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La guerra secreta en Grecia

La guerra secreta en Grecia

En 1967, Estados Unidos no vaciló en orquestar el derrocamiento del gobierno legítimo y mayoritario de Grecia por una camarilla militar extremadamente minoritaria para mantener así el orden liberal. Pero el objetivo de Estados Unidos no era impedir que Grecia pasara a la órbita soviética, sino conservar el control de los Balcanes. Y con tal de alcanzar ese fin organizó un golpe de Estado que dice mucho sobre lo que Washington entiende por “democracia”. La investigación sobre la guerra secreta librada por Estados Unidos y la OTAN en Europa demuestra la utilización de métodos ilegales e ilegítimos para imponer los intereses atlantistas en países “amigos”

Daniele Ganser/Red Voltaire

Basilea, Suiza. Bajo las órdenes del dictador fascista Benito Mussolini, las tropas italianas trataron de invadir Grecia en 1940. Pero fueron rechazadas por un masivo movimiento de resistencia popular. Al año siguiente, Adolfo Hitler, descontento por la derrota del Duce, decidió enviar sus propios soldados. Estos últimos conquistaron Grecia y la pusieron bajo el control de las potencias del Eje. Pero los griegos no habían depuesto las armas y, durante todo el tiempo que duró la guerra, el ejército alemán, obligado a luchar contra una resistencia encarnizada, tuvo muchas dificultades en conservar el control del país.

En Grecia, al igual que en Italia y Francia, los movimientos de resistencia contra la ocupación fascista estaban dominados por la presencia de los comunistas. El Ejército Popular de Liberación (ELAS, por su sigla en griego) se había fundado por iniciativa del Partido Comunista Griego (KKE) unos meses después de la invasión alemana. En sus filas combatían partisanos provenientes de todas las sensibilidades de izquierda, mujeres y también eclesiásticos, entre los que se hallaban incluso algunos arzobispos. Los comunistas dominaban también el Frente de Liberación Nacional (EAM), ala política del ELAS. De los 7 millones de habitantes que contaba Grecia en aquella época, 2 millones eran miembros del EAM y 50 mil eran combatientes activos del ELAS.

El ELAS era el enemigo número uno de los nazis y su objetivo era, ante todo, recuperar el control del país. En la realización de sus operaciones, el ELAS contaba con el respaldo del Special Operations Executive (SOE) británico cuyos oficiales aportaban sus consejos a los miembros de la resistencia griega en el terreno y les proporcionaban armas y municiones. Numerosas amistades surgieron en aquel entonces entre los combatientes del ELAS y los agentes de enlace del SOE. Pero los hermanos tuvieron que separarse bruscamente cuando el primer ministro británico Winston Churchill decidió, en marzo de 1943, suspender el respaldo al ELAS por temor a que, después de la derrota del Eje, Grecia quedara bajo el control de los comunistas. En octubre de 1943, Churchill envió secretamente a quien fuera su ministro de Relaciones Exteriores, Anthony Eden, a ver a Stalin para concluir el reparto de los Balcanes. El acuerdo, sellado en Yalta, Crimea, dejaba el campo libre en Grecia a estadunidenses y británicos y preveía que Rumania y Bulgaria quedaran bajo control de los soviéticos.

Para reducir la influencia de los comunistas y de los socialistas griegos, Londres preveía reinstalar en el poder al exrey de Grecia, quien dirigiría el país con ayuda de un gobierno conservador. Una directiva del Foreign Office, el ministerio británico de Relaciones Exteriores, emitida el 20 de marzo de 1943 mencionando aquel cambio, precisa que:

 “El SOE debería volverse sistemáticamente hacia los grupos dispuestos a respaldar al rey y al gobierno y hacer que los movimientos antimonárquicos entiendan bien que el rey goza del respaldo del gobierno de Su Majestad” (sic).

Pero el soberano no era precisamente popular en Grecia, esencialmente porque había optado por la colaboración con el dictador fascista Metaxas. Bajo la inspiración de Hitler y de Mussolini, Metaxas había instaurado, a finales de la década de 1930, el saludo fascista –brazo derecho extendido hacia delante– y una policía secreta particularmente brutal. A pesar de ello, Londres proseguía su política de respaldo a los conservadores y, en octubre de 1943, el Foreign Office llegó a considerar “una verdadera política tendiente a atacar y debilitar al EAM con todos los medios disponibles”, estrategia que finalmente fue abandonada porque fue juzgada como “susceptible de comprometer las posibilidades de logros en el plano militar y de resultar contraproducente al fortalecer la legitimidad política del EAM”.

El cambio de actitud de los británicos fue una verdadera sorpresa para los miembros del ELAS, quienes se convirtieron a partir de entonces en blanco de verdaderas cacerías humanas por parte de excolaboradores pronazis y de las unidades especiales de la extrema derecha respaldadas por los británicos –como los Grupos X del soldado chipriota George Grivas–. Churchill, quien observaba el terreno a distancia, notó sin embargo que los Grupos X, incapaces de lograr la incorporación popular, no llegaban a más de 600 miembros mientras que el ELAS seguía siendo la principal fuerza de guerrilla en el país.

