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IPN: de motor del desarrollo nacional, a “empresa” al servicio de privados

IPN: de motor del desarrollo nacional, a “empresa” al servicio de privados

Que el IPN ya no sea columna vertebral del desarrollo nacional, que sus principales puestos directivos puedan ser ocupados por gente externa a la institución y que el servicio social ya no tenga como objetivo desarrollar en los alumnos y egresados un elevado sentido de solidaridad social son algunas de las modificaciones que contempla el nuevo Reglamento Interno que momentáneamente ha sido suspendido y que motivó una de las movilizaciones estudiantiles más numerosas en la institución en los últimos años. A decir de integrantes de la comunidad politécnica, los cambios representan una “política de reestructuración global” que atenta contra su proyecto fundacional, sustentado en los postulados de la Revolución Mexicana. Yoloxóchitl Bustamante aseguró que las modificaciones “siguen básicamente los temas que tenía el reglamento anterior, aunque con algunos pequeños cambios de secuencia en los títulos”

El Instituto Politécnico Nacional (IPN) –que nació para llevar a cabo los postulados de la Revolución Mexicana en materia educativa– ya no se asume más como motor del desarrollo nacional del país, sino sólo como acompañante de este proceso.

Acorde con la Ley Orgánica que rige esta casa de estudios, el Reglamento Interno aprobado en 1998 plantea que el IPN contribuirá, a través de la educación, a consolidar la independencia económica, científica, tecnológica, cultural y política para alcanzar el progreso social de la nación.

El nuevo Reglamento Interno modifica esta redacción: sustituye el término de “alcanzar” por el de “fortalecer”, lo que significa que el Instituto creado durante la gestión de Lázaro Cárdenas del Río (presidente de México de 1934 a 1940) disminuye su perfil: ya no busca “alcanzar” el progreso nacional sino, más bien, “fortalecerlo”.

Aprobado por el Consejo General Consultivo del IPN (máximo órgano colegiado de consulta de esta institución educativa conformado en su mayoría por autoridades) en la madrugada del pasado 24 de septiembre, el nuevo Reglamento Interno surtirá efecto a partir de su publicación en la Gaceta Politécnica.

De acuerdo con la versión oficial, las modificaciones a esta disposición son para “mejorar” y para “el beneficio de la comunidad”. Se justifican porque desde hace 16 años el Reglamento Interno no había sido reformado, no obstante que “a través del tiempo el [Instituto] Politécnico se ha transformado”.

Del análisis detallado del nuevo Reglamento Interno –normatividad que rige la organización y el funcionamiento de las actividades académicas y administrativas institucionales–, integrantes de la comunidad politécnica concluyen que éste no sólo significa la modificación de algunos artículos, sino que representa toda una política de reestructuración global del IPN que atenta contra su proyecto fundacional, con implicaciones graves para toda la comunidad.

Además de que trastoca la naturaleza misma del Instituto al considerarlo sólo acompañante del desarrollo nacional, el nuevo Reglamento Interno deja de considerar como funciones sustantivas del Politécnico a la investigación científica y tecnológica. La nueva redacción suprime de entre los objetivos dicha investigación, la conservación y el uso sustentable de los recursos naturales de la nación, así como su contribución al desarrollo sectorial.

En el nuevo texto mutila, además, el capítulo que alude a la integración académica y tecnológica, misma que busca contribuir a la solución de los problemas nacionales y a la atención de los proyectos estratégicos, así como establecer mecanismos para fomentar la relación del Instituto con los sectores productivos del país.

Respecto del servicio social, elimina los párrafos que establecen que éste tendrá por objeto coadyuvar al mejoramiento de la sociedad mediante la realización de acciones que respondan a las necesidades del desarrollo económico, social y cultural de la nación; desarrollar en los alumnos y egresados un elevado sentido de solidaridad social; y retroalimentar el contenido de los planes y programas de estudio.

Las publicaciones del Instituto también quedan fuera de la nueva redacción, lo mismo que la especificación de su orientación: apoyar el proceso de enseñanza aprendizaje, la generación, divulgación y extensión del conocimiento y la difusión de la cultura.

