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Temples que cambiaron a Matamoros

Temples que cambiaron a Matamoros

Fueron y son personajes de innegable carisma, temple, influencia y trascendencia. Su sola mención es referente en el desarrollo histórico de la modernidad en el extremo noreste de Tamaulipas, en lo político, económico y en lo social.

Norberto Lacarriere Lezama, Matamoros, Tamaulipas

Tanta es la importancia de algunos de ellos que biógrafos, historiadores e investigadores no escatiman llamarles “legendarios”, por cuanto significa conocerles para entender la dinámica de esta ciudad durante los últimos 80 años.

Se trata de gente que en algunos casos, más allá del bien y del mal, entendió el significado de vivir en la frontera y las facturas geográficas que se pueden cobrar si se sabe actuar sin individualismos. Y a veces, yendo contra las manecillas del reloj.

Eduardo Chávez y la veta del oro blanco

Durante el sexenio del general Lázaro Cárdenas, un hombre fue enviado a Matamoros. Su misión: “gastarse” en lo que fuera una importante cantidad de dinero destinada a la región para recuperar la economía, así que lo primero que hizo fue comprar palas, picos y azadones.

El cronista de la ciudad, Andrés Cuéllar Cuéllar, narra que Eduardo Chávez decidió ir hacia el río Bravo para sacar agua de ahí cuando todo mundo pensaba que no era posible y lo logró. Pero no sólo eso: consiguió que el sistema hidráulico en Matamoros irrigara por gravedad, mientras que en Brownsville, Texas, tienen que usar bombas de succión.

“Creo que fue un hombre visionario; la chiripa fue de Cárdenas que lo mandó a ver qué hacía pero lo grandioso fue lo que él hizo por la agricultura y la ganadería”.

A partir de sus ideas, el distrito de riego 025 comenzó a cobrar forma como el sistema de distribución más grande del norte del país y, gracias a ello, decenas de agricultores (varios de ellos venidos de otros Estados) se enriquecieron con la bonanza del algodón, en la primera mitad del siglo pasado.

Entre los beneficiados se encuentra la familia del investigador e historiador Clemente Rendón de la Garza.

Era una época en la que no sólo los afluentes naturales hacían honor a su nombre (río Bravo, río Grande), dada la exorbitante cantidad del vital líquido, pero una vez que se tuvo esta obra de ingeniería acuífera llegó a haber sitios, como el ejido Río Rico, que hasta su propio banco tenía.

Juan N.Guerra, “La Suprema Corte” de Matamoros

De Juan Nepomuceno Guerra se escribieron muchas historias, todas llenas de claroscuros, pero hay una en particular sobre la que llegó a hablar directamente ante el New York Times, de acuerdo al testimonio del locutor Joel Becerra Pecina: “Jamás he estado donde me han puesto… ni estaré”. Así se defendía de varios señalamientos que se le hacían.

También se rió de las “tonterías” que siempre dijo que escribió Eduardo Valle (a) “El Búho” en su libro “El segundo disparo”, donde le atribuía saber quién había matado a John F. Kennedy. “Nomás falta que digan que yo descubrí América”, señalaba irónicamente.

Lo que no negó fue haber conocido a Ernesto “Che” Guevara (“muy de cerca, sentado ahí, donde hoy usted está”), lo mismo que a Fidel Castro, quien cada mes invariablemente le hacía llegar una caja de habanos con sus respectivos saludos.

El presente se le entregaba a domicilio, en el céntrico restaurante de su propiedad. Fue una relación que surgió a partir de que Castro emprendiera su campaña en México por la revolución cubana, que culminó con el derrocamiento de Fulgencio Batista.

“¿Fuma? Si no, como quiera le regalo uno de estos puros y si no le cae bien Fidel, déselo a uno que sí lo quiera”, diría en alguna ocasión riéndose.

Cuenta el historiador Cuéllar que hay muchas personas que le agradecen a Juan N. Guerra su gestión a favor de algún asunto, justo después de que las autoridades de lo penal o lo civil hubiesen fallado en su contra.

