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Valerosos, pero sin equipo

Valerosos, pero sin equipo

Increíblemente, los bomberos de la ciudad de Matamoros viven de la buena voluntad de la ciudadanía y organizaciones sociales, que realizan colectas para conseguir los recursos que necesitan para su importante labor. Por ello, apenas tienen lo necesario para cumplir con su trabajo.

 
Nadia Irene González Guzmán
Matamoros, Tamaulipas
 
Apolinar Chávez no luce como un hombre fuerte, pero, al igual que sus camaradas, es un héroe que ha salvado cientos de vidas luchando contra el fuego y otros peligros mortales.
Su cabeza luce el emblemático casco de los bomberos, mismo que hoy porta orgulloso su hijo, quien decidió seguir los pasos de su padre.
Su uniforme consiste en una camisa celeste, pantalón azul marino y una gastada casaca amarilla que cuentan cientos de historias en la que Apolinar puso en riesgo su vida, protegiendo la vida y el patrimonio de sus conciudadanos.
Cuando no está en acción, su casco y casaca (dos de sus más preciadas pertenencias), cuelgan junto con el resto del equipo de sus compañeros, quienes comparten su amor a estos pedazos de tela y plástico.
Sin embargo el amor que este bombero siente por su equipo va más allá de razones sentimentales… es por simple y llana supervivencia.
Desde hace años Apolinar y sus compañeros no han recibido equipo nuevo y tienen que salir a trabajar utilizando los mismos cascos y casacas viejos, que lucen apilados en un rincón, justo a un lado del emblemático tubo de los llamados “tragafuegos”.
De hecho, en Matamoros este famoso tubo no se usa para el descenso de los bomberos cuando suenas las alarmas, pues ninguno de ellos quiere estar en el caluroso y húmedo segundo piso del cuartel.
Apolinar y sus compañeros son un grupo unido quienes en sus ratos libres se dedican a dar mantenimiento a las unidades o a bromear entre ellos. Sin embargo estas pausas no son tan comunes, pues en un día ocupado, llegan a atender hasta 45 llamados.
Así que para estos hombres el riesgo y el peligro es una constante pero esto no los detiene, sino que los vigoriza tanto, que algunos transmiten el amor y la vocación por lo que hacen de generación en generación.
 

‘LO TRAEMOS EN LA SANGRE’

 
Como sabe de los peligros de la profesión, Apolinar permitió que su hijo, Apolinar Guadalupe, ingresara como voluntario al cuerpo de Bomberos a cambio de que lo acompañara a sus clases en la secundaria abierta, la que ya están por concluir para posteriormente iniciar la preparatoria, pues anhela que su vástago estudie una carrera universitaria.
“Le inculqué la vocación y el espíritu de servicio y a veces creo que eso hace que se olvide de los riesgos… cuando lo veo actuar con valor frente al peligro, es cuando entiendo la angustia diaria de mi madre y a mi esposa por el trabajo que hacemos”, dijo quien fuera comandante de la corporación en la pasada administración municipal.
Gallardo y confiado, Apolinar Guadalupe aprende todo lo que puede de los conocimientos que su padre acumuló durante las más de dos décadas y media en las que ha trabajado como bombero.
“Lo traemos en la sangre, mi padre primero entró como voluntario y ascendió hasta ser comandante hace un par de años, aunque actualmente sólo brinda servicio desde el rango de capitán”, aseguró el joven.
 

LA HIJA DEL CAPITÁN

 
La jovial sonrisa de Catalina Canales Sánchez se distingue entre sus compañeros cuando se toma una foto para hacer memorable una intervención exitosa.
Cuando se le pregunta a la joven de 18 años si sus padres no consideran los riesgos a los que se enfrenta al intervenir en un llamado, dice orgullosa que su papá es el capitán Juan Pablo Canales.
“Me gusta ser voluntaria y mi papá no quería al principio, pero soy muy terca y me ha dado la oportunidad aunque me cuida y está al pendiente de que no me pase nada, y me advierte cuáles son los peligros y cuáles las precauciones que debo tomar  al estar en los llamados”, dijo.
Los Chávez y Canales forman parte del turno de 16 elementos que se reparten en las tres delegaciones locales, entre oficiales, personal de medio rango y voluntarios.
Pero son en número una plantilla menor a la que necesariamente y de modo vital debe tener Matamoros, pues se calcula que requiere al menos 70 elementos disponibles en la heróica corporación, distribuida en  17 delegaciones inexistentes en proyecto y muy lejanas de materializarse.
 

VIVIR SIENDO BOMBERO

 
Con 26 años dentro de la corporación, Apolinar Chávez Alcántar está seguro de que será bombero hasta el último día de su vida. Asume con naturalidad y sin el menor temor que morirá prestando su servicio en este cuerpo de auxilio.
“Quiero vivir siendo bombero y moriré muy seguramente prestando mi servicio en el departamento de Bomberos, esto es algo que amo y que hago de corazón, aunque me gustaría retirarme un día, quiero estar el mayor tiempo posible en activo”, indicó.
Está orgulloso de su oficio y asegura que no pudo, pese al riesgo que representa, disuadir a su hijo Apolinar Guadalupe de querer ser bombero, porque él mismo fue alentado por el ejemplo de sus hermanos a integrarse a la corporación.
De las paredes de la comandancia, que coordina Juan Cortez Dodier, cuelgan las fotos de los elementos que han caído tanto al cumplimiento de su deber como por causas naturales.
La última vez que un bombero perdió la vida en Matamoros fue en el año de 1984, cuando falleció Raúl Rodríguez Núñez al atender una emergencia en la carretera a Reynosa, a la altura del ejido Las Rusias.
Desde entonces no se ha presentado un nuevo deceso en circunstancias relacionadas con el trabajo, aunque han sido múltiples las ocasiones en los que uno o varios elementos han sido hospitalizados por lesiones.
El 23 de mayo de 2011 tres bomberos fueron atacados por un enjambre de abejas africanas cuando atendían uno de los 15 llamados de ese tipo que se recibieron ese día.
 
