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La pobreza imparable

La pobreza imparable

En la plenitud de una de las etapas de mayor avance científico y tecnológico de la humanidad, una tercera parte de los habitantes del planeta vive en pobreza o indigencia. A ellos se sumarán otros tantos millones conforme se profundice la crisis económica mundial. Un estudio del BID señala que 15 millones de latinoamericanos de clase media se encuentran en proceso de convertirse en pobres o miserables.

Rolando de la Ribera / Prensa Latina.

La Habana, Cuba. Un aumento de la pobreza como consecuencia de la actual crisis económica es pronosticado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Luis Alberto Moreno, director de la referida institución financiera, opina que en dos años la crisis puede arrastrar a 12.7 millones de latinoamericanos a esa situación.

Anteriormente el Fondo Monetario Internacional (FMI) vaticinó que 2 millones 800 mil latinoamericanos caerán este año en esa negativa realidad.

Ambas cifras revierten el esfuerzo realizado por gobiernos y organismos que entre 2003 y 2008 ayudaron a salir de la pobreza a 48 millones de latinoamericanos.

Los nuevos pobres incrementarán las cifras actuales de habitantes con insuficientes recursos en América Latina y el Caribe, estimados en 193 millones. De ese total, se calcula que 75 millones están sumidos en la extrema pobreza al sobrevivir con menos de 1 dólar por día.

También se estima que existen 515 millones de pobres en Asia Meridional, 446 millones en Asia Oriental, Sur Oriental y el Pacífico y 219 millones en África Subsahariana. Además, se calculan 11 millones en los Estados árabes y 120 millones en Europa Oriental y Asia Central, todo lo cual suma unos 1 mil 500 millones de pobres.

A todo ello se adiciona el remanente de pobreza que siempre prevalece en las desiguales sociedades más industrializadas.

Según expertos, en los países más prósperos de América del Norte, Europa y Asia, malviven más de 100 millones de pobres y más de 35 millones de desempleados. El Ministerio de Agricultura de Estados Unidos reconoció en 2007 que 40 millones de norteamericanos están en la pobreza. De ese total, 35 millones pasaron hambre en 2006 y entre ellos figuraban casi 13 millones de niños, indicó el informe de Agricultura.

Las cifras globales, que ubican a más de una tercera parte de la humanidad en la pobreza e indigencia, se complementan con pésimas condiciones de vida.


En los países pobres, el 60 por ciento de la población carece de saneamiento básico y un tercio de los habitantes está impedido de acceder al agua potable. La cuarta parte de los habitantes del planeta no tiene vivienda adecuada ni acceso a servicios de salud.

En esas naciones del llamado Sur, 842 millones de adultos son analfabetas y 800 millones de personas duermen cada noche con hambre.

La esperanza de vida de 507 millones apenas llega a los 40 años de edad y 158 millones de niños sufren desnutrición, según datos de Naciones Unidas.

Con tales estadísticas costará trabajo alcanzar el objetivo de desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas para el milenio: reducir en 50 por ciento la extrema pobreza para el año 2015.

Lo más crítico de esta situación es que ocurre en pleno siglo XXI, una etapa de prosperidad con extraordinario adelanto tecnológico y gran producción mundial.

Se ha puesto de moda que naciones avanzadas ostenten riqueza excesiva, mientras existen 1 mil 125 multimillonarios, 946 más que los 179 contabilizados por Forbes en 2007.

La quinta parte más rica de la población mundial consume 45 por ciento de la carne y el pescado producidos, 82 por ciento de los medicamentos y el 84 por ciento del papel.

Ellos detentan el 58 por ciento del total de la energía, el 74 por ciento de todas las líneas telefónicas y poseen el 87 por ciento de la flota mundial de vehículos.

Si comparamos el mundo de hoy con el de la década de 1960, podemos celebrar la reducción en 60 por ciento de la tasa de mortalidad infantil del planeta.

De entonces a la fecha se ha elevado la esperanza de vida de los países en desarrollo de 46 a 64 años.

También se superó la epidemia de viruela, que mataba a 5 millones de personas por año, y se trabajó para erradicar la poliomielitis, que incapacitó a otros tantos millones. Pero aún falta mucho por hacer, pues existen en el mundo alrededor de 113 millones de niños sin escolarizar.

Ocurre actualmente un incremento de las enfermedades emergentes propias de la pobreza como disentería, cólera, hepatitis, dengue, rotavirus, tuberculosis y paludismo.

Además, en los países pobres se registra con más intensidad el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), que desde 1981 infectó a 40 millones de personas. Desde su detección, esa epidemia mató a 25 millones, parte de los cuales han dejado casi 11.6 millones de niños huérfanos sólo en África. De las 16 mil personas que diariamente se contagian con esa enfermedad de transmisión sexual, el 90 por ciento vive precisamente en países sumidos en la pobreza. Del total de 33 millones de personas con sida, apenas 2 millones residen en países industrializados de América del Norte, Europa Occidental y Central.

En estados emergentes, 9.7 millones de personas necesitan medicamentos contra esa enfermedad para salvar sus vidas, pero sólo los están recibiendo 2 millones 990 mil.

A este cuadro de la situación de pobreza y sus efectos se suma además la existencia de una crisis de alimentos que afecta especialmente al llamado Tercer Mundo. Ha sido provocada por el alza del precio de los productos agrícolas por especulación y proteccionismo de ricos que impiden a emergentes producir y exportar más alimentos.

Influye también la degradación de los suelos en Asia y África, donde viven dos tercios de los pobres del mundo, y la falta de acceso al agua y a inversiones en agricultura.

Otros factores que inciden en la crisis de alimentos son la carestía de los fertilizantes y de las transportaciones de productos.