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Artífice de sus propias historias

Artífice de sus propias historias

Liz Gómez, destacada pintora y artista plástica originaria de la ciudad de Puebla, nos habla de su encuentro con el arte, de su fuente de inspiración, sus amores y de su cambio radical de vida, tras el accidente que la dejó postrada en una silla de ruedas


José Manuel Meza.  Puebla, Puebla / Enviado

Por placer, por amor, como una forma de expresarse, de desahogar los dolores y alimentar las alegrías, es como una de las hijas ilustres del Instituto de Artes Visuales del Estado de Puebla define su pasión por la pintura y la escultura. Nacida en el seno de una familia de tres hermanos, Lizbeth Gómez fue la única que desde la infancia tuvo afinidad hacia las brochas y los lienzos, donde destacó. Las figuras forjadas a mano de Miguel ángel también la persuadieron e hicieron soñar.

Hoy Liz –como mejor se le conoce–, es ya toda una mujer que se dedica, además, a la fabricación de artesanías en pasta francesa.

“En este momento tengo más de 50 personajes de mi autoría, los cuales a los niños les gustan mucho. Son piezas hechas a mano. Nos han llegado a pedir incluso, muñequitos para Disney. El duende de Movistar también lo he elaborado yo para la empresa de telefonía celular”, afirmó.

Pero quién imaginaría que años atrás estaba a punto de estudiar veterinaria, cuando una difícil circunstancia la hizo cambiar de opinión.

Consagrada su adolescencia, la entonces joven de fino rostro blanco enfrentó uno de los sucesos más dolorosos de su vida: quedarse inválida. Una bala perdida se alojó en su estómago, dañándole la médula espinal.

“Sufrí un accidente a los 14 años y resulté con una paraplejia desde la cintura hacia abajo (lesión parcial medular). Obviamente fue un proceso de adaptación muy difícil, porque venía de tener una vida normal y debí acostumbrarme a estar todo el tiempo en una silla de ruedas”, relató resignada.

Sin embargo, lejos de entregarse al desconsuelo, Liz decidió continuar su escuela preparatoria, sin imaginar que poco después haría del arte su mejor aliado.

“Yo quise seguir con mi vida lo más normal posible. Creo que todo tiene que ver con la actitud que se tenga. No quería quedarme en casa encerrada y triste.

Naturalmente, encontrar el arte fue muy bueno para mi, porque aprendí a echar fuera todas las frustraciones”, agregó.

SUS INICIOS

Al ingresar a la universidad, Liz Gómez se enamoró por completo de su profesión, la misma que muchas veces le ha dado para comer.

“Todavía recuerdo cuando me llegó el tríptico del Instituto de Artes y al ver las materias quedé fascinada, porque siempre me había gustado el lado creativo.

Entonces me dediqué a pintar cerámica y como me llamó la atención el hecho no de pintarla sino de hacerla, al principio me incliné más hacia la escultura”, comentó.

Como si fuera parte de una fábula, un cuento o una novela, la artista ensimismó su personaje para crear notables obras, que a la postre han logrado encumbrarla en el firmamento artístico callejero, pues durante ocho años salió a exponerlas a la popular plaza de Analco, donde gracias a su destreza y elegantes trazos se ha ganado los elogios de la gente.

Dos de las pinturas más reconocidas de Liz Gómez son un autorretrato donde aparece derramando lágrimas, asolada por su destino. Las mujeres del valle, es otra de sus creaciones favoritas. Una estructura de rectángulos unidos suspendida en el aire es avistada por 13 damas ataviadas desde los pies a la cabeza saliendo a su encuentro.

Poco después de culminar sus estudios la joven, cuya larga cabellera le escurre por los hombros, se embarazó de quien es hoy el amor de su vida: su hija Renata.

Sabedora de su nueva responsabilidad y que vivir del arte en México es complicado, consiguió trabajo en una empresa para discapacitados llamada Cinia, la cual es única en América Latina.

