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Masacres en Odesa: silencio cómplice de Occidente y fin del Estado ucraniano

Masacres en Odesa: silencio cómplice de Occidente y fin del Estado ucraniano

Las masacres que enlutaron Odesa el 2 de mayo de 2014, tanto en las calles como en la Casa de los Sindicatos de esa ciudad, muestran la voluntad del régimen golpista de Kiev de imponer una ley del terror antirrusa. Lejos de reaccionar condenando esos hechos, los países miembros de la Unión Europea y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte mantienen un silencio cómplice. Estos hechos hacen imposible la continuación del experimento ucraniano y marcan el inevitable fin de un Estado artificial

Red Voltaire

Moscú, Rusia. Los trágicos acontecimientos de Odesa, donde militantes nazis quemaron a más de 50 personas, resuenan ya en las conciencias como un nuevo Khatyn. Las dos masacres se parecen tanto, que la imagen de Khatyn volvió a todas las mentes de inmediato. La población no ha olvidado cómo los mártires de Khatyn fueron quemados vivos por el 118 batallón de la policía nazi, cuyos miembros provenían fundamentalmente de los batallones Roland y Nachtigall, inicialmente creados en 1939 con la colaboración de Stepán Bandera, para servir en las filas del Wehrmacht (ejército nazi) y puestos en 1941 bajo las órdenes de la Abwehr (organización de inteligencia militar alemana, 1921-1944).

La misma mentalidad criminal orquestó y perpetró ambas masacres. Al principio de la Segunda Guerra Mundial, el batallón Nachtigall estaba bajo las órdenes de Román Shujévych. Este individuo reasignó posteriormente su banda de asesinos a otra unidad de las fuerzas represivas que acababa de crearse.

El 2 de mayo de 2014, los habitantes de Odesa murieron entre las llamas del incendio provocado por la nueva generación de fascistas ucranianos que hoy se pasea por las calles del país agitando los retratos de sus predecesores, Stepán Bandera y Román Shujévych.

La masacre de Odesa puso fin a una etapa. Una nueva realidad se impone ahora a los ciudadanos ucranianos que sólo aspiran a defender su derecho a hablar su lengua materna, a preservar su modo de vida y los valores en los que creen, y para lograr eso, no tienen otra opción que levantarse contra el régimen neonazi que se ha apoderado de Kiev, la capital de su país.

Contrariamente a lo sucedido en la región de Donbás, donde se formó una milicia armada, Odesa siguió siendo, hasta el 2 de mayo, una ciudad tranquila, y las manifestaciones que allí se registraban eran totalmente pacíficas. A pesar de ello fue precisamente en esa ciudad donde se cruzó el Rubicón. Allí se violó el principio que prohíbe que hombres armados asesinen a pacíficos ciudadanos. No es por casualidad que, horas después de la masacre de Odesa, la Guardia Nacional abrió fuego sobre los habitantes de Kramatorsk, quienes trataban de cerrar el paso a sus vehículos blindados interponiéndose físicamente en su camino. Muchos de ellos ignoraban sin dudas lo sucedido a sus conciudadanos de Odesa, quemados vivos en presencia de fuerzas de policía indiferentes a su suerte, mientras los neonazis vociferaban consignas como: “¡Fríanse, sucios rusos!” y “¡Muerte a los diablos rusos!”. Quienes lograban salir del edificio en llamas eran exterminados a garrotazos y hachazos mientras resonaba el himno nacional ucraniano, manchado para siempre por la huella infamante de la masacre de Odesa, convertida en una nueva Khatyn.

Informaciones recientes demuestran que los dirigentes del régimen de Kiev planificaron y organizaron las provocaciones que sirvieron de pretexto a las operaciones represivas desatadas el 2 de mayo contra la población de Odesa para intimidar a los opositores. El objetivo era ahogar y liquidar un foco de agitación que podía extenderse y desembocar en la organización pública de una resistencia frontal al régimen de los sucesores de Stepán Bandera, como ya estaba sucediendo en Donetsk, Lugansk y Sloviansk.

