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Dentro del ámbito municipal, estatal y federal, no son pocos los funcionarios que penalmente tienen conflicto de intereses económicos por tener comercios por concesiones y franquicias, directamente de su propiedad. El secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, tiene gasolineras en Quintana Roo; Eduardo Sánchez, franquicias de Sushi Itto, y Miguel Ángel Mancera Espinosa, con sus medios hermanos, es dueño de una cadena de restaurantes. Y, además, reciben cuantiosas utilidades por las franquicias, cobrando por cada una, no en pesos que el malinchismo está por encima del toma todo, sino en dólares con un costo de 65 mil de los billetes verdes. Está por publicarse una lista de esos funcionarios-mercaderes, donde Mancera es uno de los primeros. Por lo pronto la reportera Arely Sánchez (Reforma, 8 de diciembre de 2016), ha informado que los Mancera son empresarios de la cadena Bisquets Obregón. Uno de ellos, es el todavía jefe de Gobierno de la Ciudad de México, quien con sus diputados (y los de Peña) en el Poder Constituyente elaboraron la Constitución de la Ciudad de México.

Pues bien, Miguel Ángel Mancera Espinosa es un empresario restaurantero (que le hace competencia a su amigo Carlos Slim con los Sanborn’s), ya millonario; hecho que se deduce de la entrevista realizada a su hermana Maricarmen. El doctor en derecho brincó de Procurador defeño a candidato del PRD –pero al que no está afiliado por maniobras de “Los Chuchos”–; para heredar el cargo de su entonces amigo Marcelo Ebrard y actualmente ambos enemigos a muerte, no tanto por la corrupción de la Línea Dorada del Metro, como porque Mancera logró hacerlo a un lado de la guerra electorera para el 2018, donde el codueño de los Bisquets anda creyendo que, aconsejado por su amiguísimo Peña, coronará su carrera burocrática cuando el mexiquense le coloque la Banda Presidencial.

La política como negocio y complicidades administrativas, es para Mancera la clave para ese paso en el vacío que está a punto de dar, ya que debe renunciar para –modocito con su peinado a la Trump– dedicarse a su campaña, apoyado por los hermanos Serna; sobre todo Luis a quien ya ascendió como segundo de abordo y lo quiere hacer interino y sustituto para jefe de Gobierno. Y sus dos alfiles: Héctor Serrano y Granados. La cuestión es que Mancera no ha dicho de cara a los habitantes de la Ciudad de México, cuánto tiempo al día dedica para despachar su negocio restaurantero. “Es lento pero no arriesgado”. Y esto le debe quitar varias horas al día; y el resto se lo dedica al gobierno.

Pasa del sector privado al público, revisando sus inversiones y sus ganancias. Lo que representa un conflicto de intereses diametralmente opuestos. Y contradictorios. Aparentemente su doble gestoría no tipifica un delito. Pero deja mucho que desear que Mancera sea comerciante y funcionario, casi al mismo tiempo. Además asiste a reuniones con sus socios franquiciatarios, lo que debe distraerlo de las actividades inherentes a su cargo que, en verdad, demandan más de 24 horas al día. Con los Serna se ha construido su nueva mansión. Se dice que será candidato soltero, aunque con una hija. Ha sabido maniobrar, pero no en beneficio de sus obligaciones; pues la ciudad ya es presa de las delincuencias. Y los narcos. Por todas partes se nota su desapego a lo que le compete atender.

Y los delegados al unísono son un desastre administrativo. Una pavorosa corrupción. El y ellos hacen lo que se les pega la gana, mientras la basura, los baches y el cobro por transitar por los puentes elevados (una parte de ellos construidos con López Obrador y éste enviado al archivo para ocultar los contratos por 20 años). Y no solamente Mancera ha aumentado impuestos (predial, tarjeta de circulación, revisión de contaminantes en toda clase de transporte, etcétera), como su ocurrencia de imponer un alto impuesto a la supuesta plusvalía de las construcciones. Pero cogido con las manos en la masa, Mancera, mientras se come un bísquet con su café con leche, ordenó a sus constituyentes que retiraran semejante propuesta.

Enriquecido con las ganancias de sus negocios, junto con su media hermana hace planes para aumentar las sucursales: “Ahora estamos enfocando (en crecer) en la zona norte del país, donde tenemos presencia reciente en Monterrey”. Se deduce que don Miguel Ángel y Maricarmen se reúnen para tomar esas decisiones. Y esto ha de restarle tiempo al jefe de Gobierno para atender sus obligaciones, lo que explica el abandono de la ciudad que seguirá siendo sede de los poderes federales. En “pleitos arreglados”, Peña y Mancera hacen como que se dan sus dimes y diretes, pero los une la incapacidad política, administrativa y económica para conducir a sus respectivos gobiernos. Mancera y sus hermanos son dueños de 19 restaurantes, de los 122 que existen, para convivir “unidades propias con franquicias”. Esto explica el por qué Mancera puede mandar a hacer las roscas de reyes y organizar las tortas de récord mundial. Y hasta hace el show de “sacarse el muñequito” e invitar a la tamalada.

Lo que ocupa y preocupa, es que por sus negocios no se ha dedicado de tiempo completo en el cargo para el cual fue votado; y ha dejado para “después de mí el diluvio”, la merecida revocación del mandato.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: CONTRAPODER]

Contralínea 530 / del 12 al 18 de Marzo 2017

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