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Los rendimientos del mundo digital suelen tener dos caras: acarrea beneficios; pero también genera daños. La comunicación digital en todas sus manifestaciones, está produciendo grandes utilidades para quienes tienen acceso a esa tecnología que incluso ha creado condiciones cercanas a los brotes revolucionarios; ocasionando que los gobiernos intervengan también ese espectro para imponer la censura a las libertades de expresión en todas sus modalidades. Pero los entusiastas de lo digital no reparan mucho en que como auxiliar para la enseñanza en la educación, acarrea la pasividad intelectual al fomentar la mínima capacidad de pensar; esto fomenta la falta de crítica y olvida que educar es enseñar a pensar, a crear y recrear con la divisa kantiana del “¡atrévete a pensar!”, en el contexto de lo que es la pedagogía y su diversidad (Pablo Natorp, La pedagogía social).

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Esa comunicación digital es un medio formidable para el periodismo, pues sus trabajadores recurren a sus plataformas con frecuencia. Y lo es más para la comunicación en general, para recibir toda clase de información y noticias sobre la marcha de los hechos. Y para enviar mensajes, convocatorias y otros objetivos certeramente analizados por la investigadora María Elena Meneses Rocha, en su libro: Ciberutopías. Democracia, Redes Sociales y Movimientos-Red  (Porrúa y Tecnológico de Monterrey). En el mundo actual a caballo entre los moderno y lo posmoderno, sobre todo la prensa escrita sigue resistiendo la innovación de la tecnología digital. Y hasta la televisión y la radiodifusión acusan sus embates.

El caso es que también por ese medios se envían amenazas y censuras a los periodistas, que a la fecha no se habían contabilizado. Es por esto que la UNESCO ha publicado el documento: Cómo desarrollar la seguridad digital para el periodismo: “Agentes estatales o no estatales pueden tratar de influir en el flujo o contenido de información, negando, dificultando, manipulando o monitoreando el acceso a una variedad de datos electrónicos” la nota de Natalia Gómez indica que los periodistas han de capacitarse en seguridad digital que incluya elementos operativos, asegurar sus laptops y que aprendan tecnologías para ocultar información (El Universal: 17 de agosto de 2016). Así es que quienes hacen periodismo digital han de atender las precauciones ahí explicadas para evitar al máximo los riesgos por el uso de la comunicación digital, ya que es claro que ésta representa una más de las maneras en que se atacan las libertades de prensa, y con ella a sus trabajadores.

Y de estos, sobre todo a los reporteros. Pues cuando no son los delincuentes, son los funcionarios de todo nivel quienes intentan silenciar el ejercicio de las libertades de escribir, investigar, informar y criticar los abusos, raterías, corrupciones y el incumplimiento de sus obligaciones, que radio, televisión y prensa escrita han estado informando; cumpliendo con su deber constitucional establecido en sus Artículos 6 y 7. Y es que por más oficialistas que sean algunos medios de comunicación; con más o menos independencia, tienen que ventilar los abusos y criticarlos. Y aunque particularmente los periodistas de los municipios padecen más las consecuencias de la intolerancia y tienen que afrontar mayores obstáculos, presiones gubernamentales y amenazas que llegan a cumplirse –por lo general de parte de los delincuentes–, por todos los medios siguen informando, investigando los hechos y dándolos a conocer a la opinión pública.

Pero pagan con sus vidas el ser reporteros, como le acaba de suceder a Aurelio Cabrera Campos, editor y director del semanario El Gráfico. Su homicidio tuvo lugar en Puebla, donde ha desgobernado Moreno Valle quien, dicho sea de paso, ha impuesto sucesor por medio de elecciones tramposas. Reportado por Edgar  Ávila (El Universal, 16 de septiembre de 2016), este segundo –que sepamos– homicidio periodístico se suma a la contabilidad oficial que arroja 118 periodistas privados de la vida por desempeñar su oficio, en 16 años. Pues con Peña han empeorando las condiciones de inse­guridad para todos los mexicanos. Los narcos secuestran a hombres, mujeres y niños para allegarse mano de obra esclava para la siembra, cosecha, transporte y venta de las drogas; y matan a los periodistas que no aceptan sus consignas ni sus amenazas. Aurelio Cabrera Campos ha sido otra víctima de esa sangrienta y homicida inseguridad.

Por otro lado, la reportera del diario Vanguardia, en Coahuila: Rosa Esther Beltrán, actualmente sobrevive a las amenazas y demandas de un tipejo como Ariel Maldonado Leza, del grupo de Humberto Moreira, porque ella informa sobre la corrupción, abusos e impunidad de ese Moreira –amigo de Peña–; y por los que algunos de sus cómplices ya han sido encarcelados. Pero la periodista Rosa Esther Beltrán teme por su vida, ya que Humberto es hermano del actual desgobernador de la entidad, donde los Moreira son dueños de vidas y haciendas. Ese Humberto también ha estado presionando judicialmente al periodista e investigador Sergio Aguayo. Estos ataques, sumados al homicidio de Aurelio Cabrera Campos y la demanda por dizque daño moral a la periodista Rosa Esther Beltrán, son una pequeña muestra de que el periodismo informativo y crítico es el objetivo de funcionarios y delincuentes.

Y es que a los gobernantes –empezando por Peña– nada les importa el baño de sangre que se cierne sobre la Nación. Y en el caso de los periodistas, hasta se alegran de que sean eliminados, suponiendo que así se los quitan de encima. Pero no, a pesar de eso los valientes reporteros no dejarán de informar sobre los males que padecen los mexicanos en general.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: DEFENSOR DEL PERIODISTA]

Contralínea 521 / del 08 al 14 de Enero 2017

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