“Podía o no solucionarlos, pero la mayor parte de la gente salía contenta”.

Casos de esos hay muchos, como cuando Mauro Longoria Martínez, hoy dirigente sindical de los electricistas, trató de quedarse con el rancho de cierto particular luego de habérselo rentado por 10 años.

“Cuando se lo reclamó el dueño, Mauro le dijo ‘el rancho es mío y hazle como quieras’.

“Entonces el propietario acudió a don Juan (como se le conocía) y él le compró la propiedad. Mauro primero le dio largas creyendo que podría hacer de las suyas, hasta que le mandaron a llamar y por supuesto que lo desocupó y entregó en menos de 24 horas”.

Agapito González, mitad “Robin Hood”, mitad señor feudal

A finales de los 90 se promocionó intensamente lo que empresarios y dirigentes sindicales terminaron pronunciando juntos: “La nueva cultura laboral”, algo que para los analistas del tema no era más que un acto de “total condescendencia”, sumisión y entreguismo de los primeros, al amparo de los tiempos de crisis y desaceleración económica internacional que obligaban a los segundos a aceptar los contratos salariales muy por debajo de lo que verdaderamente necesitaban sus representados.

Frente a este contexto la investigadora y socióloga del fenómeno gremial en el norte del país, Dra. Cirila Quintero Martínez, destaca que aún en los nuevos tiempos la política de Agapito Martínez Cavazos continuó con un sindicalismo duro y contundente que doblegaba a los grandes capitalistas, siempre con el beneplácito de su jefe y amigo personal, Fidel Velázquez.

Aun cuando su poder político menguó a principios de los 80 como ya se leerá en párrafos posteriores y pese a que el poder salinista había buscado doblegarle, a mediados de la administración de Ernesto Zedillo, el señor Agapito provocó que la clase empresarial de la región se cimbrara al emplazar a huelga decenas de empresas, sin doblegarse al diálogo.

Cuando unos directivos norteamericanos de tres maquiladoras se presentaron en las instalaciones del SJOIIM y le expresaron “if there’s no deal or agreement we’ll leave” (“si no hay trato o acuerdo, nos vamos”), Martínez Cavazos se quedó en silencio mientras le traducían lo dicho. De inmediato dijo en español: “pues váyanse”.

Tal actitud recuerda la descripción que en alguna ocasión hiciera de él el finado cronista vitalicio de la ciudad, Emiliano Saénz de los Reyes: “Su frase favorita era ‘o negocias o te chingo’”.

A tal grado llegaron las cosas en 1998 que tuvo que intervenir el entonces secretario general de la CTM en México, Leonardo Rodríguez Alcaine, acompañado en todo momento por el gobernador de Tamaulipas de aquellos años, Manuel Cavazos Lerma, al que Agapito Martínez llamaba tutéandolo en su particular forma de hablar entrecortada: “A ver, gobernador… ven”, o “gobernador, entra ahí, vamos a hablar”.

Al final, para alcanzar acuerdos con el dirigente estuvieron presentes Rodríguez Alcaine, Cavazos Lerma y los presidentes de la CANACINTRA y Asociación de Maquiladoras, René González Rascón y Rolando González Barrón. Ese día sólo se excluyó de la reunión a José Manuel Ballina Zermeño, que presidía la COPARMEX en ese momento. Esa fue la partida que sí ganó, en la recta final de sus días.

Jorge Cárdenas, el político más confiable del siglo xx en Tamaulipas

Agapito Martínez perdió en el instante en que decidió enfrentar sus fuerzas políticas con el poder mediático y popular de Jorge Cárdenas González, pues por alguna razón Agapito estaba en un ciclo en el que su figura no tenía tanta fuerza, de modo que las canciones de campaña que fueron asimismo los lemas de Cárdenas para golpear públicamente al PRI.

Se trataba de “El chubasco”, cuya estrofa inicial decía “Pero mi amigo, ¿por qué estás tan triste?”. Y compuesta se cantaba como “Pero cacique, ¿por qué estás tan triste?”. La otra era “El buey de la barranca”. En su versión original la letra reza el mismo título”, pero al calor de la pasión política algunos la entonaban modificada así: “Sacaremos al bribón de la campaña”.

