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Jelipe y el apocalipsis

Jelipe y el apocalipsis

Es interesante observar el panorama político y económico en el cual se desenvuelve el actual gobierno. Pero más interesante resulta observar cómo el presidente de la República insiste en tratar a los mexicanos. Alguna vez se dijo que un pueblo ignorante no es capaz de protestar ni exigir sus derechos, y los gobiernos se han conducido por ese sendero. Se nos quiere tratar como personas no pensantes y que estaremos de acuerdo con todo lo que se nos dice. La realidad mexicana ha cambiado. A pesar de que los niveles de escolaridad son bajos, existe cada vez más una conciencia que permite concebir la realidad en la que vivimos. Este artículo intenta de alguna manera, sin llegar a la falta de respeto, dar una opinión de lo que acontece en el país. No se tocan todos los problemas, sino una parte de ellos. Decir Jelipe en lugar de Felipe no es peyorativo, sino que recupero una forma en que la gente del pueblo se expresa al referirse a las personas llamadas Felipe.

Óscar Enrique Díaz Santos

En un ambiente cálido y bastante agradable en una playa mexicana y después de estar todo el día arranado en un camastro y disfrutar la deliciosa gastronomía oaxaqueña, el 3 de mayo se me ocurrió poner en funcionamiento el aparato llamado popularmente taravisor, para que me arrullara un poco y así conciliar el sueño. Le di la oportunidad de hacerlo al Teacher, esperando escuchar en su noticiero nuevamente todas las tragedias que cotidianamente pasan en México y en el mundo. Lo que escuché fue la mayor tragedia (disparate) que he escuchado durante varios años: Jelipe dijo que México había sido atacado por cinco y no cuatro jinetes del Apocalipsis, y los relacionó con el virus de la influenza, la crisis económica, crimen organizado, la peor sequía que se ha tenido y la caída de la producción de petróleo. Entonces dije sobresaltado: ¡ah cabrón! De cuál fumó. No porque hiciera esa relación, sino porque inmediatamente dijo que afortunadamente los estábamos venciendo.

Hay que recordar el significado de cada uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis de acuerdo con el Evangelio de Juan: cuatro jinetes, cada uno de ellos montado en un caballo de diferente color: caballo rojo, la guerra; caballo negro, hambruna y pobreza; caballo verde o amarillo, muerte o enfermedad, y el caballo blanco, que los cristianos los identifican como Cristo.

El virus de la influenza estaría identificado con el caballo verde o amarillo; el crimen organizado con el caballo rojo; la crisis económica, la sequía y la caída en la producción del petróleo con el caballo negro. Y todos los problemas que ha generado su gobierno (desempleo, bajos niveles de producción, bajos niveles de consumo, entre otros más) se pueden identificar con cualquiera de estos tres caballos.

Primera equivocación: no son cinco ni más de cinco, son sólo cuatro. Segunda equivocación: no hemos superado ninguno de los problemas mencionados, aunque sí podemos decir que en el caso de la crisis económica vemos signos de recuperación, que no es lo mismo que superación.

El virus de la influenza (caballo verde o amarillo). Aunque estoy convencido que fue real, para millones de mexicanos sigue siendo un cuento. Y tan eso fue que las famosas vacunas casi se tuvieron que promocionar en escuelas y centros de concentración pública para poder ser utilizadas y que no se echaran a perder. La desconfianza fue porque algunos de los que nos inyectamos nos enfermamos y seguimos siendo propensos a severas gripes y resfriados. No ignoro que la vacuna es para una cepa determinada, pero sé también que no está en manos de un gobierno enfrentar a un virus, pero sí en prevenirlo.

