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Hungría “mira” de nuevo a la derecha

Hungría “mira” de nuevo a la derecha

Los recientes comicios húngaros consolidaron el control del ejercicio del poder público en manos de la derecha y la ultraderecha. En elecciones diseñadas a modo del partido gobernante, los políticos triunfantes se hicieron del 45 por ciento de los votos pero controlarán cerca del 80 por ciento de los cargos de elección popular (parlamento) y el Poder Ejecutivo. La izquierda, atomizada, deslegitimada y perseguida, fue incapaz de presentar una propuesta alternativa sólida

Antonio Rondón/Prensa Latina

Hungría se convierte en otro de los grandes contribuyentes al avance de formaciones ultraderechistas en Europa tras los comicios parlamentarios, donde el gobernante Partido Cívico Húngaro (Fidesz, por su acrónimo en húngaro) venció con casi el 45 por ciento de los votos.

El país estrenó una nueva ley electoral hecha a la medida del Partido en el poder desde 2010, pues se eliminó la posibilidad de una segunda ronda electoral y se redujo de 386 a 199 el número de diputados en el Legislativo nacional.

La legislatura saliente estuvo caracterizada por la aprobación de unas 300 enmiendas constitucionales por una mayoría de dos tercios del Fidesz, lo cual le permitió reforzar el poder del gabinete, de acuerdo con expertos.

El contencioso electoral, al cual se presentaron más de 20 formaciones políticas, tenía como característica que no necesitaba de una asistencia mínima ni de 50 y ni siquiera de 25 por ciento de los más de 4 millones de empadronados, aunque finalmente asistió el 56 por ciento.

Además, para poder entrar al mencionado órgano era necesario sobrepasar el listón del 5 por ciento en el caso de los partidos por separado, el 10 si se trataba de un bloque de dos partidos y el 15 si era una unión de tres o más formaciones.

La división entre los escaños escogidos por listas de partidos y los unicamerales o de un sólo mandato también cambió sustancialmente, pues de 210 distritos por listas de partidos quedaron sólo 93, mientras los de un sólo mandato pasaron de 106 a 176.

El complicado sistema de otorgamiento de votos de perdedores a los candidatos vencedores y a sus respectivos partidos para repartir las bancas parlamentarias también significó un cambio sustancial que permitió al Fidesz contar ahora con 133 asientos de 199, pese a obtener 600 mil votos menos que en la edición anterior (52 por ciento).

Otros cambios favorecieron por igual al Partido gobernante, como lo fue la prohibición para medios que no fueran públicos de la presentación de anuncios de campaña electoral.

La nueva ley electoral prevé, además, el pago de 1 millón de florines (4 mil 523 dólares) a los candidatos individuales y unos 600 millones (2 millones 714 mil dólares) para los partidos que presentaran sus candidatos en los más de 100 distritos electorales del país.

Para esta ocasión, se contó por primera vez con el voto de unos 500 mil magiares fuera del país, lo cual, a juicio de expertos también pudo favorecer al Fidesz, la formación política más publicitada fuera de Hungría.

Otro asunto que contribuyó al éxito de la formación ultranacionalista y conservadora fue la división de la propia izquierda, que finalmente se presentó en un bloque de cinco agrupaciones, muchas de ellas derivadas del Partido Socialista de Hungría (MSZP, por su sigla en húngaro).

Uno de los golpes más dolorosos para la centro-izquierda fue el proceso iniciado contra su vicepresidente Gabar Simon, quien después de perder su inmunidad parlamentaria fue arrestado bajo acusación de malversación de fondos –y otros cargos– en febrero pasado.

El hecho fue una conmoción para el electorado de izquierda, que redujo su apoyo al bloque Unión, de 25 a 18 por ciento, tan sólo en el mes mencionado.

A finales del pasado año las fuerzas de izquierda, que gobernaron al país de 2002 a 2010 y fueron relevados por la alianza Fidesz y la derecha democrática, iniciaron una serie de fracturas dentro de sus filas, como la creación del Partido Democrático (DK).

