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Los zapatazos contra Bush

Los zapatazos contra Bush

Dos presidentes odiados hasta por sus conciudadanos, ambos empollados por el Partido Republicano, han sido Nixon y Bush, sobre todo porque sus políticas internacionales llevaron hasta sus últimas consecuencias lo de que “Estados Unidos no tiene amigos… tiene intereses”.

Nixon fue defenestrado del poder ante la amenaza de juicio político. Obligado a renunciar, se fue a la tumba despreciado por los pueblos a los que Bush también dejó en profunda crisis general y bajo una barbarie sangrienta, genocida y brutalmente implacable.

Entre esos pueblos, Afganistán e Irak sufren más las embestidas criminales del capitalismo salvaje. Los iraquíes, que padecieron el despotismo de Sadam Hussein, fueron víctimas del despotismo del alcohólico Bush, su mafia republicana y los empresarios beneficiados con las guerras estadunidenses aún en curso.

Como las vedettes, Bush visitó a las elites de varios Estados, donde la carne de cañón de sus intereses y prejuicios, los soldados enviados a combatir a sangre y fuego al pueblo iraquí –con la soga al cuello de sus vidas también en peligro–, lo recibieron con aplausos al recibir los pavos navideños como carnada de su estancia en Irak.

Después de entrevistarse con los gobernantes, que impuso con misiles y tanques en lo que es un Estado militar, dio una conferencia de prensa a corresponsales y reporteros iraquíes. A ella asistió Mountazeral Zaidi, reportero de un canal de televisión independiente. Es un periodista y un patriota, cuya familia fue víctima de la feroz represión de Sadam Hussein, pero sabe que la represión de Bush con su ocupación militar ya lo ha superado.

Cuando Bush respondía las preguntas, sorpresivamente, el reportero, quien ya se había quitado los dos zapatos, se los lanzó a la cara uno tras otro sin dar en el blanco, gritándole: “Éste es un beso de despedida del pueblo iraquí, perro”. Bush se puso patéticamente payaso, queriendo bromear con el incidente, al decirle a la audiencia: “Si queréis más datos, os diré que el zapato era del número 44”.

Ante la impotencia por los cañones de Bush sobre el pueblo de Irak, el reportero recurrió a una muestra de violencia mínima: lanzarle a la cara sus zapatos, con tan mal tino que aquel logró esquivarlos con un doble cabeceo. Los iraquíes festejaron los inofensivos tiros de quien, a su nombre, se atrevió a manifestar lo que el pueblo de ese país humillado, saqueado y bajo un baño de sangre hubiera querido hacer contra el invasor.

En Irak, los periodistas –después de aquel tanque que disparó sobre un hotel asignado a los reporteros y que causó una masacre– son las principales víctimas del ataque contra las libertades de prensa y el ejercicio de ese trabajo. Y le sigue nuestro país como el segundo lugar más peligroso para el periodismo, a partir de los regímenes derechistas del Partido Acción Nacional  y su intención para que la prensa mexicana deje de informar y criticar.

Otros zapatazos más se necesitan aquí, para al menos protestar contra la impunidad y complicidad calderonista y los desgobernadores que han permitido homicidios, desapariciones y miles de agresiones al amparo de una Fiscalía de Delitos contra Periodistas (Medina-Mora, Castro Lozano y Orellana Wiarco), que es ya un órgano inútil de la Procuraduría General de la República.

 

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