Síguenos en redes

Adios a Tatik, el obispo de los indígenas

Adios a Tatik, el obispo de los indígenas

Don Samuel fue quedándose dormido poco a poco y su respiración se fue escuchando cada vez menos hasta detenerse, sin ningún dolor, sin sufrimiento. Así se fue la mañana del 24 de enero, después de estar enfermo desde hacía varias semanas. Se fue sin imaginar el impacto mediático de su fallecimiento y las conmovedoras consecuencias en los corazones que tocó durante su caminar de medio siglo en la diócesis más pobre de Chiapas

Dos días después, mientras en el altar el representante del papa Benedicto XVI rociaba con agua bendita por última vez el féretro, el clamor alrededor era: “¡Queremos obispos al lado de los pobres!”. En silencio o con sollozos profundos, muchos de los presentes no contenían las lágrimas de un sentimiento irremediable de orfandad.

“Fue el único que creyó en nosotros. Tatic nos escuchaba, consolaba, nos ayudaba. Ahora, ¿qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a hacer?”, expresaron en un tono desolador dos tzeltales de Ocosingo.

A la una de la madrugada del 25 de enero, el cuerpo del Obispo de los Pobres llegó a la Catedral de la Paz, “providencialmente” el mismo día en que cumplía 51 años de haber sido ordenado obispo, comentó el párroco Eugenio Figueroa, quien recordó que Samuel Ruiz llegó de una aristocrática diócesis guanajuatense.

La llegada de sus restos ocurrió en medio de un aparatoso y sin sentido operativo de seguridad gubernamental que indignó a algunos seguidores del obispo y a otros les hizo permanecer poco tiempo evitando desencuentros con decenas de políticos, funcionarios y detractores locales del obispo que desfilaron por la Catedral en los casi 3 días de funerales y aún después frente a su tumba.

“Pero Tatic era así, tenía lugar en su corazón para todos”, comentó en una de sus intervenciones el sacerdote Cruz Vera, quien recordó que “para él todos eran sus amigos. Yo le dije una vez: ‘don Samuel, usted dice que es su amigo, pero mire lo que nos está haciendo, como nos está tratando’. Así es, es mal amigo, pero sigue siendo mi amigo’, me contestó.”

La obra de Samuel fue sintetizada por el nuncio apostólico Christopher Pierre en el mensaje enviado al cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de su santidad, recordando que participó en las cuatro reuniones del Concilio Vaticano II y participaciones fundamentales para su propia conversión y la transformación de la relación iglesia-comunidad en la diócesis.

De este legado, habló el titular de la diócesis, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, en la homilía, al agradecerle la entrega “sacrificada” en estas tierras “a veces tan llenas de lodo y de piedras, físicas y humanas, sociales y eclesiales. Gracias por haberte encarnado en estas realidades y por haber hecho tuyos los dolores y las esperanzas de estos pueblos.

“Son muchas las semillas que deja sembradas en cada corazón”. Resaltó, entre otras, la promoción integral de los indígenas para que sean sujetos en la iglesia y en la sociedad. La libertad para denunciar las injusticias ante cualquier poder arbitrario. La defensa de los derechos humanos. La inserción pastoral en la realidad social y en la historia. La inculturación de la iglesia, promoviendo lo indicado por el Concilio Vaticano II, que haya iglesias autóctonas, encarnadas en las diferentes culturas, indígenas y mestizas”, dijo.

Recordó que el Tatic decía que “será el juicio final el que nos dé la justa medida a cada quien; pero las filas interminables de quienes han querido darte su último adiós en tu féretro en estos dos días, sobre todo de tantos indígenas, mujeres y marginados, nos dan el juicio de los pobres. Su deseo y su empeño espontáneo y multitudinario de querer estar cerca de ti por última vez nos demuestran claramente que fuiste luz y sal que trató de darle sabor al mundo”.

“Si no hubieras venido, seguiríamos esclavizados y ciegos por el mal gobierno; ahora ya no caminamos encorvados, ya no bajamos la cabeza ante los poderosos, gracias Tatic”, expresó en un mensaje uno de los tzotziles sobrevivientes de la masacre de Acteal ocurrida hace 13 años.

Con la música tradicional de la marimba chiapaneca, se entonaron las oraciones y cánticos religiosos en las cinco distintas lenguas indígenas que integran la diócesis y de más lejos, el pueblo quiche de Guatemala: le dieron “gracias que nos defendiste; confiamos en que seguirás siendo el gran defensor de los perseguidos en el mundo”.

La oración del padre nuestro fue pronunciada al mismo tiempo por los presentes en sus respectivos idiomas, escuchándose un solo murmullo en español, tzotzil, tzeltal, chol, zoque, tojolabal y otras lenguas extranjeras de los presentes quienes portaban flores, banderas, veladoras y mantas con leyendas recordando a su pastor.

Los últimos minutos antes de ingresar al espacio donde descansara eternamente, fueron sólo para la familia, los colaboradores, funcionarios de Chiapas y la jerarquía católica, el resto de la multitud observó en una pantalla gigante haciendo coro a los cánticos religiosos que aminoraban la tristeza general.

Por decisión del párroco Eugenio Álvarez y el obispo Felipe Arizmendi, la cripta de don Samuel quedó ubicada bajo el presbiterio al pié del Altar Mayor de la Catedral, llamada de la Paz desde 1994 cuando, con la mediación de Don Samuel, iniciaron las inconclusas negociaciones entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno mexicano.

Esa noche, el EZLN rompió el silencio de dos años ante la muerte de quién “formó toda una generación de cristianos comprometidos con esa práctica de la religión católica. No sólo se preocupó por la grave situación de miseria y marginación de los pueblos originarios de Chiapas, también trabajó junto con un heroico equipo pastoral, por mejorar esas indignas condiciones de vida y muerte”.

En cuatro cuartillas, el subcomandante Marcos reconoció que no fueron pocas ni superficiales las diferencias, desacuerdos y distancias” con el obispo, a quien muchos responsabilizaron del alzamiento armado, pero muchos otros reconocieron su aporte para detener esta guerra y quien, “por encima de ataques y conspiraciones eclesiales, y los cristianos como él tuvieron, tienen y tendrán un lugar especial en el moreno corazón de las comunidades indígenas zapatistas”.

El tono formal del comunicado que evita para don Samuel el apelativo Jtatik, pronunciado cariñosamente por los indígenas, pero repetido insistentemente por funcionarios estatales y federales, critica que el “grotesco desfile de personajes de la vida política local y nacional frente al féretro de don Samuel no es para honrarlo, sino para comprobar, con alivio, que ha muerto; y los medios de comunicación locales simulan lamentar lo que en realidad festinan”.

De su trascendental paso por la tierra todavía falta mucho por escribir, de su sensibilidad humana hablan sus propias palabras en un mensaje que habla de su modestia y humildad dictado en la parte final de su testamento difundido por la familia:

“En especial, agradezco el privilegio de haber podido descubrir en los humildes y sencillos, los pobres y los indígenas, la grandeza de sus designios manifestados en aquellos de quienes es el reino de los cielos.

“Muero en la confesión de esta fe, vivida en el seno de la iglesia católica, apostólica y romana, y en comunión con el sucesor de Pedro y con mis hermanos obispos, reconociendo mis limitaciones e infidelidades.

“Con todo el corazón, pido perdón a dios de todas mis faltas y también lo pido a todas aquellas personas que, con mis palabras o acciones, haya ofendido o escandalizado, y ruego al mismo misericordioso y omnipotente señor (cuya justicia es su misericordia), que repare los daños que mis acciones causaron en dichas personas.”