En el DK ingresaron los seguidores del exprimer ministro socialista Ferenc Gyurcsány, mientras en septiembre de 2013 otra agrupación de diputados del MSZP formó su propia bancada independiente hasta crear un nuevo partido.

Pero muchas de esas agrupaciones finalmente decidieron unir filas con el fin común de sacar a la ultraderecha del poder.

Cierto es que el Fidesz estuvo por debajo del 52 por ciento obtenido hace 4 años, pero su posición en el Parlamento permaneció casi intacta, pues mucho del avance en las urnas estuvo vinculado al éxito en los comicios unicamerales.

La repartición de bancadas por listas de partidos apenas llegó a 90, lo cual también favoreció a la formación gobernante, pues el resto se dirimió entre mandatos individuales.

Además, las filas del partido La Política Puede Ser Diferente (LMP, por su sigla en húngaro) se fracturaron en los objetivos a seguir en la campaña y las alianzas que nunca llegaron a cuajar entre todo el espectro de la izquierda.

La dirección del LMP, compuesta por verdes y liberales, se dividió en enero de 2013 cuando salieron ocho de sus diputados de la bancada de 50, mientras 100 miembros de ese partido lo abandonaron para establecer el Nuevo Diálogo por Hungría.

Al respecto, el diario Budapest Times refiere que las dificultades para la existencia misma del LMP están dadas por la profunda polarización política de la sociedad magiar, donde resulta difícil formar un partido que no esté claramente definido como de derecha o de izquierda.

Tal división se hizo patente después de un polémico discurso pronunciado en septiembre de 2006 por Gyurcsany sobre la política nacional, que provocó grandes manifestaciones encontradas, a punto de llegar a una guerra civil en la nación centroeuropea, comenta el rotativo.

En las elecciones del 6 de abril, el LMP apenas logró sobrepasar la barrera del 5 por ciento, aunque a juzgar por la pronunciada división política de la sociedad húngara, el resultado es loable para una agrupación que busca hacer una política diferente.

Por otro lado, el gobernante partido de derecha, con su victoria, se suma al tren de ascenso de formaciones ultraderechistas europeas, como ya ocurrió en Austria, Francia y varios Estados escandinavos, lo que les permitió realizar planes para presentar un bloque a las elecciones europeas del 25 de mayo de este año.

Los empujones de afuera

Pero el gobierno de Viktor Orbán también jugó la carta del nacionalismo con los electores internos y en su política exterior, y pese a mantener casi los mismos niveles de pobreza y salarios que en los tiempos del mandato de izquierda (2002-2010), recibió más elogios para su aparente política soberana respecto a diferendos con la Unión Europea.

Entre los puntos de discordia con la Unión Europea estuvieron las controvertidas leyes sobre la libertad de prensa, que expertos europeos estiman coartan los derechos de expresión, o la de reducción de las prerrogativas del Tribunal Constitucional.

Además, el bloque europeo tampoco saludó los intentos del gobierno de revisar la historia, sobre todo, de lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial.

Uno de los hechos más visibles fue el intento de erigir un monumento al Holocausto nazi en Hungría, cuando historiadores defienden que el régimen de entonces fue colaboracionista de los nazis y apoyó la represión de los judíos, gitanos, comunistas y minorías sexuales de la época.

Pero uno de los puntos que quizá más molestaron a Bruselas –pues en naciones como Ucrania se registraron intentos de revisar la historia y no eran objeto de tales críticas– fue el acercamiento pronunciado del gobierno nacionalista de Orbán con Rusia.

Tal aproximación incluyó el refuerzo de los lazos comerciales con el Estado más extenso del orbe y, en especial, un contrato con la compañía estatal rusa Rosatom para construir dos reactores adicionales en la planta de Paks, edificada en tiempos de la entonces Unión Soviética.

Pese a las visiones anticomunistas de la derecha magiar en el poder, las relaciones con Rusia y en específico con empresas del sector de los combustibles, al parecer, irritó a Europa, que llegó a “aconsejar” a Budapest una desaceleración en su sintonía con Moscú, comenta el diario ruso Kommersant.

