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La Suprema Corte de Justicia de la Nación y su enredado sistema judicial, el Congreso de la Unión que ya no representa a los ciudadanos y, sobre todo, el presidencialismo peñista, no dejan de autoelogiarse con su profusa propaganda por radio, televisión, redes y prensa escrita, para recordar los 100 años de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. La Ley Suprema que rige a todos los mexicanos y que, por cierto, lleva más de 700 modificaciones a sus fines políticos, económicos y sociales; donde las contrarreformas antidemocráticas superan, con creces, a las poquísimas auténticas reformas “para ponerla de acuerdo a las necesidades del tiempo”, como expresa Hans Kelsen en su gran obra: Teoría General del Estado.

Y es que una vez expedida, en 1917 por el Congreso Constituyente nacido del final de la Revolución de 1910, el presidencialismo de 1940 con Manuel Ávila Camacho y, en particular, el de 1946 con Miguel Alemán Valdés, la hicieron virar hacia la contrarrevolución. Pues las Constituciones deben ser objeto de adiciones que introduzcan reformas para gobernar en beneficio del pueblo; pero, en nuestro caso, de Alemán a Peña, sus cambios han sido favorables a la élite en los tres poderes y sólo a favor de los empresarios y su séquito de capitalistas que aprovecharon el auge del neoliberalismo económico, sacrificaron el liberalismo político, y se aferraron al libre mercado, limando el filo constitucional de gobernar en beneficio del pueblo; y logrando la amplia victoria del capitalismo, los capitalistas y el capital.

Es prudente comentar que en el marco de las actividades conmemorativas por los 100 años de la promulgación de la Constitución de 1917, se ha llevado a cabo la “Exhibición itinerante de los facsímiles de los sentimientos de la Nación, de las Constituciones de 1824, 1857 y 1917”, así como la exposición Numismática Itinerante “Moneda e Historia” y colección de billetes y monedas que datan desde 1899 hasta 1910, acuñadas en oro, plata, bronce, estaño y latón. Incluyendo el “Cuatro Histórico de los Congresos Constituyentes de México” (1814-1917).

La conservación de estos documentos fundamentales para la historia del país requiere cuidados y procedimientos especiales, por lo que fueron sometidos a un proceso de encapsulado que consiste en un sistema con una atmósfera de gas inerte que garantiza las condiciones óptimas de humedad, temperatura, presión e iluminación, para mantener estables las propiedades de los textos y permitir su exposición al público sin que resulten dañados. Este proceso se realizó entre el Archivo General de la Nación y el Centro de Diseño Mecánico e Innovación Tecnológica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El Cuadro Histórico es una obra donde se observa el Plan de Ayutla (1854) emitido para desconocer a Antonio López de Santa Anna; y el Plan de Guadalupe (1913), pronunciado para destituir a Victoriano Huerta, que derivaron en Congresos Constituyentes. Es una obra de técnica mixta de 276 centímetros por 190 centímetros. Un texto manuscrito e impreso con técnica de aguada y 312 fotografías, contando las faltantes; compuesto por Vicente Rivera Melo Vázquez y dibujado por Eustorgio Espinosa. Y su restauración y acondicionamiento se realizó en colaboración con la asociación civil Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México. Para ello, se limpió de polvo y manchas de óxido y se repararon y reforzaron zonas que dificultaban su manipulación o significaban un riesgo de deterioro.

Dicha exhibición ha llegado al Palacio Nacional de la Ciudad de México, lugar sede del Poder Ejecutivo Federal de México. Son documentos con hechos históricos donde enraizó la Constitución, hoy enmendada y remendada con contrarreformas; dando lugar a que sus 136 Artículos originales se hayan ido destiñendo, pues les han introducido cambios sustanciales no para mejorar los gobiernos que se han “corrompido absolutamente”. Y no porque el poder corrompa, sino porque los gobernantes, por elección y por designación, son los corruptos. Infames ladrones que abusan del poder para enriquecerse, darse fuero e impunidad, mientras dañan a la sociedad. Pero manteniendo a salvo a los empresarios y al capitalismo que viven a sus anchas en ese sistema económico.

Pero la realidad de lo que sucede en nuestro país es exactamente lo contrario a lo que expresa su propaganda: “los anhelos de libertad, justicia, paz e igualdad que fueron plasmados en nuestra Carta Magna”. Ya que los cambios que le han introducido en 100 años fueron exclusivamente para ponerla de acuerdo a los mezquinos intereses del presidencialismo en turno; vorazmente ratero que, hasta nuestro presente, siguen llevando a cabo impunemente y sin duda alguna desde Miguel Alemán Valdés a Enrique Peña Nieto.

Los mexicanos de a pie de hoy, o sea el pueblo, no pueden venerar a ese documento con sus 700 contrarreformas y sólo unas cuantas reformas, porque es una Constitución favorable a los partidos y el INE; los cuales vorazmente se quieren embolsar más de 18 mil millones de pesos. Favorable, además, a Peña y sus iguales de ladrones: los desgobernadores, presidentes municipales, narcotraficantes, banqueros, empresarios, patrones y, los millonarios encabezados por Carlos Slim; junto con los ricos y pensionados expresidentes, como Echeverría, Salinas, Fox, Calderón.

A los que pronto, muy pronto, se sumará el corruptísimo Peña y sus priistas, panistas y perredistas que junto con los legisladores y jueces, magistrados y ministros, se ha apoderado de este sufrido país porque ya tienen una Constitución a la medida de sus turbios deseos, para hacer de los “anhelos”, menos libertades, negación de la justicia, gravísima inseguridad en lugar de paz y una explosiva desigualdad con 53 millones de pobres. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 ha sido cambiada por la de 2017.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: CONTRAPODER]

 

 

Contralínea 559 / del 02 al 07 de Octubre de 2017

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