medio oeste (Illinois, Missouri, Michigan y Ohio), dos del oeste (California y Nevada), y tres del noreste (Connecticut, Maryland y Pensilvania).

La investigación detectó un aumento alarmante en los suicidios, que de 2012 a 2014 representaron el 38 por ciento de las muertes, con los índices más altos en Montana, Idaho y Alaska.

En alrededor de un tercio de esos casos, el niño sufría de un estado de ánimo deprimido, y aproximadamente un cuarto tenía un problema de salud mental diagnosticado clínicamente, mientras el 26 por ciento le dijo a alguien con anticipación su intención de quitarse la vida.

Los análisis del presente informe confirman que los suicidios suelen ocurrir en respuesta a crisis de corto plazo. La disponibilidad de un arma de fuego puede ser especialmente crítica para un adolescente impulsivo en esos momentos, escribió el doctor Eliot W. Nelson, del Hospital Infantil de la Universidad de Vermont.

La peligrosa cercanía de las armas

El 26 de junio un niño de 9 años de edad falleció de un disparo cuando él y un amigo estaban jugando con una pistola, según dio a conocer la policía del condado de Marion, en el estado de Indiana.

Días antes, Bentley Thomas Koch, de cuatro años, se disparó fatalmente en el rostro en el estado de Pensilvania; y Harmony Warfield, de siete años, fue baleada por su primo de dos años en Tennessee.

Sucesos de esa índole hacen aún más controversial el tema de la portación de armas, al cuestionar las medidas de seguridad que se toman para mantenerlas alejadas del alcance de los menores.

Datos de la organización sin fines de lucro Law Center to Prevent Gun Violence indican que aproximadamente una de cada tres pistolas se mantiene cargada y desbloqueada en Estados Unidos, al tiempo que la mayoría de los niños saben dónde sus padres las guardan.

En julio de 2004, el Servicio Secreto y el Departamento de Educación publicaron un estudio que examinó 37 tiroteos ocurridos en escuelas desde 1974 hasta 2000, y de acuerdo con ese análisis, en más del 65 por ciento de los casos el atacante obtuvo el arma en su propia casa o en la de un pariente.

A decir del Law Center to Prevent Gun Violence, a nivel federal no existen en esta nación las llamadas leyes de prevención del acceso de los niños, las cuales imponen responsabilidad penal a los adultos que dan a los niños acceso sin supervisión a las armas de fuego.

El mayor o menor control sobre este tema recae entonces en las normas específicas de cada estado.

La cuestión es muy compleja en un país de 321 millones de habitantes, donde se calcula que existen más de 300 millones de esos artefactos y su portación es un derecho constitucional que usan como escudo los grupos de presión a favor de las armas de fuego.

Para la doctora Ruth Abaya, profesora asistente de pediatría en la división de Medicina de Emergencia del Hospital Infantil de Filadelfia, los hallazgos sobre la incidencia en los infantes sugieren que se necesitan iniciativas comunitarias para abordar el problema.

Creo que vamos a necesitar un enfoque multifacético para hacer que la prevención de la violencia armada en este país sea efectiva, manifestó a la cadena CBS.

A su vez, David Wesson, cirujano pediátrico del Hospital Infantil de Texas, indicó a la misma televisora que esta cuestión está llena de connotaciones políticas que pueden hacer difícil abordarla.

Sin embargo, sugirió como posibles enfoques la promoción de leyes de seguridad de armas y el uso más extendido de dispositivos de almacenamiento que las alejen del alcance de los menores.

Más allá de esas sugerencias, advirtió sobre el principal problema: “cuantas más armas hay, más mueren las personas por heridas de balas”.

Martha Andrés Román/Prensa Latina