En ese contexto, el primer ministro británico decidió, a fines de 1944, tomar medidas adicionales para impedir que los comunistas griegos llegasen al poder. Ordenó entonces la creación en Grecia de un nuevo ejército secreto de extrema derecha. Como escribió el periodista Peter Murtagh: “Dentro del Ejército griego se creó una nueva unidad a la que se llamó Brigada Montañesa Griega, Fuerza de Intervención Helénica o LOK, según su sigla en griego (Lochos Oreinon Katadromon)”. Concebida como un arma contra comunistas y socialistas, aquella unidad estaba vedada a “todos aquellos cuya sensibilidad política oscilaba entre el conservadurismo moderado y la verdadera izquierda. Bajo la supervisión de los oficiales británicos que aplicaban las órdenes expresas de Churchill, la unidad se creó con monárquicos y antirrepublicanos”.

El mariscal Alexandre Papagos fue seleccionado para ser el primer director de la LOK y, con el apoyo de los británicos, comenzó a reclutar militantes de extrema derecha y a combatir contra el ELAS. Mientras este Ejército de Liberación Popular se veía obligado a luchar simultáneamente contra el ocupante nazi y también contra la Fuerza de Intervención Helénica, Churchill temía el escándalo que podía estallar si la población británica llegaba a saber que Londres estaba apoyando en secreto a los fascistas que luchaban contra los comunistas griegos. En agosto de 1944, Churchill ordenó por lo tanto a la BBC no hacer “ninguna mención de ningún tipo” del ELAS cuando se hablara de la liberación de Grecia. Pero, semanas más tarde, la resistencia griega logró finalmente vencer al ocupante alemán y Hitler se vio obligado a retirar sus tropas del país. Winston Churchill exigió de inmediato que la resistencia entregara las armas, cosa que el ELAS estaba dispuesto a aceptar a condición de que su último enemigo –la LOK– hiciese lo mismo.

Al negarse Gran Bretaña a que el ejército secreto entregara sus armas, el EAM organizó en Atenas una gran manifestación democrática para denunciar la injerencia británica en los asuntos políticos de la Grecia de la posguerra. La manifestación tuvo lugar el 3 de diciembre de 1944, es decir, apenas 6 semanas después de la retirada de las tropas alemanas de ocupación. Los organizadores de la manifestación habían dejado en claro su intención de oponerse a los británicos por medios pacíficos ya que la marcha debía dar paso al inicio de una huelga general. Poco después de las 11 de la mañana, un grupo de entre 200 y 600 manifestantes avanzó hacia la Plaza Syntagma, frente a la sede del Parlamento. Al pequeño grupo, que se componía en parte de mujeres y niños reunidos en un ambiente festivo, debía unirse una multitud de 60 mil personas que se había retrasado por causa de una serie de barreras policiales. En momentos en que unos pocos cientos de personas avanzaban hacia la plaza surgió a su paso una hilera de hombres armados conformada por policías y milicianos, entre los que se hallaban al parecer miembros de la LOK. Soldados británicos y policías armados con metralletas habían tomado posiciones sobre los techos de los edificios vecinos. La tensión era evidente.

Se dio orden de “dispararle a esos sarnosos” y la manifestación pacífica se convirtió de pronto en un baño de sangre. Una lluvia de balas cayó sobre los manifestantes, que se dispersaron en todas direcciones. Según testigos, la balacera duró cerca de 1 hora. Murieron 25 manifestantes, entre ellos un niño de 6 años, y 148 resultaron heridos. Minutos después llegó al lugar el cortejo principal. En una sorprendente muestra de serenidad, los 60 mil manifestantes se reunieron solemnemente alrededor de los cuerpos de sus compañeros asesinados. Las pancartas, empapadas con la sangre de los muertos, exigían el fin de la injerencia británica en los asuntos de Grecia. Numerosos manifestantes agitaban banderas griegas y estadunidenses, otros enarbolaban la bandera roja del socialismo. Raros eran los que aún levantaban la bandera británica.

En Londres, Churchill tuvo que enfrentar la cólera de la Cámara de los Comunes, que exigía explicaciones sobre las atrocidades cometidas en Atenas. Aunque reconoció que los hechos eran “chocantes”, el primer ministro británico calificó de estúpida la decisión de llevar tantos niños a un desfile en una ciudad llena de hombres armados. Nunca se investigó el papel del ejército secreto de la extrema derecha en la masacre de la Plaza Syntagma.

