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Ya no da la cara Luis Videgaray. Envía a sus subalternos a dar el aviso de que las amenazas de la crisis económica son ya amenazas cumplidas, por las constantes bajas del crecimiento, responsabilizando a la “volatilidad” internacional, de lo que es, fundamentalmente, la persistente, necia y perversa continuación de la política del neoliberalismo económico que implantaron sobre todo desde el sexenio salinista. Y claro, nada como justificar el desastre en marcha porque, con la “reforma” energética y la baja del precio del barril, quebraron a Pemex, y no hay ya las millonarias utilidades que alcanzaban para la corrupción de la élite presidencial desde entonces; y hay que aplicar la austeridad que convertirá el desastre en una desgracia generalizada para, cuando menos, 100 millones de mexicanos. Los restantes 20 millones, encabezados por Slim, sus hijos, nietos y quienes concentran la riqueza, harán hasta lo imposible para salvarse del motín a bordo.

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El neoliberalismo económico postula la retirada del gobierno de los mercados, las privatizaciones, la dolarización de la moneda mexicana; vía libre a empresarios, narcos, banqueros y salida de capitales a la menor incertidumbre. Una mayor liberalización financiera y desregulación; bajos salarios que aumentan la pobreza, reduciendo o cancelando gasto social; una tasa “natural de desempleo”. Y, en el auge de la crisis, imponer la austeridad para recrudecer la recesión. El capitalismo mundial junto con el mexicano se hunden. Se salvan la plutocracia y la oligarquía en el poder del Estado, así tengan que nadar en la ingobernabilidad al precio de las represiones a sangre y fuego. Los peñistas son como los marinos de buen tiempo, de que nos advirtió Keynes. En cuanto estalla la tormenta saltan a salvarse, hundiendo la nave con sus pasajeros que integran el pueblo.

Eso está haciendo ahora mismo Videgaray, quien por medio de su subsecretario nos avisa que la amenaza del desastre es ya irreversible. Y ya que este hecho lo ha alejado aún más de la candidatura presidencial para 2018, que parecía ya tener en el bolsillo, aquí es donde entra quien tal vez ya sea el “relevo” para tal efecto. Se llama José Antonio Meade Kuribreña y ya creyó que es uno de los delfines del peñismo. E incluso ya como el único para una solución afín a Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong (quien no ha dado su brazo a torcer). Nuño, por su parte, con sus ensueños y hechos díazordacistas para poner orden en el país, también se resiste a postrarse ante Meade, quien con su sangre de atole “ni suda ni se acongoja”. Y es que, asesorado por su padre, un viejo lobo de mar en el océano de la burocracia, el junior –dicen sus seguidores– está en la carrera por la candidatura peñista, y para ello cuenta con cientos de agarraderas en todo el sector presidencial. Y contactos en el resto de la administración federal.

Con esto tranquilamente teje y desteje sus actos para hacerse el competidor ideal contra el partido Movimiento de Regeneración Nacional y Andrés Manuel López Obrador, apoyado en los pobres que visita con comida y leche para engañar al hambre, y cuyas credenciales para votar pueden ser compradas por más sobornos. Meade Kuribreña se ha convertido en el real precandidato de Peña; quien acaba de declarar que las lecciones de este 2016 no son “un adelanto de 2018”. Y que “no ha logrado entender cuándo el gobierno pasó a ser señalado como culpable en el caso Ayotzinapa”… lo que prueba que sigue sin entender que no entiende.

No tiene Peña a nadie como Meade, con enclaves de funcionarios en todo el sistema presidencialista, como para que lo apoyen y postulen en 2018 para un Partido Revolucionario Institucional (PRI) que alquile su vientre para parirlo… y el desastre electoral entierre a ese partido. Pero Peña no tiene más opción de entre su grupo, una vez que Videgaray, Osorio y Nuño son un trío de cartuchos quemados. Ya no sirven. Ninguno ha logrado solucionar problemas y a los tres los arrastró el fracaso de las “reformas estructurales” junto con Peña, que se deshace en las encuestas por su impopularidad.

Meade no es panista fichado en el Partido Acción Nacional, pero lo es de corazón. No es priísta, pero el oportunismo político lo ha hecho peñista; confirmando su afiliación al presupuesto desde 1991… con lo que es lo mismo: 25 años en la burocracia donde ha tejido y destejido sus alianzas, sus complicidades y sus intereses creados. Religiosamente católico rayando en el fanatismo. Economista y abogado, del Instituto Tecnológico Autónomo de México a la Universidad Nacional Autónoma de México para posgraduarse en la universidad de Yale. Íntimo amigo de Ernesto Cordero, panista-calderonista. Amigo entrañable de Videgaray. Hechura de Guillermo Martínez y Francisco Suárez.

Mantiene relaciones con Ernesto Zedillo. Ha hecho toda su carrera en el sector financiero, desde donde ha construido sus relaciones político-administrativas para ir escalando desde analista de la Comisión Nacional de Seguros hasta colarse con Peña, de ser secretario de Hacienda con Calderón, a encabezar Relaciones Exteriores y de ahí a Desarrollo Social  para sustituir a la ineficaz Rosario Robles, y cortarle las alas postizas para la sucesión presidencial peñista. Ha sido un gris funcionario empujado por Leopoldo Solís, el formador e impulsor de los tecnócratas que se fueron y regresaron como los Chicago Boys, para implantar el neoliberalismo económico que tiene a la nación postrada con sus 55 millones de pobres;  a 1 millón de los cuales, Meade les vende el litro de leche a 1 peso, y da de comer a otro millón en sus “comedores”.

Así que a pesar de todo Meade Kuribreña, Pepe Toño, está en la danza sucesoria en línea directa ya del peñismo, para un PRI que si no postula a una cabeza política, a un político real y probado, con Meade se enfilará a su final. Empero, cual si fuera una Penélope moderna, Meade Kuribreña, teje y desteje sus aspiraciones por ganarse la candidatura presidencial, ante el descarte de Osorio y Videgaray… y Nuño.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: Contrapoder]

Contralínea 493 / del 20 al 25 de Junio 2016

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