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Europa teme envejecer… y desaparecer

Europa teme envejecer… y desaparecer

Glenda Arcia*/Prensa Latina

En Sellia, un pueblito de la sureña región italiana de Calabria, está prohibido morir. Una ordenanza emitida por el alcalde Davide Zicchinella a principios de agosto de este año así lo establece, y exige a las 500 personas que allí residen hacer todo lo posible para mantenerse saludables.

Quienes no se protegen ponen en riesgo su vida y la de la comunidad. Aquellos que no se cuiden y practiquen hábitos perjudiciales deberán pagar mayores impuestos, explica el gobernante y pediatra de profesión.

Aunque pudiera parecer sacada de una historia de ficción, la norma es tan real como imposible de cumplir.

No es una broma –asevera Zicchinella–. Sellia, como muchas otras localidades del Sur del país, es afectada por la despoblación. Garantizando la protección de nuestros habitantes, evitamos que nuestra comunidad desaparezca.

Con tal propósito, el gobierno local ofreció facilidades para el acceso a centros médicos y dispuso la realización de análisis periódicos a los pobladores.

Financiamos servicios muy costosos e importantes. Por eso, quienes los usen gozarán de descuentos y beneficios, pero los que no tomen prevenciones deberán pagar tasas adicionales, señaló el alcalde interrogado por medios de prensa.

Según estudios recientes, durante los últimos 15 años Sellia perdió casi un tercio de su población y el 60 por ciento de sus residentes está por encima de los 70 años, la mayoría de ellos son mujeres viudas. Éste es sólo un caso de muchos en Europa, atribuidos a la migración y el envejecimiento poblacional, problemáticas que alarman y suponen un gran desafío en naciones de todo el Continente.

Si bien el abandono de las zonas rurales por una parte de sus habitantes, quienes buscan un mejor futuro en las grandes ciudades, es considerado un fenómeno preocupante, la disminución de los nacimientos mantiene alerta a los gobiernos.

De acuerdo con proyecciones de la Comisión Europea, hacia 2050 la cifra de ciudadanos establecidos en países del bloque comunitario ascenderá a 526 millones y comenzará a descender a partir de ese momento.

Por otra parte, la expectativa de vida para los hombres será de aproximadamente 84 años y para las mujeres de 89.

No obstante, en tanto se prevé que la cantidad de personas menores de 20 años se mantenga en niveles similares durante las próximas 5 décadas (20 por ciento de la población total de la Unión Europea), se espera que los mayores de 65 años aumenten de un 18 a un 28 por ciento.

Si bien los expertos pronostican un aumento de la cifra de residentes comunitarios, también alertan sobre la edad de los mismos, cada vez más entre los rangos superiores a los 50 años.

Según Teresa Castro, demógrafa y profesora española, “el envejecimiento poblacional es fruto de dos procesos concurrentes: la prolongación de la esperanza de vida y el descenso de la fecundidad, que reduce el peso relativo de la población infantil y, con el tiempo, el de la adulta joven”.

Pese a ser considerado un resultado del desarrollo y las conquistas sociales, dicho fenómeno plantea importantes retos para el mercado laboral y la sostenibilidad del Estado de bienestar, explica la investigadora, quien advierte sobre la importancia de los cambios demográficos y su lugar prioritario en los debates actuales.

El descenso de la cantidad de habitantes económicamente activos resulta cada vez más alarmante, pues atenta contra el sostenimiento de cada país, el mantenimiento de los logros alcanzados y el progreso social.

Aunque, “el envejecimiento de la población es un proceso inevitable e irreversible en las sociedades demográficamente avanzadas”, Castro señala la posibilidad y necesidad de establecer iniciativas dirigidas a aumentar la fecundidad, la participación laboral y la capacidad productiva.

Mejorar las condiciones de los ciudadanos, promover una conciliación entre la vida laboral y familiar, lograr una mayor inversión en la educación y motivar a jóvenes, mujeres y adultos mayores con capacidad para continuar trabajando, son algunas de las medidas propuestas por estudiosos sobre el tema.

Aun cuando algunos defienden el aumento de la inmigración como alternativa viable, otros llaman la atención sobre su impacto a corto y mediano plazos. La llegada de foráneos permite incrementar la fuerza de trabajo y mitigar coyunturalmente los desequilibrios existentes, pero con el tiempo su efecto se diluye y no puede contrarrestar la tendencia al envejecimiento inherente a la dinámica poblacional, explica Castro.

Para Asghar Zaidi, asesor del Centro Europeo para las Políticas de Bienestar Social e Investigación, el incremento de la población adulta “podría considerarse un peligro u ofrecer nuevas oportunidades para la sociedad, dependiendo de cómo lo afrontemos”.

Tanto el Ejecutivo comunitario como los gobiernos de los Estados miembros reconocen el impacto de ese fenómeno y expresan su respaldo a programas que permitan alcanzar un incremento de la natalidad y la participación de las personas mayores en actividades productivas, así como el diálogo intergeneracional.

No obstante, organismos humanitarios advierten sobre la exclusión y discriminación por edad aún presente en la sociedad actual, ante lo cual exigen una mayor responsabilidad por parte de la dirección de cada país.

En ese sentido, abogan por priorizar la atención a esa problemática en las agendas nacionales e incrementar los estudios al respecto, además de la ejecución de medidas y acciones eficaces, basadas en el respeto y la solidaridad.

 

Glenda Arcia*/Prensa Latina

*Periodista de la Redacción Europa de Prensa Latina

[BLOQUE: OPINIÓN] [SECCIÓN: ARTÍCULO]

 

 

 

 Contralínea 453 / del 07 al 13 de Septiembre 2015