Después de aquella demostración de fuerza, los británicos restauraron la monarquía en Grecia y lograron que el ELAS entregara las armas a cambio de una promesa de elecciones nacionales democráticas, que se realizaron en marzo de 1946. Al tomar el Partido Comunista Griego y la centroizquierda la desacertada decisión de boicotear las elecciones, como protesta contra la ocupación británica de su país, la derecha obtuvo una incuestionable victoria. El país vivió a partir de entonces bajo una sucesión de gobiernos títeres de derecha a las órdenes de Londres. Convencido de que Grecia caería fatalmente bajo la autoridad brutal de Stalin si la izquierda griega llegaba al poder, el gobierno siguió ordenando el arresto de los miembros del EAM, muchos de los cuales fueron torturados en los campos de prisioneros de triste recordación, que se construyeron en las islas griegas.

En 1945, la mayoría de los Estados celebraron el fin de la Segunda Guerra Mundial y, para evitar la repetición de aquel trágico conflicto, fundaron la Organización de las Naciones Unidas. Pero en Grecia proseguía la lucha y se inició la Guerra Fría. A fuerza de frustración, una fracción de la izquierda griega decidió retomar las armas y en el otoño de 1946 emprendió una guerra civil contra los británicos y la derecha local. Extenuado por la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido ya no era capaz de garantizar el control de Grecia y a principios de 1947 pidió ayuda a Estados Unidos. El especialista de la estadunidense Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) William Blum cuenta que “los responsables de Washington sabían perfectamente que su nuevo ?gobierno-cliente’ era tan venal y negligente en materia de derechos humanos que hasta los más fervientes anticomunistas estadunidenses estaban escandalizados”.

Sin embargo, como la Yugoslavia comunista proporcionaba armas a la izquierda griega y dado que Grecia parecía a punto de caer en el comunismo, el entonces presidente Truman logró, exponiendo su famosa doctrina, convencer al Congreso de que era necesario intervenir en Grecia de forma oficial. Grecia se convirtió así en el primer país invadido por Estados Unidos en el marco de su política de lucha mundial contra el comunismo. Durante las siguientes décadas, Washington utilizó el ejemplo griego para justificar sus invasiones declaradas o clandestinas en Corea, Guatemala, Irán, Cuba, Camboya, Panamá y en tantos otros países.

En una singular pirueta ideológica, Truman calificó al corrupto gobierno conservador de Atenas de “democrático” y convirtió a sus opositores de izquierda en “terroristas” mientras las tropas estadunidenses desembarcaban en Grecia con armamento pesado. Junto a la Fuerza de Intervención Helénica (LOK) y las demás unidades paramilitares locales, las tropas estadunidenses disponían de efectivos seis veces más numerosos que los alrededor de 20 mil hombres y mujeres que habían buscado refugio en las montañas griegas.

Cuando Stalin comprendió, en 1948, que la guerra civil en Grecia podía provocar un enfrentamiento entre las dos superpotencias, Yugoslavia fue excluida del bloque soviético y el envío de armas a los partisanos griegos comenzó a disminuir. La situación de los partisanos se agravó aún más a medida que la LOK, ya para entonces bajo control estadunidense, se veía cada vez mejor equipada y ganaba poderío. Secretamente, Estados Unidos emprendió entonces la Operación Torch (nombre derivado del verbo inglés to torch que significa “incendiar”), durante la cual miles de litros de napalm fueron lanzados sobre las montañas griegas. A finales de 1948, la resistencia griega que había vencido en su propio terreno a los nazis y, posteriormente, a las tropas británicas, finalmente se inclinó.

El ejército secreto anticomunista LOK no fue desmantelado al final de la guerra civil, sino que se mantuvo operativo para controlar a la oposición griega. Cuando Grecia se incorporó a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en 1952, “se había convertido en un aliado perfecto, cliente de confianza de Estados Unidos. Era ferozmente anticomunista y estaba muy bien integrada al sistema de la OTAN”. De forma clandestina, la CIA y el Ejército griego dirigían, entrenaban y equipaban conjuntamente la LOK, que seguía bajo las órdenes del mariscal Alexandre Papagos. El ejército secreto anticomunista era para la CIA una herramienta de primer orden para influir en la vida política del país. La cooperación clandestina entre los servicios secretos estadunidenses, el Ejército y el gobierno griego fue confirmada en una serie de documentos confidenciales de cuya existencia no supo la población griega hasta que se produjeron las revelaciones de 1990. Entre aquellos documentos había uno sobre el ejército secreto griego, con fecha del 25 de marzo de 1955 y firmado por el general Truscott, a nombre de la CIA; Konstantin Dovas, jefe del Estado Mayor del Ejército griego; y el primer ministro de Grecia, Alexandre Papagos. El 3 de mayo de 1960, los firmantes confirmaron nuevamente sus compromisos sobre el ejército secreto.

Según el periodista Peter Murtagh, la CIA había hecho de la LOK un programa prioritario en Grecia.

