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El meganegocio de los cárteles alimentarios anglosajones

El meganegocio de los cárteles alimentarios anglosajones

Las causales de la hiperinflación alimentaria son múltiples, pero su meganegocio es el mismo como es idéntica la filiación de sus cárteles oligopólicos, en su aplastantemente mayoría anglosajones (mínimamente mezclados con sus aliados holandeses, suizos y franceses).

Un abordaje simplón se centrará actualmente en las “causas” de una mayor demanda proveniente de China e India que ha superado la oferta debido al “cambio climático” (la madre de todas las coartadas) y las sequías de la pampa argentina, los incendios de bosque en Rusia y las inundaciones de Australia, para citar los más aparatosos.

Otra “causa” iatrogénica (provocada “accidentalmente” y/o “colateralmente” por los humanos) es la conversión demencial de 40 por ciento del maíz por Estados Unidos –principal productor y exportador global– al bioetanol, locura a la que se trepó el Congreso mexicano, y la especulación financierista de los itamitas del gobierno calderonista, quienes pretenden haber “blindado” la tortilla (cuando han contribuido a su alza especulativa desde el Tratado de Libre Comercio de América del Norte hasta la compra de sus “derivados financieros”).

Otro factor determinante de la hiperinflación alimentaria, al unísono del alza de las materias primas en general, ha sido la “facilitación cuantitativa” del gobernador de la Reserva Federal, Ben Shalom Bernanke, una sicótica y masiva impresión de papel para intentar salvar a la banca israelí-anglosajona de su insolvencia.

Sea la causal que fuere y guste, la inmutable especulación financierista, como buitres en espera de su carroña, ha sacado jugosas ganancias “apalancadas”, cuando el volumen de “futuros” en las materias primas alimentarias se incrementó 23 por ciento en 2010 en la bolsa agroalimentaria de Chicago Mercantile Exchange.

En una interpelación pública al Congreso de Estados Unidos, Joel Newman, director ejecutivo de la American Feed Industry Association, fustigó a los “bancos de Wall Street” de causar la ruina alimentaria mediante su especulación.

En mis comentarios desde 2008 (La Jornada, Bajo la Lupa; 16, 23 y 27 de abril de 2008; 4 de agosto de 2008; 4 de agosto de 2010; 8 de octubre de 2010; 16 y 19 de enero de 2011) –que van desde la hipótesis de “la guerra alimentaria” de la dupla anglosajona de Estados Unidos y Gran Bretaña contra China e India, y explayan la especulación alimentaria fomentada por Goldman Sachs–, había señalado que la trasnacional alimentara Cargill, que exporta 25 por ciento de granos de Estados Unidos, opera con una importante rama financiera para “riesgos” en los mercados de futuros y cuenta con su propia firma de un hedge funds (“fondo de cobertura de riesgos”): Black River Asset Management, con activos por 10 mil millones de dólares.

En 2008, su alza sin precedentes había desencadenado revueltas en 30 países, en su mayoría aquellos en “vías de desarrollo”, ya que los “desarrollados” países anglosajones alardean encontrarse inmunes a su hiperinflación, debido a que su alimentación proviene de los “alimentos procesados”, por lo que solamente gastan 13 por ciento de sus ingresos en alimentos frente a los “subdesarrollados”, que procuran más del 50 por ciento en alimentos “no procesados”. Pero tal ha sido la constante en la disparidad alimentaria global y esto no es nada novedoso.

Lo novedoso consiste en que a inicios de 2011, países supuestamente “apacibles” y aliados de Estados Unidos y Francia, como Túnez, han sido derrocados por la “revolución del jazmín”, debido al desempleo universitario y a la hiperinflación alimentaria sumada del alza del petróleo.

La gráfica mensual de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (para enero) de su Índice de Precios Alimentarios exhibe un alza descomunal e ininterrumpidamente ascendente durante seis meses consecutivos, jamás alcanzada (un pico de 215 puntos: casi el doble de la puntuación de 2006) para el total de 55 materias primas alimentarias, entre quienes destacan maíz, trigo, azúcar, carne y aceite vegetal.

La trasnacional estadunidense Cargill –no olvidar que acapara el 25 por ciento de las exportaciones de granos de Estados Unidos y el 22 por ciento del mercado doméstico de carne, además de que abastece todos los huevos de los restaurantes McDonald’s en Estados Unidos y es el mayor productor de pollos en Tailandia– representa una empresa familiar, con un historial impresionante de 140 años, que no cotiza en la Bolsa de Valores.

En caso de cotizar, Cargill se encontraría entre las primeras trasnacionales de la clasificación de la revista Fortune 500.

Para el año fiscal 2009, Cargill obtuvo ingresos por 116 mil 600 millones de dólares (que la coloca en el primer lugar global en el rubro de los “alimentos”; y eso que no cotiza en la Bolsa) y cuenta con 160 mil empleados en 67 países (incluido México). Desde luego que no entraremos a la perturbadora discusión sobre sus abusos ambientales y en derechos humanos.

En forma interesante, Mosaic, Co, una subsidiaria de fertilizantes de Cargill, de la que posee las tres terceras partes de sus acciones, sí cotiza en la Bolsa (ingresos por 6 mil 700 millones de dólares en 2010) y es la principal productora de fosfato y la segunda de potasa en el mundo: ¡un oligopolio de fertilizantes dentro del oligopolio de los granos!

