Síguenos en redes

La Unión Europea, descuartizada

La Unión Europea, descuartizada

Roberto Savio*/IPS

Roma, a, Italia. La eurozona se construyó sin afianzar sus vigas y ahora empiezan a aparecer grietas. La idea de que una moneda común sería suficiente para integrar 19 países quizás hubiera sido posible si la anterior generación de líderes políticos competentes todavía estuviese en funciones.

Los actuales políticos son incapaces de sueños y visiones. A nivel de la Unión Europea la irresuelta crisis de los refugiados es un buen ejemplo de falta de solidaridad.

En lo que va de este año se ha ensanchado la brecha Norte-Sur en el Continente. Los países acreedores del Norte de Europa no quieren ayudar a los países deudores del Sur.

Ahora surge otra división entre Europa oriental y occidental. Los países del Este no tienen la menor intención de asumir ninguna responsabilidad en la crisis de los refugiados. La imagen que simboliza esta actitud es la de la periodista húngara Petra Laszlo, captada haciendo una zancadilla a un refugiado que corre con su hijo en brazos.

Hagamos algunas reflexiones. La primera, acerca de la identidad de Europa. Muchos dan por sentado que todos los países europeos comparten una historia y una cultura comunes.

La historia es mucho más importante de lo que solemos asumir, pero no pasemos por alto un simple hecho histórico: la Europa que se proyectaba en el mundo era sólo su mitad occidental.

La Europa en tiempos de colonias e imperios era sólo de Portugal, España, Francia, Italia, Holanda, Bélgica, Gran Bretaña y Alemania.

Ningún país de Europa Oriental, empezando por Austria y terminando con Polonia, tuvo nunca una colonia. Más tarde, cuando el colonialismo y el imperialismo expandieron el comercio y las finanzas bajo el control de grandes empresas occidentales, en Europa Oriental no surgió ninguna corporación transnacional.

La Europa internacional en realidad era Europa Occidental. En 1991, tras el fin de la Guerra Fría, la Sociedad Internacional para el Desarrollo (SID) organizó una conferencia en Viena entre los presidentes del Senado y de las comisiones parlamentarias de Asuntos Exteriores de la ahora libre Europa Oriental y sus pares occidentales. Los occidentales querían conocer la política de los orientales hacia los países del Sur en desarrollo.

A un parlamentario polaco se le encomendó la tarea de hablar en nombre de la región oriental. Su posición se puede resumir en algunas frases:

—No nos sentimos agradecidos a Europa, sí a Estados Unidos. Si no fuera por ellos todavía estaríamos bajo el comunismo.

—Gastamos mucho dinero y esfuerzos en África, Asia y América Latina, porque la [entonces] Unión Soviética nos ordenaba hacerlo durante la Guerra Fría. Ahora que somos libres no podemos preocuparnos de esos países. En primer lugar debemos desarrollarnos y, cuando alcancemos el nivel de Europa Occidental, volveremos a pensar en el Sur.

—El comunismo nos privó de su nivel de vida y queremos recuperarlo. Esto es también un deber de Occidente. Más nos valdría unirnos a Estados Unidos. Como esto no es posible, nos uniremos a Europa. Lo hacemos para obtener los recursos que necesitamos y es su obligación dárnoslos.

—Nuestra posición es que se debe dejar de asignar recursos a los países de África, Asia, América Latina y, en cambio, encaminar esos recursos y otros que se puedan encontrar, hacia nosotros.

El dramático éxodo de refugiados es una consecuencia directa de las políticas de Europa y de Estados Unidos en el mundo árabe. La invasión de Irak, y sobre todo las acciones de la administración incompetente de Washington, abrió la caja de Pandora de la cual surgió el Estado Islámico.

A esto hay que añadir la catastrófica intervención en Libia encabezada por Nicolas Sarkozy (presidente de Francia entre 2007 y 2012), así como la intromisión de Estados Unidos y de Europa en Siria. Los 200 mil sirios muertos y los más de 4 millones de refugiados pesan en la conciencia de Rusia, Estados Unidos, de los países europeos y árabes, que están luchando en una guerra por el poder en Siria.

Pero los ciudadanos de Europa Oriental sienten que no tienen nada que ver con las invasiones en Oriente Medio. Según ellos, “nos unimos a la Unión Europea para recibir ayuda y turistas, no inmigrantes”.

Esta percepción también explica la indiferencia de Europa del Este hacia el drama griego. Es otro síntoma del hecho de que la Unión Europea, de 28 miembros, desgarrada por contrastes Norte-Sur y Este-Oeste, parece dividida en cuatro.

Entre tanto, todos alaban las posturas de la canciller alemana, Angela Merkel, sobre la cuestión de los refugiados. En verdad, ella está siguiendo más el cerebro que el corazón.

Merkel conoce las proyecciones demográficas que indican que Europa y Alemania necesitan una masiva afluencia de inmigrantes si desean seguir siendo competitivos a nivel internacional.

Las proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas señalan que en el corto plazo es necesario recibir al menos 20 millones de personas para compensar la escasez de fertilidad interna.

Este fenómeno bien conocido es crucial para el futuro de Europa. Sin embargo, esta región de casi 500 millones de personas, presionada por el ascenso de partidos xenófobos, durante meses ha estado debatiendo cómo dar cabida a 45 mil refugiados, lo que es un buen ejemplo de cómo Europa ha perdido su rumbo.

En el Líbano los refugiados ya representan 25 por ciento de la población, mientras que la última oleada de refugiados a la Unión Europea equivale a un insignificante 0.11 por ciento de sus habitantes. Los 11 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos representan el 3.5 por ciento de una población racialmente heterogénea de 320 millones.

Merkel sabe que a partir del próximo año la población alemana comenzará a disminuir, mientras Rusia está perdiendo 800 mil ciudadanos cada año.

La iniciativa de Merkel también tuvo el efecto positivo de poner a los partidos europeos de extrema derecha contra la pared. No obstante, hay 60 millones de refugiados en el mundo y no existe una política de responsabilidad hacia ellos.

Estados Unidos actúa como si no tuviera nada que ver con los 4 millones de refugiados sirios, que en su gran mayoría han escapado a países que no son ricos, como Líbano, Jordania y Turquía.

Ahora su secretario de Estado, John Kerry, considera la posibilidad de recibir hasta 100 mil refugiados, mientras ninguno de los 14 candidatos presidenciales ha considerado el tema de los refugiados durante la precampaña electoral.

Ni hablar de los monarcas de los países del Golfo, quienes han participado activamente en la destrucción de Siria. Asisten a los refugiados mediante grandes contribuciones financieras, pero inferiores a lo que han invertido en la guerra.

Deberíamos dejar de declamar solidaridad y empezar a hablar de responsabilidad. Esto es lo que debemos exigir.

 

 

Roberto Savio*/IPS

*Fundador y presidente emérito de IPS; editor de Other News

[BLOQUE: OPINIÓN] [SECCIÓN: ARTÍCULO]

 

 

 

 

Contralínea 457 / del 05 al 11 de Octubre 2015