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Videgaray, quien maneja al peñismo a su antojo desde hace al menos 12 años, presumió de su amistad con el yerno de Trump, con el que lleva más de 1 año gestionando que éste deje de ser un patán, y lo único que ha logrado es exhibir a Peña como un funcionario nada grato al estadunidense que hace chistes con su calvicie y las horas que dura con su estilista para cubrirla y parecer como un güero copetudo. De plano Trump odia a México y desprecia a Peña, al grado de burlarse de él porque le replica que no pagaremos el muro; y Trump vuelve al tema una y otra vez amenazando a nuestro país con todos los males comerciales, expulsión de los migrantes y no recibir a Peña en la Casa Blanca (la de allá, no la de Angélica Rivera, que fue obsequio del empresario consentido de Peña).

Videgaray es el protagonista de todo ese enredo, yendo y viniendo en vuelos privados para lograr que Trump acepte la petición de su yerno para no estirar tanto la liga de las relaciones. Videgaray no ha visto a Trump desde que lo trajo a Los Pinos donde el Calígula estadunidense inició su embestida contra México y, de paso, a minimizó a Peña al grado de que éste tenga que rogar ser recibido en Washington para platicar; pero menos del muro ni del TLC ni los migrantes. Así que es el ve-corre-y-ruégale a Trump y en todas las ocasiones –llevo la cuenta de 34 veces– no ha podido hacer que el yerno abra las puertas de la Casa Blanca.

Y es que Videgaray se pasa de necio e iluso, y busca quedar bien con Peña al que le ha prometido que Trump lo perdonará… a cambio de que acepte pagar el muro. Lo único cierto es que Videgaray, el responsable de la billonaria deuda externa en dólares, manipulador de las partidas a los estados y metido en varias de las fiscalizaciones al gobierno federal, busca posicionarse ante el sistema mexicano y ver si así repunta su candidato Meade-Mid y lograr lo imposible, para hacerlo sucesor.

Por lo pronto, el exsecretario de Hacienda, ahora en Relaciones Exteriores, ha estado gastando dinero público en sus viajes a Washington, para salir con que Trump no quiere nada con Peña, como demostró en la llamada telefóni­ca donde le gritó a Peña que México pagaría el muro; que aceptara el pago del muro y entonces se entrevistarían. Peña ha dicho que no, pero de manera tan indecisa y titubeante que no le creemos. Y no por patriotismo, sino porque se levantaría la nación en su contra, ante un acto como el de Santa Anna cuando entregó medio territorio.

Así que Videgaray ha sido un inútil gestor que tiene a Peña como su conejillo de indias para sus experimentos politiqueros, demostrando que él hace y deshace del gobierno federal; con lo que en otro país ya hubiera sido cesado. Este mal funcionario debe renunciar y ser llamado a juicio político por su responsabilidad en ambas secretarías, lo que ha llevado al país al desastre; y cuyo último clavo ha sido su supuesta amistad con el yerno de Trump, la cual nada positivo ha logrado.

Y a propósito de este personaje, inexplicablemente los medios de comunicación y las redes dejaron pasar la información que desde Washington difundieron las agencias Ap, Afp y Reuters y que sólo el periódico La Jornada (5 de marzo de 2018) publicó. Y es que entre veras y bromas, en una reunión con republicanos en su mansión de Florida, Donald Trump comentó la reelección de por vida del presidente chino Xi Jinping, agregando que ojalá en Estados Unidos se “pueda hacer lo mismo algún día”.

Por vía de mientras ya el millonario ha constituido la comisión para su reelección por otros 4 años, asegurando que volverá a ganar con sus políticas proteccionistas económicas, la expulsión de los inmigrantes mexicanos, la ayuda rusa para acabar de hundir a los demócratas, romper el TLC con México y Canadá, construir el muro, declarar la guerra nuclear a Corea del Norte, aislarse de la Unión Europea, armar a los profesores de las escuelas, sabotear a Maduro con más sanciones económicas y vender armas a diestra y siniestra. Siendo gravísimo que Trump proponga que Estados Unidos se convierta en un régimen de presidencia vitalicia con él de dictador.

Ser como el dictador chino sería “estupendo” dijo Trump. Si lo tomaron a broma en los círculos republicanos y demócratas, no es alentador, ya que ese César de los negocios que está manejando al gobierno federal como si fuera una de sus empresas, ha dado muestras de que le gustaría  quedarse de por vida en la Presidencia a la que llegó con trampas, ayuda de Putin y el voto del ala derechista del partido Republicano. Pero que ahora salga con que le gustaría ser un presidente vitalicio, es más que una temeraria propuesta en el país que ha sido fiel a la democracia representativa por medio de elecciones con una sola reelección.

“Creo que es estupendo, quizá algún día lo probemos”, refiriéndose a permanecer en el poder presidencial de manera vitalicia. Lo sorprendente es que no haya causado más revuelo semejante deseo despótico. Pues si bien publicado como el dicho de un loco, no deja de ser alarmante ya que de esos locos se alimenta el escenario de los dictadores modernos. De Hitler al norcoreano Kim Jon-un; pasando por Pinochet, Videla, Maduro, Fujimori, Castillo Armas, Victoriano Huerta, etcétera.

Este deseo representa su fascismo. No sólo es un disparate. Está tanteando el terreno para convertirse en dictador y pasar de una sociedad abierta y democrática a una sociedad cerrada y autocrática, con un presidente clausurando los principios constitucionales republicanos conquistados por la Constitución de 1776. Es un Calígula-Nerón que se atrevió a recomendar para su país una presidencia vitalicia con él como protagonista. No fue una imprudencia, sino una descarada propuesta antidemocrática que tipifica la traición a la Constitución estadounidense.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: CONTRAPODER]

 

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