 “A mediados de la década de 1950, la CIA ayudaba al financiamiento y aprovisionamiento de la Fuerza de Intervención [Helénica] e incluso la reestructuró minuciosamente siguiendo el modelo de las unidades de elite estadunidenses y británicas Delta Force y Special Air Service o SAS. Bajo el mando de la CIA, los miembros de la Fuerza de Intervención recibieron boinas verdes mucho antes de que se creara la unidad [estadunidense] que llevaría ese nombre.”

Al igual que en todos los demás países de Europa occidental, las relaciones entre los combatientes locales y las fuerzas especiales británicas y estadunidenses eran cordiales. Después de seguir un entrenamiento especial en el extranjero, los oficiales griegos se sentían especialmente orgullosos de ser seleccionados para ser miembros de la unidad especial. Murtagh precisa que, a través de la CIA, el ejército secreto griego estaba vinculado también a la OTAN y a su comité director stay-behind, el Comité de Coordinación Aliado (ACC, por su sigla en inglés) de Bruselas.

 “La Fuerza de Intervención se convirtió en la rama griega de la red paneuropea de guerrillas creada por la OTAN y la CIA en la década de 1950 y controlada desde el cuartel general de la OTAN, en Bruselas, por el ACC.”

Paralelamente a su misión de control interno, la LOK fue entrenada también para la función stay-behind clásica.

 “La red estaba especialmente concebida para actuar como una fuerza stay-behind después de la invasión de Europa por parte de los soviéticos. Coordinaría las acciones de guerrilla realizadas en los diferentes países ocupados y garantizaría el enlace con los gobiernos en el exilio. Debía incluir a los agentes de las policías secretas y de los servicios de inteligencia de los países conquistados así como voluntarios civiles. La rama griega de ese programa era llamada también Operación Sheepskin [piel del cordero].”

Creada por los británicos desde 1944, la LOK es el más antiguo de todos los ejércitos secretos stay-behind activos en Europa durante la Guerra Fría.

La existencia del ejército secreto ya había sido revelada en 1987 por el exagente de la CIA Philip Agee en su libro Dirty work: The CIA in western Europe, que le valió a su autor muy duras críticas de parte de la propia CIA y del Pentágono. Sus preocupaciones éticas llevaron a Agee, quien había trabajado para la CIA en Latinoamérica durante la década de 1950, a abandonar la agencia estadunidense en 1969 y a dedicarse a partir de entonces a denunciar las operaciones terroristas y las violaciones de los derechos humanos perpetradas por la CIA en numerosos países, revelando el contenido de aquellas operaciones e incluso los nombres de los agentes implicados. Varios años antes de que estallara en Italia el escándalo del Gladio, Agee reveló que “grupos paramilitares dirigidos por agentes de la CIA habían actuado en Europa durante la década de 1960”. Y ya entonces subrayaba que “de todas las actividades de la CIA, ninguna otra estaba tan directamente vinculada al desarrollo de un potencial de subversión interna”.

Según Agee, el papel de la CIA en Grecia fue verdaderamente decisivo.

 “El agente greco-estadunidense que trabajaba para la CIA reclutó varios grupos de ciudadanos para conformar lo que la CIA llamaba ?un núcleo destinado a constituir un verdadero ejército de ciudadanos para contrarrestar la amenaza de un golpe de Estado de la izquierda’. Cada uno de los grupos así creados era entrenado y equipado para operar como una unidad de guerrilleros autónomos, capaces de movilizar hombres y de realizar acciones de guerrilla sin necesidad de más que de una muy ligera, incluso ninguna, supervisión externa.”

El control del ejército secreto quedaba en manos de la CIA y de unos pocos oficiales griegos que gozaban de la confianza de los servicios secretos estadunidenses.

 “A los miembros de cada uno de esos grupos la CIA les enseñaba procedimientos militares. Según la información disponible, la mayor parte de esas unidades paramilitares se entrenaban en dos campamentos: uno situado en los alrededores de Volos y el segundo cerca del Monte Olimpo. Después de recibir una formación básica, las unidades salían a entrenarse en zonas de difícil acceso del [Monte] Pindo y en las montañas cerca de Florina.”

Al igual que todos los ejércitos secretos que la CIA dirigía en Europa Occidental, aquellas unidades disponían de armamento ligero almacenado en escondites de armas.

 “Esos grupos de partisanos estaban equipados con armas automáticas y morteros ligeros. Las armas estaban almacenadas en diferentes lugares. La mayor parte del material militar estaba escondido bajo tierra y en cuevas. Cada miembro de los grupos paramilitares conocía el emplazamiento de esos arsenales clandestinos para poder ir allí sin necesidad de recibir instrucciones de sus superiores.”

Debido al gran número de personas implicadas, varios círculos tenían que conocer el secreto, lo cual hacia más difícil mantener la confidencialidad alrededor del ejército stay-behind y de sus vínculos con la CIA. “Se hizo cada vez más difícil mantener el proyecto en secreto. Un agente de la CIA calificó la situación de ?pesadilla’”, contó Agee antes de agregar:

 “Que yo sepa, nunca se desmanteló el grupo paramilitar. A los ojos de los altos responsables de la CIA, los grupos que se hallan bajo el mando de la rama paramilitar son como un ?seguro’ a largo plazo para los intereses de Estados Unidos en Grecia, pueden ser utilizados para apoyar o para dirigir el posible derrocamiento de un gobierno ?antipático’. Por supuesto, ?antipático’ desde el punto de vista de la estrategia estadunidense de manipulación.”