Otra trasnacional estadunidense –por cierto, fuertemente subsidiada por el gobierno de Estados Unidos, cuyos funcionarios y políticos han sido lubricados generosamente por sus cabilderos–, Archer Daniels Midland Company (ADM), opera los cereales y los aceites con poco miramiento al daño ambiental y cuenta con 270 plantas en el mundo con ingresos en 2009 por 69 mil 200 millones de dólares. Saturada con líos legales, ADM fue condenada por la “fijación del precio” de la lisina (cuyas hazañas fueron llevadas al cine).

El pulpo Kraft Foods, Inc, representa la mayor trasnacional de dulces, bebidas y alimentos en Estados Unidos, con más de 40 marcas en 155 países (Cadbury, Maxwell House, Nabisco, Oreo, Oscar Meyer, etcétera). Obtuvo ingresos por 40 mil 400 millones de dólares en 2009.

La anglo-holandesa Unilever, con 163 mil empleados mundialmente, obtuvo 57 mil 74 millones de dólares en 2009. Su característica es que posee más de 400 marcas, 13 de las cuales pertenecen a las “marcas multimillonarias” con ingresos mayores a 1 mil millones de dólares cada una (la más conocida es el té Lipton). En realidad, 25 del total de sus marcas constituyen el 70 por ciento de sus ventas.

Bunge Limited, extrañamente una trasnacional del paraíso fiscal británico de Las Bermudas y con sede convencional en White Plains (Estados Unidos), obtuvo ingresos por 41 mil 926 millones de dólares en 2009 y cuenta con 25 mil 945 empleados mundialmente. Es el mayor exportador de soya del mundo y tiene intereses en el mercado de alimentos procesados, así como en los granos y los fertilizantes.

La estadunidense Monsanto, con ingresos por 11 mil 740 millones en 2009, es considerada una de las trasnacionales más malignas y con una carga de juicios y protestas en los cuatro rincones del planeta. Monsanto dio el salto cuántico a la biotecnología para convertirse en líder de los polémicos alimentos genéticamente modificados (acapara el 90 por ciento) y con la “hormona bovina del crecimiento”. Detrás de la polémica Monsanto, la empresa estadunidense Pioneer Hi-Bred se ha posicionado en fechas recientes en el mundo de los alimentos genéticamente modificados.

Un grave error de juicio consiste en pretender aislar los ingresos colosales de las poderosas empresas trasnacionales de químicos y fertilizantes que han incursionado tangencialmente (y/o como integración horizontal y vertical) en el muy lucrativo negocio de los alimentos, como Dupont, BASF, Yara, JBS, etcétera.

Tampoco se debe dejar fuera del inventario a las poderosas procesadoras de todo tipo de carne roja, como las estadunidenses Smithfield Foods y Tyson Foods, con ingresos respectivamente de 14 mil 264 millones de dólares y 26 mil 700 millones de dólares en 2009, y puestas en la picota, como todo la industria carnívora (en el doble sentido de la palabra), en el célebre documental galardonado Food, Inc (puede descargarse gratuitamente por internet).

Un caso sui géneris lo constituye el diversificado conglomerado francés Louis Dreyfus Group, con intereses muy variados –desde la agricultura, pasando por los energéticos, hasta los bienes raíces– y presencia en 53 países, 35 mil empleados e ingresos por 20 mil millones de dólares.

No podemos despedirnos sin mencionar a la trasnacional suiza Nestlé (lugar 44 de la primeras 500 globales de la revista Fortune y la primera “cotizable” de todo género de alimentos sin procesar y procesables) que merece una enciclopedia especial: opera en 86 países del mundo, emplea a 283 mil personas y obtuvo unos azorantes ingresos por casi 100 mil millones de dólares en 2009.

Una de las filiales fiscales “latinoamericanas” de Nestlé fue vergonzosamente atrapada en el contrabando de “polvo blanco” en Guatemala, que no era precisamente leche en polvo de la marca Nido, y en el que no viene al caso insistir.

La clasificación de la revista Fortune 500 subdivide el negocio de los alimentos en varios rubros, que representan un supernegocio: tiendas de fármacos y alimentos, productos alimenticios de consumo, producción de alimentos y servicios de alimentos.

Como se quiera ver o clasificar, los “alimentos” –por su producción, procesamiento, servicios y consumo– son una verdadera mina de oro y representan uno de los principales meganegocios del planeta, en el que nadie alcanza a la estadunidense Cargill en el mercado de los granos, sin necesidad de cotizar en la Bolsa, ni a la suiza Nestlé en el rubro de los alimentos procesados, cuando los dos solos capturan ingresos por más de 200 mil millones de dólares al año.

Lo peor radica en su uso con fines geopolíticos –nuestra hipótesis de “guerra alimentaria”– para dominar a los pueblos y países de la Tierra que ostenta más de 1 mil millones de hambrientos.

A esta barbarie globalizada controlada por el pernicioso oligopolio de los cárteles anglosajones, todavía existen quienes se atreven a tildarla de “civilización neoliberal”.

*Catedrático de geopolítca y negocios internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México

Contralínea 218 / 30 de enero de 2011