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El día que se fugó el Chapo

El día que se fugó el Chapo

Ese domingo por la mañana, la noticia de la fuga del señor Joaquín Guzmán Loera ya había inundado las redes sociales y era asunto de conocimiento mundial. Para la tarde era el trending topic cuatro o cinco en el nivel internacional. Pero la magnitud de la noticia no me sorprendió, no me aceleró el ritmo; al contrario, me sumió en un impasse durante el cual ese domingo sentí encima todo el peso de nuestro México corrupto, de una nación tan grande como concesionada en miles de sus partes, de una patria tan rica en recursos como miserable por ser rica en millones de pobres. Ese día sentí el lastre de una tierra históricamente mancillada por extranjeros y ahora sistemáticamente violada por algunos de sus ambiciosos hijos naturales, bastardos neoliberales al servicio de las potencias mundiales y sus grandes trasnacionales. Ese domingo me fui a pasear porque en México la fuga del Chapo Guzmán no significaba nada grave, sólo era un recordatorio de lo que desde hace décadas es nuestra nación.

En el camino recordé las imágenes de los túneles de las casas de seguridad del Chapo, aquellas emitidas por su “recaptura” acaecida hace 1 año y medio, si es que no fue una maquinación seudoliteraria de la novela negra que es México. Un país donde la vida cotidiana parece muchas veces ficción literaria, cuyos acontecimientos, si es que no salieron de un guion escrito por políticos, quedarán entonces representados en algún best seller o serán trama en alguna película “contestataria” que ganará un premio en un festival fílmico apoyado por el gobierno. Y es que las fugas de reos de máxima peligrosidad, de penales de máxima seguridad al estilo Alcatraz, hechas películas hollywoodenses, sólo ocurren en la realidad en 2015 en países como el nuestro.

Eventos como ése y como otros, que parecen de una naturaleza extraordinaria, casi ficcional, como aquel de los tres pescadores mexicanos que en 2006 fueron rescatados después de un periplo de 9 meses en altamar, quienes regresaron como náufragos, pero algo menos lastimeros que cualquier sobreviviente de los mares de cualquier película del estilo. Ese tipo de eventos y sus efectos mediáticos nos van sumiendo a los ciudadanos en un impasse social, que va siendo justificado con frases como: “Eso sólo sucede en México”, “Es que es México”, “En México la realidad supera la ficción”… entre otras más o menos célebres, que tienen su antecedente en la ya histórica “No soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas”, de Salvador Dalí. Lo anterior sólo es por mencionar la percepción que se tiene de México, como un lugar irreflexivo, intempestivo, alejado del gobierno de la razón, donde la realidad pareciera ser una creación artística, una pintura de Dalí; o una novela que te puede parecer increíble si no conoces parte de la realidad mexicana. Pero que, sin embargo, es tan parecida a nuestra realidad… por ejemplo La paz de los sepulcros, de Jorge Volpi (1994), historia tan violenta, corrupta y sin escrúpulos, incluso hace más de 20 años, mucho antes de la exponencial y desvergonzada corrupción de nuestros gobernantes y de los tiempos de guerra contra el narcotráfico, novela tan increíble como verosímil, ficción tan similar a nuestra realidad.

Así, de ficción, parecían las imágenes que se vieron en las redes, de fans del Chapo, con bandas blancas con su nombre en la cabeza, celebrando su fuga. Imágenes que son totalmente entendibles en un país donde muchas mujeres votaron por un candidato a presidente por ser “guapo”. En un país donde los sindicatos de enfermeras y petroleros votaron masivamente por un partido que ahora los desmantela –a sus sindicatos–, que privatiza el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Por un partido que regresaron al poder y que ahora tiene en catálogo de ventas a Petróleos Mexicanos (Pemex); y que ha iniciado despidos masivos de trabajadores petroleros. Esas imágenes de fans del capo de capos que son perfectamente correctas en un país donde el secretario técnico de la Cruzada Nacional contra el Hambre, Omar Garfias Reyes, emite un discurso en la radio en cadena nacional diciendo que en México ya se reconoce el problema de la pobreza, que en México al menos 4 millones de pobres ya reciben algún programa que mitiga su hambre, que esos 4 millones eran los últimos de la fila en espera de comer. Pero que no mencionó que la fila es algo más larga, y que en una cruzada “tan noble” se han denunciado algunos fraudes millonarios: “Desnuda ASF fraude masivo en Cruzada contra el Hambre”, Proceso, 2009 (www.proceso.com.mx/?p=396327). Tampoco mencionó Garfias que el gobierno de Enrique Peña Nieto, además de reconocer la pobreza, ha generado 2 millones de pobres más. También se olvidó de mencionar que los mexicanos que viven por debajo de la línea de bienestar, es decir, aquellos que no tienen acceso a la canasta básica alimentaria, pasó de 60.6 millones (51.6 por ciento) a 63.8 millones (53.2 por ciento), es decir, más de la mitad de los mexicanos. Entonces la fila de gente con carencias alimentarias es en efecto un poco más larga. Lo anterior de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) (www.coneval.gob.mx/Medicion/MP/Paginas/Pobreza_2014.aspx).