La CIA invirtió millones de dólares en el ejército secreto griego y construyó un verdadero complejo de refugios y de centros de entrenamiento en las cercanías del Monte Olimpo en el Noreste del país, donde instructores de la CIA entrenaban a los miembros de la LOK en esquí, salto en paracaídas y buceo. Se crearon unos 800 escondites de armas en todo el territorio griego y se estima que los efectivos del ejército secreto llegaron a ser cerca de 1 mil 500 hombres que, en caso de necesidad, podían reclutar 2 mil más, llevando así el total de esos soldados de elite a cerca de 3 mil 500.

El agente greco-estadounidense de la CIA que Agee menciona y que tuvo un papel central en la creación y dirección del ejército secreto griego era Thomas Karamessines. Al igual que buena parte de sus colegas de la agencia, Karamessines había trabajado para los servicios secretos estadunidenses conocidos como Office of Strategic Services (OSS) durante la Segunda Guerra Mundial. Su anticomunismo radical y sus raíces griegas le valieron ser enviado a la embajada de Estados Unidos en Atenas en enero de 1946, oficialmente como agregado militar. Durante la guerra civil estableció contactos con responsables de la seguridad británicos y griegos y con miembros de la Fuerza de Intervención Helénica. Al ser creada la CIA, en 1947, para reemplazar la OSS, Karamessines instaló el cuartel general de la Agencia en el quinto piso del Tamion Building, que da a la Plaza Syntagma. En unos años, la estación de la CIA llegó a contar un centenar de agentes, en su mayoría greco-estadunidenses como Karamessines. Atenas se convirtió entonces en base de retaguardia de las actividades de la CIA en la península balcánica y en Oriente Medio, incluyendo Irán.

Como participante activo en las operaciones especiales y en la creación de los ejércitos anticomunistas de la CIA, Karamessines fue trasladado a Roma en 1958. Allí, como jefe de la estación CIA, dirigió el Gladio italiano y la lucha contra los comunistas locales. En 1962 tuvo que abandonar Italia como resultado de rumores que lo vinculaban con la muerte del industrial y presidente del Ente Nazionale Idrocarburi, que era en aquella época una empresa estatal italiana, Enrico Mattei, ocurrida en extrañas circunstancias.

De regreso a Estados Unidos, el soldado de la sombra Karamessines pasó a encabezar el departamento de operaciones especiales de la CIA como director adjunto de Planes. Y al parecer actuó incluso en territorio estadunidense, ya que a raíz del asesinato del entonces presidente Kennedy en 1963, Karamessines fue acusado de haber hecho desaparecer ciertos indicios y de haber destruido documentos comprometedores.

Karamessines se ocupó de que la CIA no sólo financiara sino de que también controlara el Servicio de Inteligencia Militar griego (KYP, por su sigla en griego), a pesar de que éste solía recurrir a la tortura. “Gracias a nuestros objetivos comunes, y por supuesto al dinero que nosotros proporcionábamos, colaborar con ellos era bastante fácil”, recuerda un exagente de la CIA que había estado estacionado en Grecia.

Los agentes griegos grababan las comunicaciones radiales de los búlgaros y los rumanos y enviaban las cintas grabadas a Estados Unidos, donde las descifraban los expertos de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por su sigla en inglés). Espiando a la oposición griega, el KYP y la CIA reunieron no menos de 15 toneladas de datos y elaboraron 16.5 millones de expedientes sobre los ciudadanos griegos clasificados como amenaza para el Estado. Cuando el almacenamiento de aquellos archivos comenzó a convertirse en un serio problema, la CIA proporcionó al KYP un sistema informático. Ironía de la historia, la primera democracia moderna –Estados Unidos– regaló a la primera democracia de la Antigüedad –Grecia– los primeros ordenadores destinados al control de la población. El jefe del KYP se mostró particularmente entusiasta ante aquella nueva máquina. Posando con orgullo junto al imponente aparato declaró: “Los griegos pueden dormir tranquilos porque esta maravilla de la tecnología americana nunca duerme”. Para demostrar la eficacia del sistema, presionó un botón marcado “enemigo del país”… Y la máquina le entregó el expediente personal de un periodista presente en la ceremonia, poniendo en una embarazosa situación a los agentes del KYP.