A eso se agrega el grito de batalla que precedía cualquier discurso: “¡Pueblo de Mata-moros!…” y la frase que le acuñó uno de sus maestros de ceremonias, el locutor Herminio Díaz Cortéz: “Estamos condenados a la victoria”.

Las anécdotas no terminan ahí. Guadalupe Oropeza Kerlegan, regidora durante su segunda administración y autora del libro “El despertar de un pueblo”, cuenta que el día del cumpleaños de Jorge Cárdenas (22 de octubre) se le emplaza a huelga una de sus empresas que tenía contrato con los cetemistas, pero en plena fiesta por el onomástico de Agapito (a finales de diciembre), Jorge le mandó una copia de su constancia de mayoría, como ganador de las elecciones locales de 1980.

Una vez que llegó el poder lo hizo acompañado, entre otras personalidades, de José de la Paz Bermúdez, precursor del partidismo opositor en Matamoros. Con él también estuvo Jesús Vega Sánchez, uno de los operadores políticos del PRI, garante de muchos triunfos.

El también investigador Andrés Cuéllar destaca que en los primeros meses de su gobierno se ganó aun más la confianza de los ciudadanos, incluyendo a los priistas recién vencidos, al comenzar a repavimentar varias avenidas importantes.

Otro aspecto que llevó a cabo fue la remoción de la zona roja, cuando con el apoyo de varios funcionarios decidió armarse con escobas para ofrecer, de manera simbólica, empleo a las prostitutas. No obstante, la práctico de este oficio terminó yendo a parar al primer cuadro de la ciudad.

En materia de seguridad, algunos ciudadanos que trabajaron con él recuerdan cuando junto a la policía municipal corrió del municipio a los policías fiscales aquí adscritos. La razón: sus abusos en materia de extorsión a particulares.

También es memorable la leyenda urbana de la ocasión que encaró al narcotraficante Casimiro Espinoza (a) “El Cacho”. Famoso por sus atrevimientos, se le vio entrar armado a la presidencia municipal para pedir audiencia con el alcalde. Tan pronto entró, se le despojó de la pistola, sin miramientos Jorge Cárdenas le gritó: “¡Bájale, que aquí mando yo!”.

Pasaron algunos años para que este señor buscara la reelección. La ganó en 1989, pero a juicio de quienes se acostumbraron al buen trabajo, creen que algo le faltó a su segundo gobierno.

Eso le borró su buena imagen, más no lo destronó del plano de los “invencibles”, porque volvió a contender para la gubernatura de Tamaulipas y aunque los resultados oficiales de 1992 no le favorecieron, siempre quedó en duda el triunfo del ganador de la contienda, Manuel Cavazos Lerma.

Sergio Argüelles, visionario económico

Es 1973. Un hombre camina entre varios terrenos enmontados. “Algún día aquí vamos a tener varias naves industriales”. Escépticos, dos acompañantes observan la escena. No creen que haya gente interesada en invertir en esa parte al norponiente de la ciudad.

Pasa el tiempo hasta llegar a mediados de 2007 y ese mismo ciudadano aparece sentado detrás de un lujoso escritorio en su oficina personal. Está rodeado de fotos familiares, palos de golf y frente a él está un pequeño aparador; en él se encuentra una pluma y una cantidad impresa en una placa: 450 millones de dólares.

Es la cifra de la venta del año en México, correspondiente a las cerca de 1 millón de hectáreas de terreno para uso industrial que logró colocar en todo el país, por parte de su emporio, la empresa FINSA.

Antes de eso, se le sitúa como uno de los empresarios más prestigiados de México. Al ser uno de los fraccionadores más solicitados en el norte de Tamaulipas, con la promoción y alianza de las cúpulas empresariales de la zona (CANACINTRA, Asociación de Maquiladors, COPARMEX, etc.) llegaron miles de mujeres y hombres para laborar en la industria de la transformación.