Como remate de estos cambios, la nueva norma quebranta, de “manera inédita”, el principio de que los directivos del Instituto deben ser egresados del mismo. Esto porque dentro de los requisitos para ser director o subdirector de las unidades académicas de nivel medio superior y superior, así como los de los centros de investigación, ya no contempla el de poseer título profesional expedido por el IPN.

Érika Celestino Martínez, docente de la Escuela Superior de Economía de esta casa de estudios, explica que el sentido de esta “larga tradición”, la de nombrar como directivos sólo a egresados del IPN, radica en que quienes ostenten estos puestos posean conocimiento de la comunidad politécnica y sensibilidad hacia el proyecto fundacional del IPN contenido en el lema: “La técnica al servicio de la patria”.

Así, concluye la académica, la puesta en marcha de esta disposición abriría las puertas para que, tal como lo sugieren los organismos financieros internacionales, sean los egresados de universidades privadas quienes ocupen los cargos directivos. Implicaría, asimismo, consecuencias profundas y negativas en contra el proyecto fundacional de IPN y un proceso de recomposición política interno de magnitudes aún desconocidas.

A casi 79 años de la fundación del IPN, creado como apoyo del proceso de industrialización del país y como alternativa educativa para los sectores sociales menos favorecidos, la principal impulsora del nuevo reglamento, la exdirectora Yoloxóchitl Bustamante Díez, había sostenido en entrevistas con medios electrónicos que las modificaciones aprobadas recientemente no apuntan a “cambiar radicalmente” al Instituto.

En entrevista con la primera emisión de Noticias MVS, refirió, pese a las evidencias, que la reforma al Reglamento Interno “sigue básicamente los temas y la estructura del reglamento anterior”, aunque con “algunos pequeños cambios de secuencia de los títulos”.

La técnica al servicio del sector privado

“La técnica al servicio de la patria” es el lema que expresa los ideales del Instituto Politécnico Nacional. Aunque la frase era utilizada por algunos estudiantes desde antes de la creación del IPN, fue hasta 1937 que el entonces estudiante Jesús Robles la propuso para representar los ideales de la comunidad estudiantil. Años más tarde, se convertiría en rúbrica del Instituto.

Hoy, la esencia de este postulado peligra: está en riesgo de “traición”. El Reglamento Interno aprobado el 24 de septiembre, oficializa una serie de prácticas que ya aplican en el Instituto. A decir de activistas de la comunidad politécnica, éstas van encaminadas a virar la técnica al servicio de la iniciativa privada, no obstante que el Politécnico sobrevive de los recursos de la nación.

En este sentido, el nuevo reglamento establece, por ejemplo, que el Instituto podrá otorgar permisos para la prestación de servicios mediante el uso, aprovechamiento o explotación temporal de los espacios físicos. De la misma manera, plantea que las actividades de investigación, innovación y desarrollo tecnológico podrán generar la captación de recursos adicionales. Crea además las Unidades de Apoyo a la Investigación, al Desarrollo y Fomento Tecnológico y Empresarial, lo que, a los ojos de la comunidad, violenta la Ley Orgánica al “ceder al sector empresarial la investigación financiada desde el Estado”.

Otra tendencia presente en el reglamento reformado y acorde con el proceso de “mercantilización de la educación” que, como lo ha documentado Hugo Aboites Aguilar, doctor en educación por la Universidad de Harvard, tiene su origen en la adopción del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, es el acercar al IPN a la lógica de la empresa. Así, no es casual que el nuevo Reglamento incorpore términos como “capital humano” (en vez de “recursos humanos”) o “servicio educativo”.

En el artículo 34, además, se prevén acciones de vinculación mediante el “fomento a la cultura emprendedora, la incubación de empresas, el incremento de la productividad y la competitividad”, mismas que podrán generar “ingresos adicionales”. De la misma manera, a través del artículo 79, se agrega a las obligaciones de los académicos, la de “coadyuvar al fortalecimiento de la innovación y la competitividad empresarial”.

En la eliminación de la participación de la academia en la asignación de las funciones académicas al docente (artículo 19), los sectores críticos a la nueva norma detectan una pretensión más de equiparar al IPN con la empresa, “dentro de la cual los profesores pierden su estatus de docentes para acercarse, cada vez más, al de meros empleados”.

