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Luchar por la democracia

Luchar por la democracia

Centro de Colaboraciones Solidarias
 
Quienes controlan la economía amenazan la vida digna de la mayoría ciudadana. Lo perpetran por medio de leales siervos como gobiernos, grandes medios de comunicación, instituciones económicas internacionales… Nadie puede dudar ya de que han condenado y condenan a millones de personas a la pobreza, la incertidumbre y la angustia. Es un ataque sistemático contra los derechos humanos de la ciudadanía; los derechos cuyo disfrute garantizan la dignidad, la vida.
 
¿Qué hacer? No confiar en milagros, por supuesto, y saber que esta lucha será larga y dura. Además de enfrentarse a la austeridad, los recortes, la destrucción de lo público, el desempleo, la precariedad, los desalojos… No descuidar ni un instante la lucha por recuperar la democracia. Aunque es más exacto decir que hemos de luchar por una democracia de verdad. No el remedo de democracia con que nos engañan y oprimen. Porque, junto al saqueo y violación de derechos, nos llevan a pasos agigantados a un sistema dictatorial, maquillado como democracia ritual pero vacía de contenido.
 
En el Reino de España, la muy franquista Ley de Seguridad Ciudadana del gobierno de Mariano Rajoy recuerda mucho a legislación de aquella dictadura franquista para institucionalizar el miedo y la represión. Ésta es una ley para convertir la protesta ciudadana en delito. Tanto es así que el comisario de derechos humanos del Consejo de Europa, Nils Muiznieks, considera que vulnera los derechos de reunión y manifestación. Porque la libertad de “expresar el desacuerdo con las medidas de un gobierno” ha de ser respetada y protegida por la justicia. Y aquí no es así, sino todo lo contrario.
 
Pero hay más. Hace unas semanas el Consejo de Europa publicó un informe sobre derechos humanos en España donde alertaba sobre el “desmesurado” uso de la fuerza por parte de la policía contra quienes se manifiestan contra la austeridad. Y denunciaba la impunidad de policías que maltratan a detenidos. Y lluvia sobre mojado, por ejemplo, la reforma del Código Penal. El Consejo General del Poder Judicial, a través de su Comisión de Estudios, ha denunciado que el proyecto de reforma del Código Penal del Partido Popular (PP) va más lejos que Franco y Primo de Rivera, que nunca introdujeron la pena de cadena perpetua que ahora el PP impone. Una pena inadmisible, porque ignora la reinserción del preso, como manda la Constitución Española en su Artículo 25.
 
Y para rematar el viaje a territorio totalitario, no olvidemos la Ley de Seguridad Privada del PP. Ésta permitirá a los vigilantes de seguridad privada patrullar por calles comerciales de ciudades (tarea hasta ahora reservada a policías nacionales o municipales). Además, los seguratas podrán controlar espacios públicos, pedir documentos personales y comprobar identidades, hacer registros e incluso detener ciudadanos. Como en una dictadura bananera.
 
Más aún, el Ministerio de Interior creará un archivo de infractores. Y la misma ambigüedad del término “infractores” otorga a esa amenaza un tufo de dictadura. O que quienes defrauden a la seguridad social y consigan una prestación a la que no tiene derecho sean castigados como delincuentes. Quienes defrauden por valor de 50 mil euros (por ejemplo, cobrar un subsidio de 600 euros durante 7 u 8 años) pueden ser condenados a 6 años de cárcel. Pero para que un fraude a Hacienda sea delito sancionable con prisión, se han de defraudar 120 mil euros.
 
Y cabe recordar ahora que la secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, aseguró hace poco que “su partido no consentirá que España quede en manos de personas que siempre protestan, pero nunca proponen absolutamente nada”. Una proclamación pública que suena a invitación al golpe de Estado o, cuando menos, al pucherazo electoral. Sí, porque lo que dice Cospedal es que si ganara las elecciones un frente amplio de partidos de izquierda (Mareas, 15-M) el PP no les permitiría gobernar. Aparte de la falsedad de lo de “nunca proponen nada”, porque la ciudadanía que protesta, el movimiento ciudadano, las Mareas, las plataformas cívicas de todo tipo, las asambleas del 15-M… no cesan de proponer soluciones para sustituir este sistema injusto y predador.
 
El peligro autoritario es real. Y contra el autoritarismo sólo vale luchar por la democracia. La democracia de verdad, participativa, no un decorado que la simule.
 
*Periodista y escritor
 
 
 

Fuente: Contralínea 366 / 29 al 29 de diciembre de 2013