Es para eso que los hombres de la fuerza de intervención especial de la región Este (Vostok) y las tropas de asalto patrocinadas por el multimillonario ucraniano Igor Kolomoisky fueron enviados a Odesa disfrazados como civiles. La llamada “14 compañía de las fuerzas de autodefensa de Maidan”, proveniente de Kiev y ya implicada en los motines que allí se produjeron el 29 de abril, también participó en la operación de Odesa.

El grupo de tiendas de campaña de los ciudadanos de Odesa contrarios al régimen ilegal instaurado en Kiev fue instalado en el centro de la ciudad desde finales de febrero de 2014, inmediatamente después del golpe de Estado. A lo largo de los meses subsiguientes, miles de ciudadanos se reunieron allí y expresaron repetidamente en aquel lugar su decisión inquebrantable de manifestarse públicamente en defensa de sus derechos y de sus libertades fundamentales en una Ucrania donde la camarilla nacionalista de Kiev trata de extender su control a todo el país.

El 2 de mayo de 2014, el club de futbol local Chernomorets recibía en Odesa al club de futbol Metalist, de Járkov, en un partido correspondiente a la Liga 1 de Ucrania. Multitudes de aficionados llegaron de Járkov y se dirigieron al estadio. Pero se vieron agredidos repentinamente por encapuchados armados que portaban al mismo tiempo la cinta de San Jorge (adoptada como símbolo de los opositores al régimen de Kiev) y un brazalete rojo. El mismo brazalete rojo podía verse sobre los uniformes de algunos policías ucranianos.

En varias fotografías, muy fáciles de encontrar, puede comprobarse que los agresores contaron como mínimo con la neutralidad de las fuerzas de la policía. Otras imágenes demuestran que el despliegue, las agresiones y los desmanes de los agresores estuvieron coordinados por individuos que portaban uniformes de policía. Uno de los coordinadores identificados no es otro que el jefe delegado de los servicios del Ministerio del Interior en Odesa, el coronel Dimitri Fucheji.

No es por lo tanto sorprendente la reacción de los aficionados al futbol, quienes se lanzaron a perseguir a los agresores destruyendo todo lo que encontraban a su paso. Luego de aparentar brevemente que se “interponían”, las fuerzas policiacas se replegaron dejando libre el camino hacia el barrio de Kulikovo, donde se hallaba el campamento de base de los antifascistas que protestaban pacíficamente en Odesa.

En ese preciso instante se sumaron los matones de Pravy Sektor a los grupos de aficionados al futbol, luego de dejar la Casa de los Sindicatos a los manifestantes antifascistas que en su mayoría se habían refugiado en aquel lugar. La horda que así se constituyó se abalanzó entonces dentro del edificio matando a todo el que encontraban a su paso e incendió la construcción lanzando gran número de bombas molotov.

Al final de la jornada se contabilizaron 116 víctimas como resultado de los enfrentamientos callejeros y del incendio. Más de 200 personas resultaron heridas o mutiladas, 20 quedaron gravemente heridas y están en estado crítico. Al menos ocho personas murieron al saltar por las ventanas de los últimos pisos tratando de escapar a las llamas.

Los últimos informes recogidos revelan que se hizo uso de gases tóxicos contra las personas que ya se habían refugiado dentro del edificio. La Red Voltaire publicó un estremecedor reportaje fotográfico sobre las atrocidades perpetradas dentro de la Casa de los Sindicatos. Víctimas que habían sobrevivido y que lograron salir del incendio fueron masacradas en la plaza. Sus cuerpos fueron fotografiados después junto a una serie de cadáveres calcinados con letreros que proclamaban: “¡Esto es Ucrania!”.

De todas las imágenes registradas en Odesa, las peores no son ni siquiera las fotografías de los cadáveres calcinados apilados a la entrada de la Casa de los Sindicatos. Son las imágenes de video que muestran a un grupo de neofascistas rabiosos desbaratando la pierna derecha de un joven en medio de la calle. Los verdugos no disimulan el deleite que sienten al oír los alaridos de la víctima y el ruido de sus huesos al romperse, mientras se embadurnan las manos con su sangre lanzando gritos de júbilo. No queda en ellos ni un átomo de humanidad. El país que alguna vez llevó el nombre de Ucrania ha desaparecido definitivamente.

