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Demasiado jóvenes para morir

Demasiado jóvenes para morir

En la frontera de Tamaulipas se han incrementado de manera preocupante los casos de jóvenes y adolescentes que pierden la vida mientras salen a divertirse. Aunque algunos de estos casos están relacionados con el fenómeno de la inseguridad, al final dejan una estela de dolor en sus familias, quienes no pueden recuperarse de la pérdida

 
Nadia Irene González Guzmán
Matamoros, Tamaulipas
 
.Salir y divertirse el fin de semana es el objetivo de la mayoría de los jóvenes de la frontera, aún cuando estar en la calle en un horario, sitio o con la compañía inadecuada, puede costarles la vida.
La sociedad se ha convertido en testigo mudo de una cada vez más frecuente cadena de tragedias que tienen que ver con la abrupta partida de un joven en circunstancias dolorosas.
Algunos de estos sucesos están relacionados directamente con la violencia, otras con la continua necesidad de la juventud de no medir los riesgos, de mantenerse dentro de círculos sociales al precio que sea, incluso poner en juego su vida.
Este es el caso de Ivette Sarahí, quien murió en abril de este año por una sobredosis, en lo que fue su primera salida con amigas.
Desde entonces los días transcurren con lentitud para sus padres, Juan Ochoa y Dulce Huerta, quienes han sido fuertes porque de ellos depende su otra hija, Dulce.
Considerada por sus logros artísticos como una joven talentosa, su deceso deja una larga lista de preguntas y un doloroso proceso para asimilar lo ocurrido. Su padre describe su dolor en el muro de la red social Facebook de la siguiente manera:
“Hija: Es tan fácil sumirse en el juego del ‘Si hubiera…’, y practicarlo es un rápido y resbaloso tobogán a la desesperación. Si hubiera decidido no llevarte a esa pijamada con esas amigas, si hubiera dicho ‘no’ cuando me pediste permiso… si hubiera… si hubiera… si hubiera… y todo termina en nada. Eso significa un fracaso como padre? En fin, estabas segura con una de tus ‘amigas’ en su casa, en un lugar seguro. Me doy cuenta que la vida nunca volverá a la normalidad y es un vacío sin ti. (sic)”.
A través de estas sencillas líneas su padre, amante del dibujo y la fotografía, expresa lo difícil que le resulta entender las circunstancias por las cuales murió su modelo favorita, a quien cariñosamente llamaba “Dona”, y a quien le tomó decenas de fotos, en su mayoría disponibles para sus más entrañables amigos adheridos al Facebook.
Mientras los Ochoa Huerta tratan de superar la muerte de Ivette, la habitación de la estudiante de preparatoria luce tal cual la dejó.
Cada cosa que ella colocó parece intacta, y en ella permanecen como detenidos en el tiempo los murales que pintó, en los que destacan relojes de arena, ángeles y flores; sus libros y cuadernillos de dibujo, sus objetos más valiosos y hasta la ventana abierta, con la cortina asomada al patio, desde que se observan las flores que cultivó con esmero.
 

