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¿No pasa nada?

¿No pasa nada?

Lo que la mayoría de los mexicanos, por no decir todos, no deseaba, pasó. Donald Trump es el presidente electo de Estados Unidos. En la jornada electoral del 8 de noviembre nunca estuvo en riesgo su triunfo y los resultados cada vez más lo favorecían. Millones de personas en el mundo estuvieron atentas a este máximo evento de la nación más poderosa del orbe. La mayoría le apostaba a un triunfo de Hillary Clinton. Incluso, todas las encuestas le daban ventaja a ella, la ubicaban como favorita; pero como pasa en el futbol, no siempre gana el que supuestamente juega mejor sino el que mete el gol decisivo. ¿Es injusto? No lo creo. Sólo que Trump y su equipo hizo mejor su trabajo electoral. Echarle la culpa a alguien como las mujeres, a los latinos y otros factores es llegar a lugares comunes, porque Hillary ganó las elecciones en cuanto a números de votos obtenidos, pero no en cuánto a los votos electorales. Decir que es un sistema electoral no justo no es válido porque en toda su historia ha sido así y así lo han aceptado los ciudadanos estadunidenses.

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No voy a hacer una análisis de lo que pasó. Esto finalmente ya no importa, lo que interesa ahora son los impactos que ha tenido y va a tener para México el hecho de que Donald Trump sea el presidente. Recordemos que desde el inicio de su campaña electoral, él se lanzó contra México. Sus amenazas de construir un muro en la frontera, eliminar el Tratado de Libre Comercio, confiscar las remesas que envían los mexicanos residentes en Estados Unidos, frenar las inversiones estadunidenses en nuestro país, entre otras cosas, se pueden convertir en realidad.

Construir el muro no sólo implica levantarlo físicamente, implica una limitante para todo el mundo. No significa ladrillos, sino el rechazo abierto a la migración de todas las nacionalidades y una persecución, principalmente, a los ilegales. ¿Aumentarán las deportaciones? Eso produce miedo en nuestros connacionales. Pero hay que recordar que la mayoría de los presidentes estadunidenses lo han hecho. En la administración de Obama, aun con una política “a  favor” de los migrantes, se han deportado 3.5 millones de ilegales de varias nacionalidades. La construcción del muro no es una iniciativa de Trump, su construcción se inició con Bill Clinton y lo que quiere hacer es concluirlo. Pero, estas acciones no generaron un odio desmedido contra los migrantes.

En la era Trump, evitar que los migrantes entren a Estados Unidos por medio de un muro resulta secundario porque finalmente encontrarán nuevos caminos para hacerlo. Lo grave es que, para un sector de la sociedad estadunidense, este muro se ha convertido en un emblema para mostrar su odio y racismo. Es poner a estos sectores en una lucha abierta contra los migrantes y dañar por todos los medios la dignidad humana y ha provocado una gran división entre los ciudadanos de ese país. Es un muro que violenta los derechos humanos de las personas. Lo que quiere construir no solo es un muro de piedra, es un muro de violencia contra los latinos y otras nacionalidades.

México ha apostado su comercio internacional en el Tratado de Libre Comercio, aun cuando en algunos casos más que beneficiado ha sido perjudicado. Su revisión ha sido un sentir de los gobiernos estadunidenses, y es en lo que coincidían Trump y Hillary Clinton. En lo particular, considero que es necesaria su revisión, porque han pasado 22 años de su suscripción y los términos de intercambio han variado. Pero Trump lo quiere eliminar y eso representaría un duro golpe para el comercio con el vecino país, toda vez que existe una dependencia comercial del 70 por ciento entre ambos países.

Las remesas se han constituido en oxígeno para México y representan la segunda entrada de divisas a nuestro país. Si dejaran de entrar se haría un boquete en la economía mexicana y entonces habría que buscar nuevos caminos para compensarlo: uno sería aumentar impuestos, otro aumentar el endeudamiento, otro las reservas internacionales, aumentar intereses, entre otros. Cualquiera de estos caminos, si se recrudecen, puede conducir a una crisis económica que empobrecería más al pueblo mexicano.

En cuanto a las inversiones extranjeras en México, resulta que se capta porque nuestro país les da todas las facilidades a la empresa trasnacional para invertir en nuestro país. Sí genera empleo, pero los sueldos están en referencia a lo que se paga en el mercado nacional. Las utilidades, quitando lo que reinvierten, salen del país. Una medida importante que debe de adoptar el gobierno mexicano es fortalecer el mercado interno, es decir, fortalecer la empresa mexicana: que produzca para el mercado nacional, fomentar las exportaciones y limitar las importaciones de productos que ya se producen en México.

Vemos un escenario bastante pesimista. Y ante ello, el gobierno mexicano no reacciona. Cuando el Breixit, ni siquiera habían pasado 24 horas cuando el entonces Secretario de Hacienda (Videgaray), en conferencia de prensa, anunció un recorte presupuestal de 35 mil millones de pesos. Lo critiqué en el artículo “Bendito Breixit”, porque se había apresurado cuando nuestras relaciones comerciales con el Reino Unido no representan ni el 1 por ciento. Pero ahora fue al revés, no se adoptó ninguna acción ante un suceso de una nación con la que tenemos el 70 por ciento de nuestro intercambio comercial. Por lo menos, mandar un anuncio a los mercados financieros que había una reacción mexicana. Resultado: un impacto desfavorable en el tipo de cambio y una pérdida en el mercado de valores de alrededor del 7 por ciento en 3 días. Por lo menos debió revisarse con mayor seriedad el presupuesto que ya fue aprobado con los montos originales, sin tomar en cuenta los efectos internacionales que produce y producirá el triunfo de Trump. Vuelvo a insistir que los efectos macroeconómicos no se sienten inmediatamente, pero en el mercado de divisas y el mercado de valores son vulnerables ante cual cambio sea político, económico, social o por algún desastre natural.

Da la impresión que los agarró dormidos o que simplemente les vale, porque en la conferencia mañanera del 9 de noviembre, el secretario de Hacienda (Meade) y el gobernador del Banco de México (Cartens), salieron a decir nada y a prometer que revisarían lo que podría pasar, ante la hecatombe del tipo de cambio y del mercado de valores. El 11 de noviembre, sólo hacen la mención de administrar mejor las colocaciones de instrumentos financieros y que el gobierno puede con el presupuesto que aprobaron los diputados. Quizá lo más importante fue la declaración que no inyectarán recursos al mercado de divisas. Claro, esto fue un error porque fomentaron la especulación.

Oscar Enrique Díaz Santos*

*Doctor en Economía por la UNAM y especialista en gasto público y presupuesto

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]

Contralínea 515 / del 21 al 26 de Noviembre 2016

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