Aunque ya la jefa de Garfias, Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Social, nos tranquilizó explicándonos que si hay 1 o 2 millones de pobres más es porque los mexicanos nacen y muchos lo hacen en el sector pobre. Imágenes de ficción y declaraciones de ficción, entendibles, claro, en un país con 100 millones de pobres, pues no sólo el hambre define la pobreza (Julio Boltvinik, y colaboradores, Evolución de la pobreza y la estratificación social en México 2012-2014. Método de medición integrada de la pobreza y la estratificación social, Colegio de México, México, 2015).

Que haya gente que adore al Chapo es perfectamente entendible en un país cuyos presidentes derrochan dinero del erario en lujos, viajan al extranjero con comitivas onerosas y parásitas en un avión costosísimo. Es entendible y hasta justificable en un país cuyos presidentes habitan mansiones construidas y obtenidas al amparo del amiguismo e influyentismo político. Que una fuga de película, la del criminal más peligroso de México, se haya concretado, es un acto lógico, al menos en un contexto social en el que la desaparición de 43 estudiantes y diversas matanzas de civiles en las que ha participado el Ejército, como la de Tlatlaya, Estado de México, son hechos que quieren ser explicados con endebles guiones escritos en la Secretaría de Gobernación, guiones que la ciencia desbarata, pero que son buenos para la ficción y el lucimiento mediático de nuestros gobernantes. El Chapo y su fenómeno social son coherentes en un país donde una inexperta joven, sobrina del presidente, Enrique Peña Nieto, y recién egresada de la universidad sea contratada por Pemex para un alto cargo y con una remuneración económica elevada (http://aristeguinoticias.com/2207/mexico/pemex-contrata-a-sobrina-inexperta-de-pena-nieto/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=pemex-contrata-a-sobrina-inexperta-de-pena-nieto).

Y encima de todo, ese domingo me enteré de más datos de las exorbitantes sumas de dinero que Denise Dresser cobra por sus conferencias, sobre todo a universidades públicas, (www.sdpnoticias.com/nacional/2015/06/22/la-farsa-de-denise-dresser). Una politóloga muy crítica, que se obceca por lo que cobran los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación anualmente con dinero que sale del erario; y resulta que ella cobra en horas al mismo erario ¡mucho más que ellos! Cobrándole a un sistema al que ha invitado a desconocer anulando el voto. En fin, nada es sorprendente en el México del revés, donde nadie hace lo que debe ni es congruente con lo que pregona, ni el presidente, ni el Ejército, ni la politóloga, ni el ciudadano anulando su voto en berrinche electoral o casi nadie, pues el señor Joaquín Guzmán se ve muy profesional en su papel de criminal escapando por segunda vez, burlando el sistema judicial y penitenciario, haciendo ver como caricatura a todo cuerpo policial y militar.

Ese domingo pensé y sigo pensando: ¡qué el Chapo se haya fugado no es grave! Es sólo un síntoma más de un Estado enfermo, dirigido por criminales de cuello blanco. Él no está privatizando Pemex, él no extinguió Luz y Fuerza del Centro, él no está acabando con el sistema de salud, él no ha concesionado el territorio nacional y vendido los recursos naturales de los mexicanos y él no genera pobres como sí lo hace el gobierno mexicano. Aunque nada de lo que he planteado lo exime de ser un criminal, simplemente pienso que él en su papel hace lo que tiene que hacer, y en cambio nuestros gobernantes no ejercen el suyo, no nos protegen como ciudadanos, no defienden al país de otras economías, no defienden nuestros intereses. Ellos, los gobernantes, usan el poder no para velar por los mexicanos, sino para beneficiarse a ellos mismos y entre ellos, usando el amiguismo, el influyentismo, el clientelismo y el compadrazgo. Ellos no honran ni respetan nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, al contrario, la ignoran, la modifican o la violan según se les ocurre; y se mueven muy a gusto a ambos lados de la delgada línea que en México confunde lo incorrecto con lo correcto, esa delgada línea que separa el crimen de la justicia y la ley. Es así que en el México del revés, que, por segunda vez, se fugue el Chapo por un túnel es sólo un síntoma de lo que el gobierno realmente es.

Roberto E Galindo Domínguez*

*Maestro en ciencias en exploración y geofísica marina, licenciado en arqueología especializado en contextos sumergidos y buzo profesional; licenciado en letras hispánicas, licenciado en diseño gráfico. Integrante de la Red de Talleres de Crónica A ustedes les Consta.

[OPINIÓN]

 

 

 

 Contralínea 449 / del 10 al 16 de Agosto 2015