Al respecto, concluyen: “Cuando se presenta un proyecto de reglamento que por muchos lados trata al IPN como una empresa, se pone en cuestión su compromiso fundacional con el desarrollo de nuestra nación”.

Un argumento recurrente de las autoridades educativas para modificar el marco normativo vigente recae en la “necesidad” de empatar labor educativa con los requerimientos que “exige” el contexto actual.

Es así que a partir de la década de 1990, como consecuencia del desmantelamiento del modelo de país nacionalista que lo concibió y que ahora es sustituido por el modelo de libre mercado, las transformaciones encaminadas a trastocar la esencia del IPN se vuelven “más agresivas”, explica Érika Celestino, economista por el Politécnico. Las repercusiones se reflejan principalmente en la reducción de los planes de estudio y en el incremento de los cobros.

—¿Por qué el Politécnico debe seguir respondiendo a un modelo nacionalista, cuando el sistema económico del país es otro?– se le pregunta.

—El país está cambiando pero para mal; lo sentimos en el bolsillo, en los altos índices de pobreza. Si ese es el país, y el Politécnico se va a poner acorde con eso, qué mal. El país está en detrimento y justo por eso deberíamos ir en contrasentido; afirmar un proyecto nacionalista en donde la técnica sirva a la patria con todo lo que ello implica.

Para Érika Celestino, defender al IPN es defender a la nación de una política de mercado que “ya demostró su lastre”, y que se agudizará como consecuencia de las reformas estructurales recientemente aprobadas.

Voz estudiantil

Miguel Ángel Noguez de la Rosa, estudiante de economía, ingresó al Politécnico por recomendación de su papá, quien considera a esta institución educativa como “muy seria y comprometida”, en función de las condiciones sociales en que surgió.

Refiere que los tres semestres cursados de la licenciatura, más la formación que recibió en la escuela vocacional (el bachillerato del Instituto Politécnico Nacional) le han permitido modificar y ampliar su perspectiva del mundo.

Miguel Ángel eligió estudiar economía para comprender el porqué de las divisiones por estratos sociales. Le inquietaba profundamente saber a qué se debe que unos cuantos vivan bien y otros muchos no.

Ahora, a partir de los elementos teóricos que ha recibido durante su formación, concluye que es “muy tonto” el papel primordial que la sociedad contemporánea otorga al dinero y a mediciones tales como la inflación y las tasas de crecimiento. El joven reflexiona: “Es muy tonto dar un papel primordial al dinero o a fines de ese tipo, si lo piensas en términos de que el humano ha creado todo lo que lo rige, incluida la economía. No podemos ahora supeditar al ser humano en aras de la economía”.

Con apenas 19 años de edad cumplidos, Miguel Ángel apela a la vigencia del modelo nacionalista de país, esencia de la institución que ahora lo cobija: “Que no se quede congelado en el tiempo o decir que es del siglo pasado”.

 

     

 

Óscar Andrés Arias Arrellano, también alumno de la Escuela Superior de Economía del Instituto Politécnico Nacional, coincide. Para él, “el progreso jamás debe ser individualista y si nosotros estamos unificados bajo una nación, una bandera, una cultura, debemos de responder a eso”.

Miguel y Óscar forman parte del nutrido sector estudiantil que no está de acuerdo con las modificaciones impresas en el nuevo Reglamento Interno del IPN. Consideran que el modelo económico neoliberal en el cual se sustentan es muy agresivo, en el sentido de que corta completamente la intervención del Estado en la economía permitiendo el arribo de “una mano invisible” que regula la oferta y la demanda y, que por tanto, decide quién sobrevive y quién no, en una especie de “darwinismo social de la economía”.

Los alumnos refieren la incongruencia de que un país “atrasado”, como lo es México, adopte corrientes económicas que provienen de países primermundistas, con historias y desarrollos distintos. “Ahí es donde está la asimetría: entre que nosotros recibamos lo mismo que les funciona a otros que son distintos”.

Para la realización de este trabajo se solicitó entrevista con las autoridades del IPN, a través de Soraya de León, jefa del Departamento de Atención a Medios. Al cierre de esta edición no hubo respuesta, a pesar de que la petición se hizo con al menos 1 semana de antelación.

Flor Goche, @flor_contra/ texto y fotografías 

 

 

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 Contralínea 406 / del 05 al 11 de Octubre 2014