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Se disparan las fiestas rave clandestinas

Se disparan las fiestas rave clandestinas

Son los primeros minutos en la madrugada de un domingo cualquiera. Alejandro N, Fibu, como le dicen sus amigos, un joven de apenas 19 años, decide enviar un mensaje a su papá para avisarle que no va a llegar esa noche. El pretexto es lo de menos, la intención es seguir en “la fiesta”, en el rave.

Francisco Hernández

Un poco mareado por los efectos de la marihuana, saca su celular y teclea poco a poco el mensaje con el que pretende justificar por qué no llegará a casa.

“Voy hacia el Ministerio Público a declarar un delito, al rato llego. Estoy con el Geras”.

Guarda el celular en el pantalón, se acerca con sus amigos a seguir el baile con la música psycho de uno de los escenarios, pero a los pocos segundos le llega la respuesta de su casa.

—¿Estás bien; necesitas algo? ?le pregunta su papá en un mensaje.

?No, sólo vamos a declarar porque le iban a disparar al Geras, y yo soy testigo. Creo que nos vamos a tardar algo porque hay mucha gente. Si salimos tarde, nos vamos a casa del Geras y llego en la mañana a la casa.

Ésa fue toda la explicación que dio para poder seguir en la fiesta rave que se realizó en el balneario El Oasis, de Comonfort, a menos de media hora de la zona urbana de Celaya, Guanajuato.

Para llegar, había que pasar la zona de artesanías de ese municipio y antes de salir a la carretera a San Miguel de Allende, hay que doblar a la derecha en una pequeña calle pavimentada y después seguir por un camino de terracería 2 kilómetros adelante. Un lugar bastante escondido para quien no conoce la zona.

Unas horas antes, el Fibu ya tenía todo planeado con sus amigos para ir a la fiesta rave.

?Qué trance karnal. Oye, con la pena, ja. ¿Te acuerdas ke me ibas a dar unas pulseras?, ps quería saber kuántas son para saber a kién invitar je je ?le escribió a su amigo Adrián.

Minutos después, escribió a Janse, otro amigo: “Me dijo Adrián que el escenario de psycho empieza hasta las 9 pm, por si le quieren caer más tarde. Salúdame a esos weyes”.

Cerca de las siete de la tarde, los últimos mensajes vía celular de Fibu a su amigo Esare eran para irse “entonando” antes de salir rumbo al balneario.

?Ando por el Oxxo de la 12 (avenida 12 de Octubre). Apenas vamos a fumar. ¿Dónde andas?

?Estoy en Las Fuentes. ¿Ya van directo a fumar? Ja ja ja. Aguántenme, karnal, ¿sí?

?Avísame cuando llegues al Oxxo y yo voy. Está en breve el kantón donde estamos ¿va?” ?le respondió el Fubi.

Horas después, el grupo de amigos salió al balneario del municipio vecino. El frío de la noche, característico del campo abierto, no impidió a cerca de 500 jóvenes bailar durante horas.

Rave significa “hablar con entusiasmo” o “hablar eufóricamente”, pero la palabra es utilizada hoy como sinónimo de fiesta en donde abunda la cerveza, algunas bebidas exóticas, la marihuana y el éxtasis o tachas.

El rave no se entiende como tal sin alguna de estas sustancias. Para quien lo conoce por primera vez, es un interminable compás de música martillante a altos decibeles, de luces intermitentes que hacen parecer a la gente como si estuvieran en escenas de una película muda en cámara rápida.

El rave, desde afuera, es un montón de adolescentes, jóvenes y algunos adultos saltando, bebiendo, abrazándose bajo el pretexto de “experimentar con los sentidos”.

“El rave para los que vienen por primera vez es una fiesta donde todos conviven sin criticar los estereotipos propios de la sociedad. Al rave se viene a bailar durante horas y horas; se viene a sentir, y no lo sientes sin la marihuana o las tachas”, dijo el Fibu en uno de los momentos que se tomó a manera de descanso a un lado de las albercas del balneario de Comonfort.

Desde adentro, el rave es armonía, o al menos así lo describen algunos de los asistentes a este tipo de fiestas, en donde aseguran que abundan las “buenas vibras y hermandad, colores, luces y movimiento”.

Hablan de amor, respeto, individualidad, aunada a la comunidad, del espíritu animal; aseguran que la música no entra por los oídos, sino por la piel.

Este tipo de fiestas cada vez son más frecuentes en Celaya y la región, en donde la única autoridad que está presente es la de esa pequeña sociedad que se ha formado durante algunas horas.