El crimen organizado (caballo rojo), una guerra que no tiene ni tendrá fin, mientras las estructuras del gobierno y la sociedad estén infiltradas por el mismo. Muertos van y muertos vienen, pero la estrategia instrumentada no ha funcionado y lo han dicho instituciones internacionales, expertos en seguridad y hasta gobiernos de otros países. Mientras el mal esté en las estructuras gubernamentales, será difícil acabar con el crimen organizado. Esto no quiere decir que el gobierno se haga de la vista gorda o que negocie la seguridad, sino que la estrategia debe de ir dirigida hacia las raíces y no hacia las ramas del árbol. Los mismos capos lo han dicho: la guerra no la acabará el gobierno matando o capturando a los líderes de los cárteles. Esto porque el crimen organizado es como la medusa: le cortas una serpiente y se regeneran 100. Lo grave del asunto es que, en esta guerra, los muertos no sólo son del Ejército, de las policías y los delincuentes, sino que también la sociedad civil empieza a vivir la atrocidad.

Crisis económica (caballo negro). A Jelipe y a su entonces equipo económico les cayó como anillo al dedo la crisis financiera internacional para echarle la culpa a otros de la crisis económica mexicana, encubriendo los propios errores que en materia de política económica se habían cometido; tal es el caso del combate a la pobreza extrema y la generación de un elevado nivel de desempleo. Entonces, los errores cometidos por uno de sus jinetes negros (Carstens) en el pronóstico de la crisis nos llevaron de un simple resfriado a un enfisema pulmonar, del cual, hablando en el lenguaje médico que utiliza frecuentemente el premiado Carstens, no hemos superado, apenas se puede decir que abandonamos la terapia intensiva. Es sorprendente el optimismo gubernamental en materia económica al anunciarse crecimientos económicos arriba del 4 por ciento. Ello no implica que superemos la crisis, sino que sólo se recupere algo de lo perdido. La pobreza no se ha combatido adecuadamente, lo que ha llevado a que crezca inexorablemente.

En el artículo “El programa estrella del gobierno se apaga”, de la revista Fortuna (82), se hace una referencia puntual de cómo había evolucionado la pobreza en México; sorprendentemente habíamos encontrado que, en dos años del gobierno de Jelipe, los pobres habían registrado 15 millones más de mexicanos, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. Insisto, no quiere decir que el gobierno no atienda el problema en cuanto a la inyección de recursos fiscales para afrontar la pobreza (250 mil millones de pesos en 2010), sino que son las políticas públicas las que están mal dirigidas.

Sequía (caballo negro). Es un fenómeno natural que el gobierno no puede combatir, pero sí puede prevenirla mediante la construcción de obras de infraestructura hidráulica que permitan la incorporación de un mayor número de superficie al régimen de riego, lo cual haría que las tierras conservaran humedad. Ciertamente, por la orografía de México, algunas superficies no son factibles de incorporarlas a este régimen de riego, pero tampoco se pueden insertar en una producción de tipo comercial, ya que generalmente siguen siendo de subsistencia.

Caída en la producción de petróleo (caballo negro). Aunque los datos fueran ciertos, también nos preguntamos ¿qué pasa con los yacimientos encontrados recientemente? ¿Qué pasa con las reservas de petróleo encontradas en aguas profundas del Golfo de México? ¿Qué pasa con la modernización de la industria petrolera? Cuando Jelipe propuso la reforma estructural en materia de petróleo, nos pintaron un escenario terrible de Petróleos Mexicanos (Pemex): una industria que no servía. Sin embargo, el petróleo sigue siendo la primera fuente de divisas del país y la que carga en sus hombros la mayor parte de la economía. Así, también, se encuentra que Pemex genera actividad económica en otros sectores productivos y que genera empleo tanto directo como indirecto. El asunto, nuevamente insisto, no es contemplar cómo nos hundimos o cómo flotamos, sino cómo nadamos para salir de las aguas tenebrosas en las que estamos naufragando.

Finalmente, en el trascurso de los días, he leído de editorialistas, diputados, comentaristas y detractores del gobierno diversas opiniones en las que señalan que Jelipe se quedó corto, que son más jinetes o que él es el principal jinete. No, no se quedó corto, como siempre le exageró y él quisiera ser el jinete que cabalgara el caballo blanco. Esperemos, como lo dice el corrido, “no cojee de la pata izquierda” (sería incongruente), porque la derecha ya le dejó de funcionar.

Fuente: Contralínea 183 – 23 de mayo de 2010