EL DOLOROSO PROCESO

 
“‘¿Por qué no me quieres dar permiso?’ Me preguntaba una hora antes de salir. Y yo no sé si porque no quería pelear con mi hijo o porque pensé que él tenía derecho a divertirse y salir como sus amigos. Ese viernes le di permiso”.
Diana, madre de José Luis, un joven que perdió la vida al salir con amigos a inicios del año, narra su doloroso proceso de duelo.
Esta mujer, quien requiere guardar algunos detalles de su tragedia pues las autoridades aún investigan lo ocurrido, aseguró que todavía no puede sobreponerse a la pérdida.
“Esa noche –narró- me llaman pasando la una de la mañana. Yo no estaba dormida, pero estaba recostada. Era un amigo de mi hijo y me dice que si le abro la puerta, que está afuera. No sé porqué el corazón se me salía, como que algo me oprimía dentro.
“Cuando abrí la puerta lo veo con la cara enrojecida y me dijo: ‘Güero murió’. Y yo me puse a gritar, creo, o no podía gritar, ya no sé… sólo sentía que el corazón se me partía”, narró mientras se limpia las lágrimas que inevitablemente vienen con el doloroso recuerdo.
“Mi hijo murió… ¿Por qué le di permiso?, me repetía una y otra vez”, indicó la madre de José Luis.
El dolor de esta madre es parecido al que sufren muchas otras personas, quienes perdieron a un ser querido prematuramente en medio de eventos relacionados con la inseguridad y la violencia.
Para Víctor Lino Lozano Llanes, psicoterapeuta, el duelo que viene tras la muerte de un hijo joven es irrecuperable y la tragedia no se puede sobrellevar por sí sola.
“Los padres sienten mucho coraje porque se creen responsables al no mantener la disciplina familiar. Decir ‘no vas a salir y si sales vas hasta tal hora’ o ‘yo voy por ti a tal hora’, es necesario, no es exagerar”, dice.
Señala que muchos muchachos salen de sus casas, se aventuran y se arriesgan sin medir las consecuencias pues no logran dimensionar la situación que se está viviendo.
“‘Ya pasó la balacera, vamos a dar la vuelta’, se dicen los jóvenes entre sí. Los adultos quizá dicen ‘yo no salgo’. Pero para el joven es más difícil quedarse en casa, no saben en qué pasar el tiempo, no tienen el hábito de la lectura, para ellos divertirse es andar en situaciones de peligro”, precisa.
Convencer a un hijo de la importancia de advertir los peligros a los que se expone es importante, pues es un factor que puede evitar tragedias.
Antes de la muerte del hijo del poeta Javier Sicilia, Juan Francisco, junto con otras seis personas, el pasado 28 de marzo en Cuernavaca, Morelos, la sociedad mexicana no asumía que la inseguridad era un factor que dispara el número de muertes en la juventud.
Pese a ello es difícil mantener a los jóvenes alejados de las calles, de los círculos de amigos que pueden ser una nociva influencia, de los riesgos que son cada vez más visibles en ciudades como Matamoros.
Tan sólo en esta ciudad el número de jóvenes que pierde la vida va en un aumento, y eso es algo atribuible a la falta de precaución de la juventud que ignoran las advertencias sobre la necesidad de modificar sus hábitos de diversión.
En Matamoros las salidas por la noche, principalmente los fines de semana, no han disminuido, contrario a lo que reflejan otras ciudades del norte del país, aún y cuando algunos casos documentados por la prensa local revelan los fatídicos hechos en los que pierden la vida a muy temprana edad algún joven o jovencita.
 

“ES COMO NO TERMINAR DE MORIR”

 
Cristina Hernández tuvo tres hijos, de los cuales el mayor era la adoración de los demás integrantes de la familia. Su hijo falleció hace año y medio en un evento trágico y violento. Ella va a terapia desde hace diez meses y asume que está mejor, pero no supera lo ocurrido.
 “No ver a mi hijo es como no terminar de morir”, dijo.
Como la propia madre expresa, con 19 años y un futuro que se truncó, la ausencia de su hijo tras su muerte, es una de las cosas que jamás imaginó enfrentar. Asume que sólo la terapia le ha ayudado a que sus sentimientos y temores no la sobrepasen.
“Pensé en el suicidio pero ahora pienso en mis otros dos hijos, en mi marido, en cómo seguimos siendo una familia… Que si tengo deseos de tenerlo aquí, claro que sí, pero esto ya no me obsesiona, ya no paso el tiempo viendo sus fotos, oliendo su ropa, hablando con él 20 horas al día, ahora sólo rezo por él y por todos los que estamos pasando por algo así”, dijo.
Su sufrimiento lo comparte con otras madres.
“No tengo un minuto en el día en el que no piense en mi hijo, quizá algún día podré asimilarlo, pero debo entender que la muerte es sólo un proceso, que lo que importa es que mientras la vida continúa no vivamos sometidos por el dolor”, expresó.
 Las muertes de jóvenes registradas, sobretodo en la frontera en los últimos años, están cifradas en estadísticas confusas, algunas veces porque las propias autoridades no las conocen con exactitud.
Pero cada caso deja una familia fracturada, con un duelo que no puede superarse sin el debido apoyo psicológico y espiritual.
En este proceso los padres suelen encontrar la resignación en un menor tiempo que los hermanos, muchas veces estos acumulan más coraje, sobretodo si son jóvenes, revelan los especialistas.
 

