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El desierto se traga al territorio africano

El desierto se traga al territorio africano

Roma, Italia. Las dos terceras partes del Continente Africano ya son desierto o están secas. Ese vasto territorio, el segundo mayor del mundo después de Asia, es vital para la agricultura y para la producción de alimentos, pero casi tres cuartas partes de su superficie experimentan diversos grados de degradación.

Baher Kamal/Inter Press Service

baher-kamal-aEl impactante diagnóstico de un Continente con más de 30 millones de kilómetros cuadrados, donde viven 1 mil 200 millones de personas dispersas en 54 países, pertenece al mayor foro dedicado a este problema, la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD).

De hecho, en su informe Atendiendo la desertificación, la degradación de tierras y la sequía en África, la UNCCD, con sede en Bonn, explica que ese Continente sufre frecuentes sequías severas, que han sido particularmente graves en los últimos años en el Cuerno de África y en la región del Sahel.

 “La pobreza y la difícil situación socioeconómica están generalizadas y, como resultado, muchas personas sobreviven recurriendo a los recursos naturales”, subraya.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con sede en Roma, alertó el 28 de julio que en “África austral, agobiada por la sequía, se corre una carrera contra el tiempo para garantizar que 23 millones de personas reciban asistencia agrícola”.

Para evitar que en 2018 dependan de la asistencia humanitaria, se necesitan con urgencia 109 millones de dólares para distribuir semillas y otros insumos y servicios para plantar.

La FAO informó que su plan de respuesta procura garantizar que se entreguen semillas, fertilizantes, herramientas y otros insumos y servicios para que los pequeños agricultores y pastores puedan hacer frente a las devastadoras consecuencias de la sequía derivada del fenómeno de El Niño.

 “Los agricultores tienen que poder plantar en octubre, de lo contrario en marzo de 2017 la cosecha volverá a ser deficiente, lo que impactará severamente en la seguridad nutricional y alimentaria y en la subsistencia de la región”, detalló.

Situación desesperada

El futuro cercano y el de mediano plazo no es nada prometedor para África; para 2020, entre 75 millones y 250 millones de personas podrían quedar expuestas a estrés hídrico debido al cambio climático. Además, en algunos países, la producción que depende de las lluvias podría reducirse 50 por ciento.

La situación es tan grave que la Unión Africana (UA), junto con la UNCCD y otros socios, organizaron la Conferencia para la Sequía en África, que se realizó del 15 al 19 de agosto en Windhoek, Namibia.

En el encuentro participaron unas 700 personas, que debatieron sobre cómo frenar y evitar el rápido avance del desierto en este Continente y, en particular, se concentraron en la mitigación del impacto de las sequías y en el desarrollo de políticas nacionales para hacerle frente.

La conferencia se realizó en un momento en que África oriental y austral sufren una de las peores sequías de los últimos 50 años.

Namibia parece una sede acorde para este encuentro porque, entre otras razones, figuró en el lugar 51 entre los 120 países listados en el Índice Global del Hambre, de 2014.

La situación en ese país mejoró, pero aún padece un “grave problema de alimentación”, señaló el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

 “Los continuos episodios de sequía amenazan con desbaratar los logros obtenidos en el alivio a la pobreza, y es necesario que la respuesta sea colectiva”, señala.

En 2015, la sequía redujo la producción agrícola nacional en 46 por ciento por debajo del promedio de 16 años, por lo que se estima que unas 370 mil 300 personas corren el riesgo de pasar hambre, precisa el informe del PNUD.

Las tres agencias que atienden cuestiones de alimentación, la FAO, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (IFAD) y el Programa Mundial de Alimentos señalan en su informe conjunto El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo de 2015, que 42.7 por ciento de la población de Namibia está subalimentada.

Además, diversas organizaciones de desarrollo estiman que más de 52 millones de personas sufren inseguridad alimentaria en África oriental y austral, y que el número podría aumentar.

Cuatro de los 15 Estados miembro de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC) ya declararon una situación de desastre nacional por la sequía, y otros dos, denunciaron una emergencia parcial.

A propósito, el primer ministro de Namibia, Saara Kuugongelwa-Amadhila, recordó: “Los recursos hídricos desempeñan un papel decisivo en el desarrollo económico de todos los sectores. Invertir en garantizar la disponibilidad de agua no sólo protege a la sociedad de riesgos concretos, sino que significa invertir para permitir el crecimiento económico”.

La peor sequía en 35 años

Las últimas temporadas seguidas de sequías, con el agregado de que la de este 2016 es la peor de los últimos 35 años, golpearon particularmente a las familias más vulnerables de las zonas rurales debido al aumento del precio del maíz y de otros cultivos básicos, precisó la FAO.

 “El resultado es que casi 40 millones de personas en la región podrían experimentar inseguridad alimentaria en el pico de escasez que se registrará a principios de 2017. Todos los países de África austral se verán afectados”, observó.

 “El elevado desempleo y las economías paralizadas hacen que la principal forma de conseguir alimentos sea la producción propia. Ayudarlas a lograrlo representa un apoyo vital en la región, donde por lo menos 70 por ciento de la población depende de la agricultura para sobrevivir”, alertó David Phiri, coordinador para África austral de la FAO.

Además, la generalizada pérdida de cultivos exacerbó la malnutrición crónica. Hay denuncias de más de 640 mil animales muertos por la sequía en Botswana, Swazilandia, Sudáfrica, Namibia y Zimbabwe a raíz de la falta de pasturas, de agua y del brote de enfermedades.

La FAO reclama inversiones que ofrezcan a las comunidades la capacidad de producir semillas tolerantes a la sequía y forraje, además de tecnologías para practicar una agricultura climáticamente inteligente, como la agricultura de conservación.

El objetivo es permitir que las familias rurales construyan resiliencia y se preparen para futuros golpes, en especial porque aparecerán nuevos desafíos.

 “La Niña, la otra parte del fenómeno de El Niño-Oscilación del Sur, probablemente ocurra más adelante este año y, si bien puede traer buenas lluvias, que es bueno para la agricultura, hay que tomar medidas para mitigar el riesgo de inundaciones, que pueden destruir los cultivos y poner en riesgo al ganado, dejándolo más vulnerable a las enfermedades”, alertó. (Traducido por Verónica Firme)

Baher Kamal/Inter Press Service

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]

Contralínea 502 / del 22 al 27 de Agosto 2016

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