 

EL RETIRO

 
Cuando el tiempo de retiro llega para un bombero, éste recibe su salario al cien por ciento y en caso de que lo requiera, cuenta con atención médica y un modesto seguro de vida que sólo aplica a los recientemente jubilados.
Bernardo Carrillo fue comandante hace varias décadas y desde su retiro, que vive incapacitado, expresa amargamente que no recibió lo justo por el servicio que prestó con dedicación durante la mayor parte de su vida.
Chávez Alcántar dijo recordar a quien le enseñó el oficio, aunque reconoce que hoy día hay más garantías que en antaño.
Confía que con los años se reconozca aún más el trabajo que realiza. Actualmente se siente alentado porque el alcalde, Alfonso Sánchez, ha demostrado su preocupación por las necesidades de la corporación.
“Durante el gobierno de Baltazar Hinojosa Ochoa se cubrió el 80 por ciento de las necesidades, pero la ciudad demanda cada vez más recursos por el enorme y rápido crecimiento que registra”, dijo.
Mientras tanto, diversas organizaciones civiles, como el Club Rotario, son de gran ayuda para mantener y sostener la operatividad de los bomberos gracias a las colectas que realizan.
Sin embargo, lo que se recolecta con estos recursos es mínimo con respecto al gasto que tiene la corporación, que no cuenta con un presupuesto oficial en la ciudad.
El sostenimiento del heróico Cuerpo de Bomberos en Matamoros se da a través del donativo de un peso que aportan "voluntariamente" los usuarios de la Junta de Aguas y Drenaje, lo que equivaldría a cerca de 200 mil pesos mensuales.
Sin embargo, según el patronato de la corporación, de esta aportación a los bomberos sólo les llegan 35 mil pesos mensuales.
Aún así nada detiene a los bomberos de Matamoros, que siguen atrayendo a nuevas generaciones que, inyectadas de entusiasmo, se adhieren voluntariamente en espera de ser considerados para formar parte oficial del personal de planta.
Por ganas no queda y la mayoría de los bomberos aman tanto su labor, que arriesgan la vida por un ingreso que apenas les da para vivir modestamente.
Durante décadas los bomberos de Matamoros han enfrentando el crecimiento desproporcionado de la ciudad, adaptándose a las circunstancias y confiando de que en breve se subsanen sus enormes carencias.
Para ellos no importa si se trata de un incendio, extraer o rescatar ahogados en ríos, canales, colectores y presas, o  levantar cualquier obstáculo que caiga en líneas de tensión eléctrica, edificios, vehículos u objetos que estorben en la vía pública, lo importante es cumplir con su obligación.
Por ello intervienen en la contención de fugas de gas, la presencia de explosivos en algún inmueble o para dictaminar la causa que originó un siniestro.
Además son indispensables para liberar a víctimas prensadas en un accidente automovilístico al ser la única corporación que cuenta con las llamadas “quijadas de la vida”.
 

TRABAJAN CON LO BÁSICO

 
Matamoros tiene una población de casi medio millón de habitantes y un cuerpo de bomberos integrado por sólo 45 elementos activos, de los cuales 38 conforman el personal operativo.
Cada uno de ellos enfrenta serias desventajas al intervenir en emergencias a las que acuden con apenas lo indispensable y un valor que compensa lo que falta en recursos.
Si bien este municipio cuenta con tres subestaciones, quienes integran el departamento que coordina la Dirección de Protección Civil, encaran el peligro optimizando sus recursos.
A unos cuantos kilómetros en la ciudad texana de Brownsville los lineamientos para la operatividad del cuerpo de bomberos establecen que se cuente con una estación por cada mil habitantes. Matamoros evaluó hace 15 años que se  requería entonces por lo menos 6 delegaciones.
En la actualidad esta ciudad tiene cinco estaciones y de ellas sólo tres están acondicionadas para ser operables, incluso la que está localizada en la avenida Camino Real, en la colonia Las Culturas, tuvo que ser cerrada porque representaba un riesgo inminente para el personal, pues el techo se estaba desplomando.
En Brownsville existe un hidrante por lo menos cada cuadra, mientras que en toda la ciudad de Matamoros tan sólo hay cinco hidrantes en condiciones de ser usados.
La falta de recursos para los bomberos se evidenció a partir del primer minuto del primero de abril del 2011, con un simulacro realizado en el puente internacional “Los Tomates”, donde participaron más de 600 personas pertenecientes a 25 corporaciones de ambos lados de la frontera.
En este simulacro, donde se atendió el derrame y explosión de sustancias peligrosas y explosión en el cuerpo del cruce internacional, sirvió como un aviso de la crisis en la que se encuentran los bomberos matamorenses, quienes fueron superado en número de elementos y vehículos por los texanos.
De hecho, las mismas autoridades de la corporación reconocieron que su participación en este ejercicio fue “pobre”.