El dirigente conservador estimó que para 2018 un tercio de las exportaciones húngaras debería realizarse fuera de Europa.

Orbán, que ya conocía las reacciones positivas a lo interno de sus posiciones nacionalistas, defendió la perspectiva independiente de su nación frente a ataques de la burocracia comunitaria.

El dirigente magiar defendió a capa y espada la necesidad de mantener la fortaleza de los Estados nacionales ante el avance de las prerrogativas de la Unión Europea en la decisión de aspectos clave de sus 28 miembros, lo que ya causó más de una disputa en varias naciones europeas.

De hecho, la puesta en vigor en enero pasado de la reducción de un 20 por ciento de las tarifas de los servicios comunitarios, en primer lugar, puso en aprietos a la oposición de centroizquierda frente a los comicios y, en segundo lugar, enfrentó las demandas de las autoridades de la Unión Europea para introducir un austero programa de gastos sociales.

La Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo exigieron a Budapest la reducción de desembolsos sociales, en una nación donde el crecimiento económico podría llegar este año al 1.8 por ciento del producto interno bruto (PIB), según estimaciones del propio FMI.

Budapest Times señala que en 2012 la recesión golpeó al gobierno de Orbán, con una contracción del PIB de 1.7 puntos, situación que sólo fue superada en 2013, cuando se logró un magro crecimiento de 0.2 por ciento.

Para ello, el gabinete conservador aplicó impuestos a telecomunicaciones, transacciones financieras y un gravamen único a las aseguradoras.

En ese mismo contexto, el gobierno redujo la subvención a los productos farmacéuticos y empresas públicas, todo lo cual llevó a contar con un déficit presupuestario inferior al 3 por ciento del PIB el pasado año.

Un tercio de la economía magiar depende de la producción agrícola que, aunque emplea a sólo el 4.5 por ciento de la población activa, genera el 15 por ciento del PIB.

Los dos tercios restantes de la economía van a parar al sector de los servicios, lo cual general el 65 por ciento de los puestos laborales y es el que acoge la mayor cantidad de inversiones foráneas, sobre todo, en la esfera de telecomunicaciones, finanzas y distribución.

Pese a que el Ejecutivo pudo reducir en un 10 por ciento el desempleo, el problema de la salida masiva de jóvenes al exterior continúa como un asunto pendiente.

Posibles combinaciones

Aunque el partido neofascista Jobbik (Movimiento por una Hungría Mejor) expuso durante la campaña electoral su oposición al gobierno y lo criticó por su política migratoria, para abogar por preferencias a la comunidad magiar en detrimento de las minorías, la posibilidad de una alianza quedó siempre abierta.

El gabinete de Orbán recibió duras críticas por su tolerancia con las actividades de Jobbik, la cual cuenta con una milicia paramilitar (con uniforme similar a los guardias de la otrora SS), quienes por lo general circulan armados, un asunto que en su momento fue motivo de debate nacional.

La política de exclusión de minorías de los últimos 4 años del Fidesz llevó a estratos pobres como gitanos a una relativa pasividad, mientras personas de menos recursos fuera de la comunidad gitana más bien se considera que buscaron un acercamiento al Jobbik, que con sus promesas de bienestar para los húngaros estuvo a punto de situarse como segunda fuerza política en esta nación de apenas 3 millones de personas.

Ahora, cuando se calman los altavoces y se retiran las pancartas de las avenidas, la ultraderecha húngara podría encontrar puntos comunes más allá de las urnas, aunque mucho podría depender de la posibilidad del Fidesz de conservar la cómoda mayoría de dos tercios que disfrutó en los últimos 4 años.

Entre el Fidesz y el Jobbik superan el 66 por ciento de los resultados en las urnas, aunque expertos aclaran que ello dista mucho de considerar a Hungría como una nación conservadora, sólo que el problema de la centroizquierda para reorganizarse tras perder el poder también pareció beneficiar a la ultraderecha.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Contralínea 385  / 11  de Mayo  al 17 de Mayo