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Penitenciario

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Veinte años en prisión

Al volver a la ciudad de la cual salí hace 2 décadas no pude reconocerla. Más allá de las obvias transformaciones urbanísticas (casi babilónicas a mis ojos aún no manchados de asfalto) de algún modo me latigueó el contemplar ciertas expresiones de la gente en la calle: resignación, indiferencia, fastidio, “callada desesperación”; una sorprendente cantidad hablando por celular, otros encerrados en sus propias rejas invisibles, ¿acaso esa apatía extrema de las masas que precede a los totalitarismos? Algo ha cambiado en todo caso, pero al mismo tiempo todo sigue igual, sólo más cerca el presagio de una catástrofe largamente anunciada, el monstruo de asfalto al borde del infarto vial con sus 7 millones de automóviles circulando diariamente y que convierten prácticamente todas las horas del día en horas pico, lejos ya la urbe que cantaron vates como Efraín Huerta (con amor-odio), atrapada toda nostalgia libertaria y bucólica, cualquier añoranza frayluisdeleonesca (“Que descansada vida la del que huye del mundanal ruido y sigue la escondida senda…”).

Las evasiones de penales federales que oculta el gobierno

Al cierre de 2015, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, aseguró que la fuga de Joaquín Guzmán Loera, alias el Chapo, fue uno de los dos acontecimientos de mayor crisis para el gobierno de Enrique Peña Nieto. El otro fue la desaparición forzada de los 43 normalistas rurales de Ayotzinapa, Guerrero.

¿Es posible la readaptación de los presos?

Acaso un “no” categórico sería la respuesta inspirada por ese escepticismo crónico que impera con respecto de los asuntos públicos: sano mecanismo de defensa colectivo.

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