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Una Europa para las multinacionales

Una Europa para las multinacionales

Adrián Levy Pernudo*/Centro de Colaboraciones Solidarias

Unas 350 multinacionales habrían evadido impuestos a través de un sistema de ingeniería fiscal situado en Luxemburgo, según una investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por su sigla en inglés) y un equipo de más de 80 profesionales de la información de 26 países. El escándalo Luxleaks afecta al actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quien fue ministro de Finanzas y primer ministro del pequeño Gran Ducado entre 1995 y 2013.

La trama se desarrolla de la siguiente manera: una consultora, en este caso PwC –que forma el Big Four junto con Deloitte, KPMG y Ernst & Young–, realiza acuerdos fiscales con el Estado para empresas determinadas. Unos acuerdos que permiten a dicha compañía conocer cuál será el tratamiento impositivo que va a recibir en Luxemburgo. Con el beneplácito de las partes se abre un amplio abanico de posibilidades para una mínima tributación.

Imaginemos una compañía estadunidense que tiene beneficios en España, pero, ávida de no querer tributar el impuesto de sociedades a la Hacienda Pública española, decide radicar su sede en Luxemburgo. Entonces su filial española llevará los beneficios al pequeño Gran Ducado sin tributación, ya que es un pago transfronterizo entre Estados miembros.

La segunda vía requiere de una matriz luxemburguesa que conceda préstamos a sus filiales en otros países. Las sociedades radicadas en Luxemburgo están exentas de impuestos sobre los ingresos por intereses y es aquí donde los beneficios obtenidos no tributados en otros países vuelven en forma de desorbitados intereses al origen, Luxemburgo. Incluso pueden atribuirse como gastos deducibles que desgraven en el país de la filial y, si los intereses se disparan por encima del beneficio sumado, la filial entra en pérdidas y se genera un crédito fiscal para reducir futuros impuestos.

De esta manera y con alguna otra argucia financiera ha actuado en los últimos años Luxemburgo, uno de los países fundadores de la Unión Europea, con la renta per cápita más alta del planeta según el Banco Mundial y un aceptable –y negociable– impuesto de sociedades del 29 por ciento.

Una actitud que, según fuentes comunitarias, ya había sido cuestionada. En concreto se abrieron dos expedientes contra Luxemburgo por posibles ayudas públicas ilegales en sus acuerdos fiscales con Fiat y Amazon. Pero existen otras dos investigaciones abiertas. Una contra Irlanda por acuerdos con Apple y otra contra Holanda por Starbucks.

Un grupo de euroescépticos, liderado por Nigel Farage, ha presentado una moción de censura contra Juncker en el Parlamento Europeo, apenas 2 semanas después de haber tomado posesión de su cargo. Una iniciativa que se votará la próxima semana y que requiere mayoría de dos tercios de la Cámara. Consideran a Juncker “directamente responsable” de los acuerdos firmados por Luxemburgo y lo acusan de causar pérdidas de “miles de millones de euros” en ingresos tributarios al resto de los Estados miembros. Sin embargo, tanto populares como socialistas europeos han mostrado su apoyo al presidente de la Comisión.

El portavoz comunitario, Margaritis Schinas, indicó que “si los esquemas de ayudas de Estado de Luxemburgo no se ajustan a las normas del mercado interior, se actuará”.

En una comparecencia ante los medios de comunicación, Juncker sostuvo que él no era el arquitecto de la estructura fiscal de Luxemburgo. Además, ha justificado su labor como primer ministro del país europeo ya que los tax rulings son “una práctica totalmente establecida en 22 países miembros de la Unión Europea”.

Algunos creen que la solución es la armonización fiscal en la Unión Europea. Incluso desde la Comisión se ha propuesto un proyecto de armonización de la base del impuesto sobre sociedades. El comisario de Economía y Fiscalidad, Pierre Moscovici, ha anunciado una directiva para 2015 que permitirá el intercambio automático de información entre países sobre decisiones fiscales con empresas.

Quien ha mostrado su disconformidad con las nuevas promesas europeas ha sido el actual primer ministro del pequeño Gran Ducado, Xavier Bettel. Incluso se ha mostrado favorable a aumentar el número de funcionarios que se encarguen de negociar los rulings.

Cada día amanece en Europa un Continente burocratizado y austericida, que parece haber perdido sus valores fundamentales. Ya no es el momento estelar de Schuman y Adenauer. Ahora es tiempo de Juncker contra Juncker.

Adrián Levy Pernudo*/Centro de Colaboraciones Solidarias

*Periodista

 

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 Contralínea 414 / del 30 de Noviembre al 06 de Diciembre del 2014