HABLAR ES DIFÍCIL

 
Diana no va a terapia, no cree necesitarla porque se refugia en la oración. Dice que una forma de sobrellevar la tragedia es que sus seres queridos la acompañan.
“Tengo días buenos y días malos… hoy supe que sería un día malo porque me desperté y me sentía sumamente cansada, desganada, en un día así se me dificulta comer, no quiero, pero no puedo evitar llorar… cuando me siento así, sólo quiero dormir”, narra.
Pero admite que no todos los días son malos, hay algunos en los que logra sobreponerse con la ayuda espiritual.
“Me he refugiado en Dios, me cambió la vida y el tiempo se me fue en nada desde que perdí a mi hijo, pero estoy consciente de la realidad y sé que debo salir adelante, poco a poco, y que no puedo cambiar las cosas que ya pasaron y debo aceptar la voluntad de Dios”, indicó.
La psicóloga Cinthia Espino Morales, de la organización “Principios de Vida A. C.”, explica que los padres difícilmente pueden entender que un hijo muere, porque ellos siempre esperan que les sobreviva.
“Cuando hay apoyo asistencial se puede lograr mejoría con tres o cuatro sesiones, pero algunos casos pueden tomar más tiempo, sobretodo cuando la muerte se asocia a un evento grotesco o trágico”, explica.
Una vez que una persona acude a terapia, lo difícil es lograr que hable de un ser querido y del evento en el que éste perdió la vida. Hacerlo es doloroso, pero necesario.
Indicó que la fantasía dirigida es un método a través del cual el paciente expresa sus sentimientos como si la persona de la cual no se despidió estuviera ahí y eso le permite cerrar un ciclo.
Lozano Llanes dijo que es complejo entender el dolor que causa la muerte de jóvenes asociada con la violencia, primordialmente. No se puede ver de modo simple y sencillo porque su tendencia aumenta por la pérdida de valores que se construían desde la familia, escuela y la misma sociedad.
Admite que la violencia es uno de los principales motivos por el cual muchos jóvenes pierden la vida, pero también la causa de que la sociedad entera se vulnere.
Ambos especialistas admiten que luego de la muerte de una persona en un enfrentamiento, un accidente asociado a la ingesta de alcohol e incluso una sobredosis de una sustancia ilegal, la familia se queda muy dolida.
“Son eventos que se pudieron, en apariencia, evitarse y en esto no hay diferencia de estratos sociales, son jóvenes de todos los niveles socioeconómicos, pero hemos notado que los asesinados son jóvenes que se meten en situaciones difíciles, y aún así esa es una tragedia familiar”, dice Lozano Llanes.
Por su parte, Espino Morales advierte que cuando el apoyo se está recibiendo, no se puede frenar que mucha información incida negativamente en la terapia.
“Las malas noticias no dejan de circular y esto hace más difícil que cada paciente pueda tener un equilibrio emocional”, precisa.
 