Con la izquierda y los comunistas griegos bajo control de la CIA y de la oligarquía local, a través de la LOK y del KYP, la única amenaza que quedaba para el equilibrio del poder provenía de las elecciones democráticas. Laughlin Campbell, el jefe de la estación CIA de 1959 a 1963, temía una victoria de la izquierda en las elecciones nacionales de octubre de 1961. Así que numerosos electores fueron obligados, a través de la amenaza o a cambio de dinero, a votar según las directivas del KYP. En algunas localidades los candidatos que gozaban del respaldo del Ejército y de la CIA obtuvieron una cantidad de votos superior a la cantidad de personas en edad de votar. Todo funcionó conforme a lo previsto y la Unión del Centro, tan temida por su inclinación a la izquierda, obtuvo solamente un tercio de los sufragios y 100 escaños en el Parlamento. Su líder, Georgios Papandreu, denunció el fraude electoral y logró que se creara una comisión independiente y que se abriera una investigación que confirmó sus acusaciones. Papandreu prometió entonces al gobierno una lucha sin tregua.

Con un verdadero respaldo popular, Papandreu tuvo el coraje de desafiar a la CIA y el KYP y, en 1963, obligó al entonces primer ministro proestadunidense Constantinos Karamanlis a presentar su renuncia. Las tensiones se acentuaron con las elecciones de 1963, cuando la Unión del Centro obtuvo un 42 por ciento de los sufragios y 138 escaños en el Parlamento. A la cabeza del primer partido de la Unión, Papandreu fue nombrado primer ministro en febrero de 1964. Por primera vez desde la ocupación alemana, la derecha griega se veía a punto de perder gran parte de su peso político. Papandreu tenía en sus manos las riendas del poder por 4 años, lo cual “estremeció el establishment conservador. Para muchos, incluyendo a ciertos consejeros de primera importancia, aquello permitía presagiar una toma inminente del poder por parte de los comunistas, cosa que estaban muy decididos a contrarrestar”. Había que derrocar al primer ministro Georgios Papandreu.

Jack Maury, quien había sustituido a Campbell a la cabeza de la estación CIA en Atenas, recibió orden de deshacerse de Papandreu. A Maury le gustaba hacer alarde de su poder: vestía trajes ostentosos, portaba enormes alianzas y conducía un escandaloso automóvil estadunidense “más grande que el del embajador”, como él mismo solía subrayar. Conspiró secretamente con el rey Constantino y con oficiales monárquicos y conservadores del Ejército griego y, en 1965, obtuvo la renuncia de Georgios Papandreu por prerrogativa real. El periodo que siguió a aquel golpe de Estado silencioso estuvo caracterizado por una secuencia de gobiernos efímeros y por los esfuerzos clandestinos del KYP, aconsejado por el agente Constantinos Plevris, tendientes a condicionar el clima político.

Varios atentados se produjeron entonces en el país. En 1965, una explosión destruyó el puente de Gorgopotamos en el preciso momento en que la clase política en su conjunto conmemoraba la resistencia contra el fascismo. Se trataba de un hecho altamente simbólico ya que los griegos estaban particularmente orgullosos de haber impedido que los alemanes destruyesen aquel puente durante la ocupación. El atentado dejó cinco muertos y un centenar de heridos, muchos de gravedad. “Después de todo, estábamos oficialmente entrenados para el terrorismo”, comentó posteriormente un agente implicado en operaciones stay-behind, subrayando así el poderoso respaldo del que habían gozado aquellos hombres.

Aquel respaldo provenía de la administración del presidente estadunidense Lyndon B Johnson, quien ya se había ocupado de hacerle saber al gobierno griego que las decisiones sobre la cuestión de Chipre se tomaban en Washington. En el verano de 1964, el entonces presidente Johnson había convocado al embajador griego Alexandre Matsas a la Casa Blanca y le dijo que los problemas de Chipre tenían que resolverse dividiendo la isla en dos zonas, una griega y otra turca. Matsas se negó, provocando así la cólera de Johnson:

 “Óigame bien, señor embajador. No me importan ni el Parlamento ni la Constitución de ustedes. Estados Unidos es un elefante. Chipre es una pulga. Grecia es otra pulga. Si dos pulgas siguen molestando al elefante, el elefante puede aplastarlas con un golpe de trompa ¡de una vez y por todas!”

Como subrayaba Johnson, el gobierno griego tenía que someterse a las órdenes de la Casa Blanca.

 “Los griegos se benefician ampliamente con los dólares de Estados Unidos, señor embajador. Si su primer ministro sigue hablándome de democracia, de Parlamento y de Constitución, puede ser que no le queden mucho tiempo por delante a él, ni a su Parlamento, ni a su Constitución.”

Ofendido, Matsas trató de protestar: “Yo no puedo tolerar este tratamiento”. Pero Johnson prosiguió: “No olvide usted repetirle a su viejo papa-no-sé-qué lo que acabo de decirle. No olvide decírselo. ¿Me oye usted?”. Matsas envió un cable al primer ministro Georgio Papandreu. Cuando la NSA interceptó el mensaje, sonó el teléfono de Matsas. Era el presidente Johnson: “¿Usted quiere tener problemas, señor embajador? ¿De verdad quiere que yo me ponga molesto? Ésa fue una conversación privada. No se suponía que usted repitiera los términos que yo utilicé ante usted. Tenga cuidado.” Clic. Fin de la llamada.