Ya puede verse claramente que el régimen no ha logrado lo que quería. Los ciudadanos de Odesa han renunciado a las manifestaciones pacíficas y ahora optan por la guerrilla y el contraataque al estilo de los partisanos. Los habitantes de los territorios ocupados no tienen ya otra opción para oponerse a los fascistas que hoy profanan su tierra, como ya sucedió durante la Segunda Guerra Mundial.

En vez de ahogar las brasas de la guerra civil que ya podían verse en Ucrania, el régimen de Kiev ha arrojado pacíficos ciudadanos a las llamas. Pero ha incendiado así el país entero.

Los que militaban por la preservación de la identidad ucraniana en el marco de un Estado federal fueron quemados vivos. Se ha violado así un fatídico límite. Nada justifica en adelante que se prorrogue la existencia del Estado ucraniano en sus actuales fronteras.

Por supuesto, a Occidente le interesa que se instaure un Estado neonazi ucraniano. La cuestión es saber cuál será su perímetro. Y no es una cuestión que afecte únicamente a Rusia. Es muy probable que los rumanos, los húngaros y los polacos no vean tampoco con entusiasmo la proximidad de un vecino tan poco recomendable.

Por lo pronto, ya pueden sacarse varias conclusiones de la tragedia de Odesa.

-Primero: que fue con el concurso de la policía local, que se ha mantenido fiel al régimen de Kiev, que los individuos armados de Pravy Sektor –identificados con sus brazaletes rojos– iniciaron la provocación organizada a expensas de los aficionados del club de futbol, que habían llegado a la ciudad para respaldar al equipo de Járkov en ocasión del partido correspondiente al campeonato local.

-Segundo: la cuestión de saber si la reunificación de Crimea con la Federación Rusa fue una buena decisión está definitivamente resuelta. Siete millones de personas se pronunciaron por un porvenir de seguridad y prosperidad. Optaron por sumarse al proyecto auténtico, respetable, libre de argucias que se les proponía. Y lo hicieron a sabiendas del tipo de vida que han de encontrar como ciudadanos de la Federación Rusa.

-Tercero: el Sureste de Ucrania nunca aceptará someterse a la autoridad de un régimen que cuenta fascistas entre sus miembros. Las llamas de Odesa hicieron desaparecer no sólo el acuerdo de Ginebra, Suiza, sino también la idea misma de una posible federalización de Ucrania, que para muchos se ha convertido incluso en obscena.

-Cuarto: la opción aplicada en Donetsk de adelantarse a los acontecimientos y distribuir armas a la población resulta finalmente una sabia decisión. El régimen de Kiev ha demostrado no tener la más mínima intención de recurrir al diálogo con las regiones del Sureste. Lo que sí ha demostrado, por el contrario, es que no vacila en matar y quemar vivos a quienes no comparten sus puntos de vista.

-Quinto: los rusos pueden ahora decidir a su conveniencia el momento oportuno para desplegar sus tropas en el terreno y acudir en auxilio de la población si la situación así lo exige, ya que las milicias creadas en esos territorios son ahora capaces de enfrentarse eficazmente a las tropas del régimen. La Federación Rusa estará en todo su derecho de aportar a las regiones del Sureste, a las regiones de la Nueva Rusia, la ayuda humanitaria que éstas necesiten. Las necesidades serán considerables, dada la importancia de la destrucción y el hambre que sufre gran parte de la población.

-Sexto: es inaceptable la organización de una elección presidencial en una situación de guerra civil. El régimen de Kiev no puede, por lo tanto, reclamar ni una onza de legitimidad después del 25 de mayo. Y todos los discursos de Angela Merkel y Barack Obama no podrán modificar esa situación.

El día mismo del drama de Odesa se tuvo la oportunidad de comprobar la diferencia entre el comportamiento de los rusos y el de los individuos que dicen ser ucranianos.

Pobladores de origen ruso de Lugansk derribaron un helicóptero del régimen. Los soldados del régimen que respondieron al pedido de auxilio del piloto herido se preocuparon por recuperar su armamento, pero abandonaron al herido a su suerte. Fueron los pobladores rusófonos, de las fuerzas de milicia local, quienes lo recogieron y lo llevaron al hospital más cercano, donde las mismas personas que él estaba dispuesto a ametrallar le salvaron la vida.

 

Contralínea 387  / 25 de Mayo  al 01 de Junio