UNA CULPA COMPARTIDA

 
“Lamentablemente la sociedad devora a nuestros hijos, nos los arrebata, porque de una forma el adolescente actual necesita sentir que pertenece a un grupo y de repente se olvida de las advertencias que los padres hacen y pierden la vida”, opina el psicoanalista Lozano Llanes.
 “Estoy consciente de que eduqué bien a mi hijo, pero en un momento perdió la vida y culpé a quien tal vez no era responsable, por eso mi período de duelo fue inicialmente de encierro, de soledad, en el fondo sentía que yo tuve la culpa y estaba enojada”, admite Cristina.
Sin embargo, dice, su esposo tiene un duelo distinto, en el que evade con trabajo lo que pasa a su alrededor y muestra menor interés en recibir apoyo psicológico, aunque actualmente ya asiste a terapia.
“No podemos dejar de ser fuertes, sólo nos tenemos unos a otros”, dice.
La intervención en medio de una crisis es vital, apoyo que ofrece Principios de Vida A. C. A través de los números telefónicos 813-5437 y 149-1129.
En dicho centro de entrenamiento y consejería familiar se garantiza la intervención situaciones críticas con apoyo psicológico integral.
No hay un diván, pero se tiene una atmósfera de tranquilidad cuando se llega a solicitar se le brinde una terapia. Se tienen para ello varios terapeutas que brindan hasta seis sesiones, una por semana a cada paciente.
Leticia Díaz, psicóloga de apoyo a jóvenes en el centro para la Atención y la Juventud, explica que el duelo que se tiene por parte de una familia que pierde un integrante joven separa poco a poco a la familia, hasta que todos están pasando un duelo por separado y dejan de relacionarse entre sí.
En tal caso el apoyo y la valoración a cada miembro de una familia es importante y se brinda a su vez terapia familiar.
Para un jovencito que pierde un amigo, el impacto es muy parecido a quien pierde un integrante de la familia, por lo cercano que fue, para esos casos se requiere verdaderamente buscar apoyo.
En tanto el Instituto Mexicano del Seguro Social y el Issste cuentan con especialistas en psiquiatría que atienden diariamente casos de personas que enfrentan un proceso de duelo.
Sin embargo no todas las atenciones son integrales, porque acude uno solo de los miembros de una familia y muy pocas veces la totalidad de los dolientes.
 

UN AMIGO Y PARA MUCHOS UN HERMANO

 
El padre Marco Antonio Durán Romero fue muy querido por la comunidad de jóvenes de la Parroquia de San Roberto Belarmino.
Su muerte sacudió a Matamoros el 2 de julio, tras caer victimado por un disparo en el pecho, en un aparente enfrentamiento entre delincuentes y elementos del ejército,
Se debatía entre la vida y la muerte cuando lo condujeron a un hospital particular. 
Una vez en quirófano, los médicos que hicieron lo humanamente posible por salvarle la vida dieron la trágica noticia: “El padre Marco ha muerto”.
En fracción de minuto, lo que se temía podía ocurrir y era un hecho, invadió las redes sociales.
“Oración por el padre Marco Durán, está en operación por impacto de bala en Matamoros”, decía el primero de los mensajes en twitter que hacía referencia del incidente. Fue escrito a las 14:50 horas de ese día.
Hasta el anuncio de su deceso, confirmado cuarto de hora antes de las cuatro de la tarde de ese sábado, se hablaba de varios focos rojos de violencia en la ciudad, rumores que no parecían tener mayor importancia, sugerían evitar transitar por algunos sectores.
Cuando se anunció la muerte del conductor del programa “Bienaventurados”, trasmitido en una televisora local, las opiniones de condena y aflicción comenzaron a circular en Internet, sobretodo entre jóvenes.
Sus más fieles seguidores fueron llegando hasta la colonia Emilio Portes Gil, hasta la iglesia que él, con mucho trabajo y planeación, había prácticamente construido.
Ahí, con dolor, quienes le conocieron y le apreciaban se fueron congregando.
Era un sacerdote muy activo, sobretodo se comprometía con la juventud de su comunidad y era un amigo, un hermano y un padre para muchos de ellos.
La psicóloga Díaz González asegura el padre Marco canalizaba hasta este centro a los muchachos que tuvieran algún problema de conducta.
Lo hacía porque solía expresar que él podía ocuparse de apoyarlos en lo espiritual, pero en lo emocional debía ser un profesional quien los atendiera.
“La juventud estaba plenamente identificada con el padre Marco, su muerte lamentablemente creará conflictos profundos en esos jóvenes porque van a preguntarse ‘¿por qué el padre murió, si el era tan bueno?’, entonces quizá dejarán de creer en valores como la justicia”, dijo.
En tanto, el martes 2 de agosto se convocó a una oración con duración de 24 horas por la paz de la ciudad. La Iglesia Católica difundió la imagen en vida del padre Marco Antonio Durán para expresar la necesidad de fortalecer a al sociedad en medio de los sucesos lamentables que se han presentado.
La cita se dio en la Catedral de Nuestra Señora del Refugio. La juventud matamorense fue el sector más llamado a participar en la oración masiva a la que se conminó acudir vestido de blanco.