Su seriedad y esfuerzo la llevaron a convertirse en una empleada modelo, pero nuevamente una tragedia se atravesó en su camino:

Hace unos meses, cuando se impulsaba en su silla una de las ruedas frontales se atascó en el fondo de un bache, originando que Liz cayera y se fracturara su pierna izquierda.

“Ahorita estoy incapacitada por un buen ratito. Me colocaron varios clavos. Tengo un injerto de hueso y estoy esperando tener una buena recuperación para no perder la pierna.

Dirán que no la muevo, que no camino, pero como quiera es una herramienta y lo tuyo no lo quieres perder”, reflexionó.

ARTISTA POR VOCACIóN

En cama, sus manos atraviesan la masa con la que forma un estilizado osito en cuestión de minutos. Tras ella algunos de sus cuadros dan cuenta de la creatividad y experiencia de la poblana.

Liz, quien se define como una mujer “muy segura, luchadora y exigente a la hora de trabajar”, afirma que los géneros en la pintura que más le gustan son el Realismo, el Abstracto y el Surrealismo.

Entrevistada en su departamento de la colonia Paseos del Río en la capital poblana, la artista dijo admirar al pintor holandés Van Gogh y acusa como fuente de influencia al latino Manuel Caballero.

Mientras que sus escultores predilectos son Michelangelo y Boticelli del Renacimiento. De la época moderna dice disfrutar del trabajo de Juan Soriano y Enrique Carvajal Sebastián, como se autodenominan dos de los artistas plásticos más importantes de México.

Para trabajar Liz dijo emplear diferentes tipos de materiales.

“Principalmente lo que se requiere en las artes plásticas son pinturas. Las técnicas varían desde el óleo, el acrílico, al igual que las texturas. Las esculturas me gustan mucho en madera, pero me cuesta más por mi situación física, aunque también tengo obras en grabado.

“Lo que ven a mis espaldas es una serie de autorretratos, que van de lo realista a lo abstracto. Es generalmente el tipo de pinturas que yo realizo”, señaló.

¿Cuánto tiempo te tardas en elaborar una pieza?

“Cuando es la primera vez alrededor de una hora, luego no más de 15 minutos cada una. Mientras que una pintura se lleva días.

Para mis artesanías yo trabajo con dos tipos de material: la pasta francesa (fécula de maíz con pegamento) y una pasta llamada sculpey, que viene de Estados Unidos.

En general, cualquiera de las dos funciona igual, la diferencia estriba en que la primera se hornea para poderla utilizar y la otra para obtener el resultado final”, explicó.

La artista poblana admitió que siente una “gran satisfacción” cuando reconocen lo que hace, aunque manifiesta que un pintor o escultor trabaja para sí mismo. El hecho de que un producto sea del agrado del público es la confirmación de que está bien elaborada, con buena técnica.

“Afortunadamente mis clientes me han apoyado mucho en eso. Algunos de mis trabajos se han ido inclusive, hasta el Viejo Continente. De persona en persona se han conocido mis obras y gustan, por ello me llegan a encargar también de diferentes partes de la República.

Liz Gómez agregó que el trabajo ha sido el refugio para afrontar su discapacidad.

“El arte para mí es una terapia y me encanta, porque cada vez que hago una obra me siento muy satisfecha. Es como un punto de salida para muchos problemas que tienes. Te descargas y quedas tranquilo”, mencionó.

La artista deseó que su ejemplo sirva de mucho para otras personas con alguna clase de dificultad física o intelectual. Confiesa que le gustaría llevar su historia al cine.

* ¿Por último, qué le dirías a las personas que se sienten deprimidas y padecen alguna discapacidad?

“Que no se sientan tristes, obviamente es imposible ser feliz toda la vida, pues siempre van a haber problemas. Pero hay que verlo como eso, como un problema que te va a ayudar a ser mejor.

Ojalá con lo que digo ayude a mucha gente sin importar el estado en el que se encuentre. Es importante superar la depresión”, subrayó la entrevistada, para luego continuar elaborando sus figuras a mano.

Si usted desea establecer contacto con Liz Gómez marcar al teléfono 01 (222) 5718227 o comunicarse a su correo electrónico:[email protected]