Andreas Papandreu, el hijo del exprimer ministro, observaba con cierto asco el juego de manipulaciones y la guerra secreta que tenían lugar en su país. Luego de haberse relacionado con un movimiento trotskista en sus tiempos de estudiante, Andreas había salido de Grecia para irse a Estados Unidos en la década de 1930, huyendo de la represión del régimen dictatorial de Metaxas. Había adquirido la nacionalidad estadunidense y emprendido una brillante carrera como economista y profesor universitario, dirigiendo el departamento de Economía de la Universidad de California, en Berkeley. Durante la Segunda Guerra Mundial había servido en la Marina estadunidense y, después de 1945, la CIA se acercó a él para que se uniera al buró político de la zona mediterránea. Cuando entendió, a fines de 1950, el papel que Estados Unidos estaba desempeñando en Grecia, rompió relaciones con la CIA y volvió a su país natal, donde se convirtió en uno de los más enérgicos detractores de la política estadunidense.

El Pentágono y la CIA montaron en cólera al ver que un segundo Papandreu se atrevía a desafiar la presencia estadunidense en Grecia. Para el periodista Peter Murtagh, “es difícil de imaginar el odio que sentían la derecha conservadora y la CIA por el hijo del [entonces] primer ministro”. En 1964, Andreas Papandreu, quien asumía funciones ministeriales, descubrió que el KYP espiaba regularmente las conversaciones de los miembros del gobierno y transmitía a la CIA la información que obtenía por aquella vía. Lleno de cólera, revocó a dos altos responsables del servicio sustituyéndolos por otros dos agentes considerados confiables a los que ordenó poner fin a toda forma de cooperación con la CIA. Sin embargo, como contó el propio Papandreu, el nuevo director del KYP “volvió disculpándose y explicando que no podía hacerlo. Todo el equipamiento era estadunidense y controlado por la CIA o por griegos que a su vez estaban a las órdenes de la CIA. Ya no era posible establecer la diferencia entre los dos servicios. Estaban construidos siguiendo la misma estructura y cada responsable tenía su homólogo. En concreto, formaban una única agencia.”

Como Andreas Papandreu seguía desafiando al KYP, Norbert Anshutz, quien fuera el adjunto del jefe de misión de la embajada de Estados Unidos, se reunió con él y le aconsejó anular las órdenes que había dado al KYP. Papandreu se negó y ordenó al representante estadunidense que saliera inmediatamente de su despacho, a lo cual Anshutz –muy molesto– respondió advirtiéndole que aquello “tendría consecuencias”.

El golpe de Estado militar se produjo la noche del 20 al 21 de abril de 1967, 1 mes antes de las elecciones en las que todos los sondeos –incluyendo los de la CIA– preveían una victoria de la Unión del Centro, la alianza de izquierda de Georgios y Andreas Papandreu. La LOK desencadenó el golpe, basado en el Plan Prometeo, un programa concebido por la OTAN y destinado a concretarse en caso de insurrección comunista. Si había oposición, las instrucciones del plan eran muy claras: “Aplastar sin la menor vacilación toda resistencia del enemigo”.

Hacia la medianoche, la LOK tomó el control del ministerio de Defensa, que –en una muestra de admiración por los estadunidenses– había sido designado como “el Pentágono”. Los hombres de la LOK sólo encontraron una débil resistencia y, bajo las órdenes del coronel Costas Aslanides –un experimentado paracaidista– se apoderaron del edificio. Con el Pentágono ya ocupado por los golpistas se dio paso a la segunda etapa del plan: aprovechando la oscuridad de la noche, fuerzas blindadas penetraron en la capital y, bajo las órdenes del general Stylianos Pattakos, rodearon la sede del Parlamento, el Palacio Real, los edificios de la radio y los centros de comunicaciones. A la cabeza de su columna de tanques, el general Pattakos siguió el mismo itinerario que habían recorrido los alemanes cuando conquistaron Atenas, en abril de 1941. De vez en cuando, los blindados se detenían y oteaban los alrededores en busca de indicios de una posible resistencia… que no encontraron. Atenas dormía.

Aquella noche Georgios Papandreu, quien ya por entonces contaba 78 años, también dormía en su modesta casa de paredes blancas en Kastri, a pocos kilómetros de la capital. Como en todos los golpes de Estado, el plan era espantosamente simple. Varios hombres armados tocaron a su puerta, arrestaron a Papandreu y se lo llevaron en uno de los dos vehículos militares enviados para rodear su casa. En el mismo momento, ocho hombres irrumpieron en el domicilio de Andreas Papandreu. Siete de ellos portaban fusiles con bayoneta calada y el octavo una metralleta. En medio de la confusión, Andreas logró escaparse por el techo pero uno de los soldados finalmente lo obligó a rendirse apuntando su arma a la cabeza de su hijo de 14 años. Siguiendo los planes extremadamente precisos trazados de antemano, en las siguientes 5 horas, escuadrones militares arrestaron a más de 10 mil ciudadanos y los condujeron a “centros de recepción”.