Para reunirse, buscan sitios apartados, lejos del alcance de las autoridades civiles que pudieran llegar a “molestarlos”; para eso, los lugares preferidos son algunos balnearios, salones de fiestas en algunas colonias de la periferia, cascos de exhaciendas, e incluso locales comerciales deshabitados sobre el bulevar Adolfo López Mateos.

A diferencia de los centros nocturnos establecidos y controlados por las autoridades, en las fiestas rave hay hora de inicio, pero la hora de conclusión depende del ánimo y de la energía de los que.

Las fiestas rave son una importación de países de Europa. Para los asistentes a estas fiestas, los “antros” están pasados de moda. Dicen que hay muchas fiestas de este tipo cada fin de semana: de jueves a sábado, hay por lo menos una en la región.

Para avisar sobre una fiesta rave, no utilizan métodos convencionales, como anuncios en periódicos o spots en el radio, utilizan la comunicación digital: mensajes por las redes sociales o correos electrónicos.

No hay autoridades de Fiscalización ni de Seguridad Pública, pero aun así para entrar a este tipo de eventos, se necesita pagar entre 50 y 150 pesos, dependiendo del lugar.

Por ejemplo, en una fiesta rave organizada en una bodega de materiales en el Camino a San José de Guanajuato a principios de este año, el costo de entrada fue de 50 pesos; pero en el balneario El Oasis de Comonfort, el costo fue de 150 pesos.

“Yo no puse el precio, así lo fijaron los organizadores, porque los chavos además de venir a bailar puede quedarse a acampar”, dijo la encargada de recoger de la entrada.

Si bien las fiestas rave pueden parecer inofensivas para los organizadores y para quienes asisten a ellas, para las autoridades representan un riesgo por la falta de control y vigilancia, dijo el director de la Unidad Municipal de Protección Civil en Celaya, Iram Álvarez.

“Son peligrosas estas fiestas porque no hay un control. Como cualquier evento clandestino, tiene sus riesgos porque no se toman las medidas de seguridad, y aquí la importancia de que la gente denuncie a la autoridad competente, que en este caso es Fiscalización. Nosotros hemos sabido de algunas fiestas particulares, pero no son tipo rave porque manejan cierta cantidad de gente y horarios, y manifiestan que son para atraer recursos para graduaciones o cosas así y nos entregan una petición formal por parte de las escuelas que las organizan”.

Para el funcionario, el principal riesgo que se podría presentar en este tipo de fiestas es la realización de peleas o agresiones entre los asistentes, pues no hay una supervisión sobre la introducción de armas y el comportamiento de la gente cambia radicalmente cuando están bajo los efectos de cualquier droga.

“Cuando son este tipo de eventos, no tenemos un control y el riesgo que hay es que se presente algún connato de peleas porque están bajo los efectos de alcohol o droga, y el comportamiento de la gente ya no es normal. Por eso nos deben hacer saber para tomar las medidas, porque en todos los eventos que damos el visto bueno les damos las recomendaciones, como tener policías, dependiendo de la cantidad de asistentes, y tomar algunas medidas de seguridad”.

Pero el problema para las autoridades es más grave cuando ellas mismas reconocen que no pueden intervenir para revisarlas o en un momento determinado, clausurarlas, pues se trata de eventos organizados por personas físicas en predios particulares.

Al menos así lo reconoció la directora de Fiscalización, Edith Roque: “En este tipo de eventos, para nosotros como autoridad, se trata de eventos clandestinos fuera de la legalidad, donde la modalidad en la que se realizan es en predios particulares bajo ninguna razón social o comercial, y ante esta situación estamos imposibilitados legalmente para poder actuar”.

Por eso, ante la imposibilidad para poder actuar, la funcionaria se apegó a lo único que queda en este tipo de casos: el llamado social.

“Básicamente, la Ley de Alcoholes nos faculta sólo a poder entrar en lugares comerciales que tienen a la venta bebidas alcohólicas en cualquier modalidad. Lamentablemente han proliferado este tipo de eventos; por eso debemos apelar a la responsabilidad como sociedad, porque, como personas, tenemos una obligación de autoprotección para vigilar a qué tipo de lugares asistimos y qué bebidas consumimos. Son modismos sociales que se van dando en donde definitivamente tiene que ver la responsabilidad de los padres de familia: vigilar a dónde asisten los jóvenes”.

Mientras tanto, es casi una realidad que el próximo fin de semana habrá una nueva fiesta rave en algún sitio de Celaya o de la región, pero el lugar sólo lo conocen quienes organizan y lanzan las invitaciones por medios electrónicos.

Y cuando llegue ese día, ¿sabe en dónde estarán sus hijos?