Además fue el constructor del complejo maquilador de la Volkwagen en Puebla, Puebla, con cabida para más de 9 mil obreros.

Su actitud ante los medios no es cerrada, pero no es frecuente verle dar entrevistas a menos que los reporteros aprovechen su presencia en algún acto de edificación o inauguración de maquiladoras, pero aún así el autor de este trabajo consiguió sacarle la exclusiva de la ya citada negociación multimillonaria.


Sonia Martínez del Villar,  “La Musa Valiente”

Ella es hija de Lisandro Martínez, uno de los fundadores del PRI en México y el primer dirigente que tuvo este partido en la ciudad. Es, hasta donde se sabe, la única mujer de los tiempos modernos que alzó la mano en su partido para buscar una alcaldía, hace poco más de 2 décadas. Aparte, fue la primera incansable promotora de su compadre, el “ídolo de las multitudes”, Rigo Tovar.

Era el período del lopezportillismo. No había oportunidades para ellas, a pesar de la influencia femenina en esa administración (especialmente en la cultura, con la primera dama Carmen Romano de López Portillo que hasta llegó a cargar un piano en sus viajes) y la hermana del presidente, Margarita López Portillo, a quien se le atribuyen erradas decisiones como la cancelación de la Cineteca Nacional

Entonces Sonia (alguna vez ha pedido que no se le diga “doña”) recurrió a un “marketing” inesperado: en la cola de una avioneta colgó un anuncio en el que expresaba sus aspiraciones a gobernar Matamoros. Las cámaras de Televisa dieron cuenta de ello y se transmitió en el noticiario matutino de Guillermo Ochoa, cuya compañera Lourdes Guerrero (finada) dejó escapar un comentario: “¡Arriba las mujeres!”.

Posteriormente, repitió su intento de ser presidenta municipal y, aunque nunca negó sus orígenes priistas, decidió lanzarse por la oposición partidista en las polémicas y cuestionadas elecciones de 1988, contra su antiguo compañero Jesús Guillermo Villarreal.

La disputa por el triunfo pasó de las urnas a los tribunales, pero la imagen de Sonia Martínez no quedó en entredicho, aunque al final se nombró un Consejo de Administración Ciudadana con Fernando Montemayor Guerra a la cabeza.

En su faceta personal se casó con el atleta Pedro Villar Apodaca y ambos fundaron una familia de la que han surgido personajes destacados en la política, como son Simón y Manlio Martínez del Villar.

Culturalmente, Sonia ha presidido importantes agrupaciones como el círculo literario “Manuel F. Rodríguez Brayda”. Ahí, a mediados de los noventa, encabezó notables promociones e incluso hasta descubrió plagios cometidos por una escritora de esta ciudad.

Cuando Elena Poniatovzka presentó en Matamoros su libro “Tinísima”, le dijo a unas reporteras: “Díganle a Sonia Martínez que le dejo mi admiración”.

Además es la precursora de una de las celebraciones primaverales de más tradición en la playa Bagdad de Matamoros: El Festival del Mar; que se compone por actividades recreativas en el deporte, el entretenimiento artístico y la cultura. De hecho aquí es donde está su huella, con la organización de los certámenes literarios de “La poesía al mar”.

Punto y aparte

Todos los hasta aquí enlistados han sido líderes, juzgados por la historia. Son hombres y mujeres que conocieron la gloria, pero también probaron el sabor del fracaso, mas hasta donde se conoce, nunca se doblegaron.

Uno de los aquí mencionados solía recurrir a una frase, para hablar de lo importante que resulta cuidar todos los detalles, si se desea triunfar en un proyecto: “Por un clavo, se cae la herradura; por una herradura, se cae un caballo y por un caballo, se viene abajo el jinete”. Al parecer el autor de la cita llegó a confirmar en carne propia su significado.

Al margen de su influencia, el despegue de la ciudad también incluye a los llamados “héroes anónimos”, los que a cualquier hora y desde diversas trincheras hacen valer los tres títulos que hacen de Matamoros la Heroica, Leal e Invicta comunidad que durante la Revolución Mexicana resistió cercos y ataques del enemigo.