Un año después, el coronel Yannis Ladas, entonces director de la policía militar griega y con 47 años de edad, subrayó con orgullo en una entrevista la precisión y rapidez con las que se había aplicado el plan de la OTAN.

 “En sólo 20 minutos, todos los políticos, todos los individuos, todos los anarquistas que figuraban en los listados fueron capturados […] era un plan muy simple, un plan diabólico.”

Al despertarse en la mañana, la población griega notó primero que los teléfonos estaban interrumpidos, antes de darse cuenta de que los militares habían tomado el poder. A las 6 de la mañana, el coronel Georgios Papadópulos anunció a través de los medios de prensa que había tomado el poder en defensa de la democracia, de la libertad y la felicidad. Once artículos de la Constitución fueron suspendidos. En lo adelante, los ciudadanos podían ser arrestados de inmediato, sin orden de arresto, y enviados ante un tribunal militar. Se prohibieron las manifestaciones y huelgas y se congelaron las cuentas bancarias. El hombre fuerte de Atenas, el coronel Georgios Papadópulos, era oficial de enlace del KYP con la CIA desde 1952 y en su servicio lo consideraban como el hombre de confianza de Maury, el jefe de la estación CIA.

Pero en Washington no todos aprobaban los brutales métodos de la CIA. Unos días después del golpe, el senador Lee Metcalf criticó duramente a la administración Johnson y denunció la Junta griega ante el Congreso calificándola de “régimen militar de colaboradores y simpatizantes del nazismo […] que gozan del respaldo estadunidense”. Una semana después del golpe de Estado, el embajador de Estados Unidos en Atenas, Philip Talbot, se quejó con Maury calificando la operación realizada por Estados Unidos de “violación de la democracia”. La respuesta de Maury fue corta: “¿Cómo se puede violar a una puta?”

La junta militar griega consolidó su poder generalizando los encarcelamientos y la tortura, prácticas que no se habían visto en Europa Occidental desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de las personas arrestadas en las horas posteriores al golpe de Estado fueron trasladadas a prisiones civiles o militares. Comunistas, socialistas, artistas, profesores universitarios, periodistas, estudiantes, mujeres implicadas en la política, eclesiásticos, así como sus familias y amigos fueron torturados. Se les arrancaban las uñas, se les golpeaban los pies a bastonazos hasta que se les desgarraba la piel y se les rompían los huesos. A las mujeres les introducían objetos cortantes en la vagina…

La dictadura militar acabó en una implosión debido a la ausencia casi total de apoyo popular cuando los coroneles se embarcaron en una aventura imperialista al financiar –en 1974– un golpe de Estado en Chipre con vistas a sustituir el legítimo gobierno del arzobispo Makarios por un régimen títere que debía permitir la anexión de la isla. En vez de aquello, lo que sucedió fue que las tropas turcas invadieron la isla como respuesta al golpe. Todo ello provocó violentos enfrentamientos que dejaron miles de muertos y que finalmente dieron lugar a la división de la isla entre el Norte turco y el Sur griego. Los coroneles fueron arrestados y juzgados. Papadópulos fue condenado a muerte por alta traición en 1975, pena posteriormente conmutada a cadena perpetua. Se votó la abolición de la monarquía mediante un referéndum y se adoptó una nueva Constitución.

Después de su liberación, Andreas Papandreu pasó varios años en el exilio, en Canadá y Suecia. Volvió a Grecia con la caída de la dictadura de los coroneles y retomó su carrera política. Fundó el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK, por su sigla en griego) que ganó las elecciones en 1981. Fue nombrado primer ministro y formó el primer gobierno socialista de la Grecia de posguerra. Aquel mismo año el país se convirtió en miembro pleno de la Comunidad Europea. Pero Papandreu mantuvo el mismo estilo radical y amenazó varias veces con retirarse de la OTAN. Nunca llegó a concretar aquella amenaza pero, 6 meses antes de su muerte, durante las revelaciones sobre el Gladio italiano, Andreas Papandreu fue el primer exjefe de gobierno que confirmó la existencia de un ejército secreto del mismo tipo en su propio país. Fue precisamente esa revelación lo que determinó la envergadura internacional del escándalo y puso en una posición extremadamente embarazosa a los responsables políticos del Continente.

A finales de 1990 varias voces se hicieron oír desde las filas de la oposición socialista para exigir la apertura de una investigación parlamentaria. Pero el gobierno conservador que se hallaba en el poder y el nuevo Partido Demócrata rechazaron aquel reclamo.

Daniele Ganser/Red Voltaire

 

 

 

 Contralínea 403 / del 14 al 20 de Septiembre 2014