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Cuarenta años de crisis y, lejos de ver la luz al final de túnel, el país se sumerge en tinieblas más espesas. Si observamos hacia dónde llevan la nación los políticos sistémicos, el panorama es de mayor pobreza, despojo, represión, corrupción, impunidad, desapariciones y asesinatos. El poder adquisitivo de los salarios se deteriora de manera sostenida y las ofertas de empleo formales no son capaces de cubrir ni a los miles que cada año buscan trabajo por primera vez.

El doctor en historia Carlos Silva ataja mi percepción, la desgrana y la ajusta. La situación mexicana no es peor que en otras épocas. La crisis, la contradicción, es una constante que nació con el país. “Y tenemos estos picos. A veces es más profunda. Pero en crisis llevamos muchos años”.

Lo que sí es preocupante, reconoce el historiador, es que en otras épocas de agudas dificultades sociales, económicas y políticas, como las que antecedieron a la Revolución o a la Independencia, por ejemplo, la gente tenía esperanza. Y hoy, en términos generales, la mayoría de las personas no tienen esperanza alguna en que el panorama puede ser distinto. La decepción y la desconfianza son parte de este tipo de hartazgo que vive la población.

La ausencia de esperanza es preocupante porque si la gente no cree en sí misma y en que puede cambiar su situación, difícilmente participará masivamente en la construcción de otra realidad.

Carlos Silva sopesa los cambios y las directrices de México durante el Siglo XX y hasta nuestros días. “Ha cambiado México. Han crecido la demanda de drogas y la corrupción. Desde 1940 había contrabando de opio hacia Estados Unidos, en ese caso por parte de agentes del gobierno mexicano. Entre 1950 y 1970 había contrabando de amapola y marihuana. El gobierno mexicano decidió abrir una guerra. Y por eso es tan crudo ahora, pero eso siempre ha existido. Llevamos como 200 mil muertos, sí. Pero la guerra cristera tuvo algo así como 120 mil y duró 3 años y había menos población. La Revolución Mexicana, en los primeros 7 años, se llevó 1 millón de personas. Y de esas crisis México se ha parado. Con mucho esfuerzo, pero se ha levantado”.

Es ésa la convicción de Carlos. El país se va a levantar. “Te lo digo como historiador”, asegura. Se apoya en un panorama que trasciende a lo político y lo económico, aunque los incluye. “El país es muy rico en recursos. Y no me refiero solamente a los recursos naturales: la riqueza de trabajo, del esfuerzo, de solidaridad, de la creación artística, del empuje, del empeño”.

Precisamente de eso habla su libro más reciente: Los días que cambiaron México. Llegamos a esta situación después de una Revolución; de matanzas como las de 1968 y 1971; de incorporación a un tratado de libre comercio con Estados Unidos; de una insurrección indígena zapatista; de un magnicidio contra el candidato del propio partido en el poder; de alternancia en el poder federal entre los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN), con idénticos programas económicos y políticos.

Pero también, de hechos como la publicación de novelas como Los de abajo (de Mariano Azuela) y Pedro Páramo (de Juan Rulfo); de la proyección de la película Santa (dirigida por Antonio Moreno y basada en la novela de Federico Gamboa); de la instauración de misiones culturales; de consumación la autonomía universitaria; de la aparición del primer número de la Revista de la Universidad de México; de la fundación del Fondo de Cultura Económica; de la creación del Instituto Politécnico Nacional; de que se tocara por vez primera el Huapango (de Pablo Moncayo); del primer número de La familia Burrón (de Gabriel Vargas); de la fundación del Instituto Mexicano del Seguro Social; de la construcción de la Ciudad Universitaria y del primer multifamiliar; de la transmisión de la radionovela Kalimán, el hombre increíble; de la construcción del Sistema de Transporte Colectivo Metro; del Festival de Rock y Ruedas Avándaro; del terremoto de 1985…

“La historia no es buena ni mala, es la que hay”, señala Carlos Silva. “Hay momentos terribles de la historia de los que hay que aprender para no repetirlos. Pero hay momentos más grandes. México ha tenido momentos de crisis muy profundos y ha salido adelante, tenemos que ponernos a trabajar, a ver la historia, la sociología, la ciencia”.

Su libro es una suma de 77 estampas, momentos, que sucedieron a lo largo del Siglo XX y hasta 2016. Se puede leer de principio a fin (lo que da una idea de conjunto y explica la concatenación de unos hechos con otros) o de manera aislada, hecho por hecho.

Por la naturaleza del libro, hay poco lugar para el análisis profundo y las consecuencias que esos hechos desencadenaron; pero el autor sí ofrece una prospectiva al final de cada estampa.

Sorprende que, con excepción de la insurrección zapatista, todos los hechos descritos sucedan en la Ciudad de México. “Es lamentable”, dice Carlos Silva. Pero es parte de la propia situación del país: la centralización mantiene su vigor hasta nuestros días.

También se podría cuestionar la ausencia en el libro de hechos como el de las insurrecciones armadas de las décadas de 1940, 1960 y 1970 (Rubén Jaramillo, Partido de los Pobres, Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, Unión del Pueblo, Liga Comunista 23 de Septiembre, entre muchas otras); la fundación del Ballet Teatro del Espacio; el golpe al diario Excélsior (que dirigía Julio Scherer) y la fundación de Unomásuno (con Manuel Becerra Acosta en la dirección) y Proceso; las ediciones de Los supermachos y Los agachados (de Rius); la desaparición forzada de los 43 alumnos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa…

Claro, la lista de hechos a reseñar podría ser interminable. “Eran muchas más [estampas]. Hice una tabla matemática que tenía que ver con una cronología y con los propios hechos de tal manera que todas las décadas tuvieran una proporción similar; y no solamente en número, sino en ámbitos: de cultura, de economía… Lo que estaba buscando era explicar el Siglo XX desde varias perspectivas al mismos tiempo”, señala.

En su balance Carlos señala: “yo sigo viendo mucha gente sin comer, sin vivienda, sin estudios”. Y algo más: “No aprendemos de la historia, porque tenemos muchas lecciones pasadas de pillaje, de mala institucionalidad, de políticos corruptos, de gente que hace el marco jurídico y las instituciones débiles… A lo mejor habría que refundar otra vez el Estado [mexicano]”.

Le completo: porque el actual está roto. Probablemente lo que se construya resulte, como en las ocasiones anteriores, algo bizarro, disfuncional, hasta que se quiebre de nuevo y se necesario destruir y construir de nueva cuenta.

Zósimo Camacho

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ZONA CERO]

 

 

Contralínea 553 / del 21 al 27 de Agosto de 2017

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