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El cambio climático ya es realidad en el Caribe

El cambio climático ya es realidad en el Caribe

En Granada, el segundo país más pequeño de América, el mar cada vez gana más tierra. Al mismo tiempo, disminuye drásticamente la diversidad de peces que alimenta a miles de familias de pescadores. La reubicación de comunidades enteras ya está en marcha

Desmond Brown*/IPS

Palmiste, Granada. Henry Prince, de 67 años, vivió toda su vida en este pueblo de pescadores de Granada, y desde hace un tiempo nota que la captura es cada vez menor, lo que perjudica sus ingresos, así como los de sus colegas.

 “Había escuchado hablar del cambio climático, pero nunca presté mucha atención”, dice Prince a Inter Press Service (IPS). “Ya no pescamos jacks (Caranx lugubris) como antes”, precisa.

Estos pequeños peces suelen usarse como carnada, pero también se consumen fritos como alimento, en especial entre las familias más pobres, pues son una fuente barata de proteínas en este país insular y el segundo más pequeño del Caribe.

En los últimos años pasaron a escasear los jacks, que solían ser abundantes alrededor de noviembre. Ante su merma, los pescadores tienen que importar sardinas para carnada desde Estados Unidos.

El ministro de Agricultura, Tierras, Pesca y Ambiente de Granada, Roland Bhola, cree que la disminución de peces en sus aguas territoriales es resultado directo del cambio climático.

 “Nuestros pescadores denuncian que cada vez pescan menos donde antes había un mercado próspero”, puntualiza Bhola. “Pudimos asociar eso con el cambio climático, la destrucción de nuestros arrecifes de coral y de otros ecosistemas como los manglares”, indica.

 “Como yo lo veo, la pesca es un día buena y otro día mala”, comenta a IPS otro pescador de Palmiste, Ralph Crewney. “En los últimos meses, apenas pescamos algo. En junio del año pasado, logramos una pesca grande a último momento”, relata.

Crewney, de 68 años y quien vive en la costa desde hace 20, también nota que en los últimos meses el mar se acerca a su pequeña choza. Pero no tiene planes de muñdarse en breve. “Estoy cómodo porque me gusta estar lejos del ruido”, explica.

Otras familias de la zona piensan en reasentarse en las comunidades de los cerros, pero se muestran renuentes a alejarse demasiado de su fuente de ingresos.

Las familias de pescadores del Caribe consideran a los terrenos frente al mar como un virtual derecho de nacimiento, con la alarmante proporción de 70 por ciento de la población caribeña asentada en la franja costera.

En la región de la Comunidad del Caribe (Caricom), la población depende de la pesca para su desarrollo económico y social. El recurso también contribuye a su seguridad alimentaria, al alivio a la pobreza, al empleo, al ingreso de divisas, al desarrollo y a la estabilidad de las comunidades rurales y costeras, así como a la cultura, la recreación y el turismo.

El rubro ofrece un empleo directo a más de 120 mil pescadores, e indirecto a miles de personas más, en especial mujeres, que se dedican al procesamiento, la comercialización, la construcción de barcos, la fabricación de redes y otros servicios vinculados.

Las tormentas y la erosión siempre dieron forma a la geografía del ambiente costero, pero se prevé que la elevación del mar y el aumento de tormentas más intensas conlleve una transformación drástica de la franja costera en las próximas décadas, lo que acarreará enormes costos económicos y sociales.

Según científicos y modelos informáticos, el aumento del nivel del mar a escala global podría ser de por lo menos 1 metro para 2100, como consecuencia de la mayor distribución de las corrientes más cálidas y del derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia y la Antártida.

El nivel del mar global aumentó en promedio unos 3 centímetros en los 10 años posteriores a 1993, según especialistas en clima, aunque las consecuencias podrían amplificarse en diferentes áreas según la topografía, entre otros factores.

El 16 de este mes, delegados que participaron en la Consulta Nacional de Actores urgieron a las autoridades a restablecer el Consejo Nacional de Cambio Climático, dado que la isla se encamina a fortalecer las medidas para hacer frente al impacto del fenómeno. Según ellos, si bien Granada obtuvo avances en materia de cambio climático y ambiente, todavía le falta mucho por hacer en lo que respecta a la resiliencia y el desarrollo de capacidad para la instrumentación de medidas concretas.

La consulta, organizada por el Banco Mundial y el gobierno, duró 1 día.

El restablecimiento del Consejo ayudará a “impulsar la agenda de cambio climático para integrar el fenómeno a la planificación nacional y la incorporación de la adaptación”, así como el monitoreo y el registro, señala un comunicado del gobierno.

El Programa para la Resiliencia Climática (CIF, por su sigla en inglés), del Fondo de Inversión Climático, aprobó este año un paquete de 10.39 millones de dólares para financiar un proyecto piloto vinculado a la resiliencia. Granada, junto con San Vicente, Santa Lucía, Dominica, Jamaica y Haití se beneficiarán directamente de ese Fondo.

El informe de 2007 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés) señala que la devastación que dejó el huracán Iván en Granada, en 2004, “es un poderoso reflejo de la realidad de la vulnerabilidad de las pequeñas islas”.

El huracán dejó 28 personas muertas, causó daños que llegaron al doble del producto interno bruto, destruyó 90 por ciento del parque de viviendas y hotelero y hundió a una economía que venía creciendo 6 por ciento al año.

Se estima que Granada y sus vecinos del Caribe, que dependen del turismo, están entre los países más vulnerables al cambio climático.

Numerosos científicos coinciden en que esta nación insular tiene un alto riesgo de sufrir un impacto negativo debido al cambio climático en varias áreas, como inundación costera por desastres naturales y aumento de tormentas. También señalan al ecosistema marino afectado por el aumento de la temperatura del océano y la mayor escorrentía de agua dulce por la destrucción de los arrecifes de coral y la interrupción de la cadena alimenticia, que afecta a la pesca y al turismo.

En los últimos 25 años, las frágiles islas granadinas de Carriacou y Petite Martinique también sufrieron el azote de tormentas, huracanes, marejadas y elevación del nivel del mar.

Esto causó una severa pérdida de la vegetación de manglar a lo largo de la costa, así como una erosión costera, daños al suelo y una seria amenaza al turismo, que depende en gran medida de las prístinas condiciones de la playa y de la salud de la vida marina.

Mientras, a medida que los países se preparan para adoptar un nuevo acuerdo internacional vinculante en París en diciembre próximo, cuando se realizará la 21 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Bhola dice que Granada aspira a su ejecución con gran expectación.

 “Mi país, Granada, un pequeño país en desarrollo, es muy vulnerable al cambio climático. Un acuerdo exitoso debe reducir el riesgo que afrontamos y ayudarnos a hacer frente a las consecuencias que tiene en nuestro país, para nuestro pueblo y nuestro modo de vida”, remarca.

 

 

Desmond Brown*/IPS

*Traducción de Verónica Firme

[Sección: Línea Global]

 

 

 

Contralínea 438 / del 25 al 31 de Mayo 2015